Detrás de la ya emblemática Rapa das Bestas hay una ardua labor de cuidados y vigilancia por parte vecinos y socios que perdura todo el año, y no descansa en fines de semana. Para facilitarles la tarea, hacen uso de tecnología, como collares GPS que les permite tener información de, por ejemplo, cuáles son sus zonas favoritas de pasto, o dónde pasan las distintas épocas del año, como apunta uno de los directivos de Rapa das Bestas, Henrique Bazal.

Esta necesidad de poder señalar dónde se encuentran los equinos aumenta tras las recientes excursiones de estos a aldeas cercanas, que en ocasiones pueden resultar en desperfectos o daños.

El motivo de dichas andanzas se debe en gran medida a las franquezas que una empresa de compra-venta de madera ha causado en los perímetros cercados que la asociación había delimitado para la manada. Bazal comenta que estas zonas pechadas fueron “reventadas, y por allí están escapando los caballos”. Añade que “llevamos varias semanas pidiéndoles que por favor lo arreglen, pero están tardando” y por motivo de esta tardanza, más de uno ha escapado, llegando a producir, en uno de los casos, un accidente de tráfico.

Pero esta no es la única razón que empuja a las bestas a aventurarse fuera de sus dominios. Son varios los factores que explican este comportamiento, entre ellos el despoblamiento gradual de las áreas rurales, el cambio en el ecosistema, y las inclemencias del tiempo.

Henrique Bazal explica que en el pasado las aldeas contaban con más población, y muchas de las labores de sus habitantes se desarrollaban en el monte. Esto hacía que los animales (caballos y otros) se mantuviesen alejados, al estar los límites entre ambos territorios más marcados. Límites que hoy en día se encuentran difusos. Fenómeno que se relaciona, además, con el cambio en las actividades económicas de la población que habita hoy día las aldeas, “antiguamente la gente iba al monte a por tojo, y eso lo que hacía es que por debajo nacía pasto, por lo que había más para pastar en el monte”, comenta el directivo, y añade que el cese de esta tradición contribuye a un cambio en el ecosistema de la manada. La situación empeora si a una escasez inicial de prado se le suman factores climatológicos adversos como temporales o épocas prolongadas de lluvias que dificultan la conservación de l pasto ya existente. Por ello, para garantizar que los animales estén bien alimentados todo el año dentro de su hábitat, la cabaña de O Santo reparte alimento en diversos puntos del monte, entre otras iniciativas.

Dispositivos electrónicos como los geolocalizadores facilitan y optimizan el trabajo de esta asociación, laborioso, pero necesario.

La Rapa no se hace sola

Henrique Bazal comparte que su labor en la cabaña de o Santo se lo toma más como un hobbie que como un trabajo, entre otros motivos, porque él ya tiene otro trabajo más ortodoxo, es decir, de lunes a viernes. En su misma situación se encuentran la gran mayoría de socios, que deben relegar el cuidado de las greas (nombre que le dan a las manadas), solo a los fines de semana. No obstante, no todos pueden dedicarle el mismo tiempo, y mucho menos, todo el tiempo. Por ese motivo incide en la necesidad de poder contratar en nómina a personal que pueda hacerse cargo de los diferentes contratiempos que surjan entre semana. Hoy día reconoce que para ello están a la espera de la adjudicación de una ayuda prometida por la Xunta de Galicia hace ya un par de años.