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Los hosteleros mantienen la mayoría de las barras cerradas por el esfuerzo que exige levantar su veto

Desde el sector se incide en que son muchos los requisitos del nivel 2, el que contempla la reapertura de un espacio que puede suponer el 30% de la facturación | Señalan que solo compensa si se tienen muchos metros de barra

En bar Kubos de Lalín los 13 metros de barra animaron a recuperar este servicio. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Hosteleros de Lalín y A Estrada, integrados en los colectivos profesionales del sector, ya mostraron hace unos días su disconformidad con diversos aspectos del nuevo Plan de Hostelería Segura que la Xunta de Galicia sacó adelante a mediados de septiembre. La normativa que ya está en vigor permite a los profesionales de uno de los sectores más castigados por la pandemia volver a hacer uso de la barra para atender a sus clientes. Sin embargo, la mayoría de los hosteleros de Deza y Tabeirós-Terra de Montes se decantarán por mantener este espacio como territorio vedado, subrayando el esfuerzo que les exige cumplir con las condiciones para levantar el veto.

En municipios con un nivel bajo de incidencia del COVID como los que conforman estas dos comarcas tienen ahora un panorama de restricciones que establecen para el ocio nocturno un aforo del 50% en interiores y del 100% en exteriores. En el ámbito de la cultura y el ocio, el aforo de los locales será del 75% sin límite de personas, respetando siempre los 1,5 metros de distancia interpersonal. En relación a las reuniones, decaen todas las limitaciones a las reuniones entre no convivientes, siendo las únicas restricciones las que operan en hostelería y ocio nocturno, con un máximo de ocho personas en interior y de 15 en exterior.

En cuanto a la hostelería propiamente dicha, el nuevo plan de la Xunta para este ámbito de actividad recoge que su objetivo es permitir “una estabilidad de las condiciones de apertura en los establecimientos de hostelería, con independencia de los niveles de restricción de cada ayuntamiento”. De este modo, en función de las condiciones que reúnan, los hosteleros pueden decidir en cuál de los dos niveles de establecimientos hosteleros se sitúan, en el uno o en el dos. En el primero o básico, los aforos son del 50% en interior y 75% en exteriores, con el consumo prohibido en barra. El nivel avanzado, eleva los aforos al 75% en interior y 100% en exteriores, permitiendo consumo en barra individual o un máximo de 2 convivientes o integrantes de la misma burbuja. En ambos casos el cierre se fija a la una de la madrugada.

Requisitos

He aquí la cuestión. Para situarse en el nivel dos y poder recuperar sus barras, los hosteleros han de cumplir unos requisitos que requieren formación del personal trabajador en materia de seguridad y COVID-19; asegurar una distancia interpersonal 1,5 metros entre usuarios; diferenciar zona de clientes y zona de barra destinada a personal; disponer de medidores CO2;tener hidrogel en todas las mesas y en diversos puntos del local; ropa de trabajo específica; deberán ofrecer a los trabajadores la realización de una prueba para detectar el virus al menos cada 15 días; cambio de mascarilla quirúrgica cada cuatro horas para el personal, al que debe ofrecerse las FFP2; establecimientos con itinerarios de circulación diferenciados; control de la mascarilla obligatoria para clientes y disponibilidad para dotarlos de una nueva en caso necesario; productos monodosis; registro de clientes y otras medidas de control.

El presidente de la asociación de hosteleros de A Estrada, Manuel Bascuas, tuvo ya ocasión de trasladar a representantes de la Xunta el malestar y las dificultades que observan los profesionales para aspirar a este nivel dos que les permitiría recuperar sus barras. “Aquí casi nadie se va a acoger”, dijo este empresario, que reconoció que hay locales que “son básicamente barra” pero a los que no les quedó más remedio que adaptarse a un nuevo escenario.

Barra para dos

Desde Lalín, Álex Iglesias también considera que la cantidad de requisitos establecidos hacen “inviable abrir” la barra. Asume que esta parte de los establecimientos genera una facturación muy importante, pero incide en que los impedimentos que se encuentra el hostelero para poder optar al nivel que permite recuperarla son muchos. “Los locales gallegos son de barra, pero son barras pequeñas. En el momento en el que hay que dejar tanta distancia entre clientes, distancia con el grifo de cerveza.. la barra no llega”, apuntan desde el Restaurante Cabanas. Remarcan que la barra termina quedándose e nada y, si el hostelero se ajusta a estos “requisitos muy potentes” es muy probable que solo pueda servir en este espacio a dos personas.

“Cada local tiene que mirar lo que le compensa económicamente”, asume Iglesias. Reconoce que la gente ya se toma las restricciones y normas “de otra manera”. “Al principio tenías que andar luchando; ahora la gente ya entiende que estamos en una situación diferente”, apunta.

“Yo no termino de entender para qué nos vacunaron, porque nos piden más ahora que en determinados momentos de la pandemia”, apuntó el hostelero estradense Javier Rey, que regenta cuatro establecimientos en la capital estradense. Precisa que la facturación que generan las barras por las mañanas puede suponer el 30% de lo que entra en caja. Pone el acento en que es un cliente muy específico, que quiere realizar una consumición rápida y volver al trabajo, por ejemplo. De ahí que, como le sucede a otros hosteleros de las comarcas, Rey no comprenda por qué se ponen atrancos a la reapertura de las barras si –insisten– es la zona del bar donde más movimiento se genera y donde quienes están consumiendo lo hacen de forma más rápida. “Es un cliente que se mueve muchísimo. Es gente que se toma algo rápido y se marcha”, apunta Javier Rey.

Labor casi policial

El gerente de la Cafetería Alameda, Invictus o A Plazoleta subraya que los camareros están tan pegados a los clientes de las mesas como a los de la barra, incidiendo en que el trabajo de estar sirviendo a todos los consumidores no les hace estar únicamente expuestos a quienes consumen en la zona que lleva meses cerrada.

Además, desde el sector se incide en que la normativa les vuelve a colocar en la tesitura de tener que realizar una labor casi policial de preguntar a la gente que acude junta a una barra si son o no convivientes. “No se puede estar juntos en una barra, pero en las comidas en las casas puede estar todo el mundo”, ironizan.

Por lo tanto, aunque hay algunos hosteleros con barras extensas que permiten situar a un número importante de clientes, muchos serán los que decidan mantener cerrado este espacio. Los amores de barra tendrán que esperar.

Zona vedada: el tamaño sí importa

Jaime Rodríguez es uno de los pocos hosteleros de la zona que tiene ya en funcionamiento, desde el pasado 15 de septiembre, la barra de su bar. Tiene a su favor que el Kubos, en Lalín, tiene una barra de 13 metros, algo que permite a este hostelero que se sienten en ella unas siete u ocho personas. “Me decidí a abrirla por eso, porque es amplia, sino seguramente no lo haría”, confiesa. Para hacer uso de esta parte del local tiene que cumplir una lista importante de requisitos, el primero de ellos haber asistido a una formación sobre el COVID y tener siempre dispuesta su PCR. “Como estoy yo siempre, eso lo tengo relativamente fácil”, apunta, señalando que no tiene más camareros que tengan que someterse a estas pruebas.

A mayores, cada mesa del Kubos tiene su propio dispensador de gel hidroalcohólico, al igual que sucede en la barra. Jaime apostó por retirar el dispensador de cañas y tener desplazada la cafetera de la zona de barra. Tiene conectado el medidor de CO2, debiendo enseñarle los valores a cualquier cliente que se lo pida. En su caso, juega con la ventaja de que tiene seis metros de fachada que pueden estar totalmente abiertos, favoreciendo una ventilación natural que –asegura– da mayor seguridad a la clientela. Este hostelero de Lalín asume que, con una barra de seis metros, debiendo quedar entre clientes un metro y medio de separación, no resulta rentable estar pendiente de todos los requisitos que supone levantar el veto. “Si tuviese una barra pequeña, yo tampoco la abriría”, reconoció. En su caso, lo único que tuvo que hacer coincidir con el espacio en el que no pueden sentarse los clientes es el lugar reservado a la bandeja y la zona en la que tiene el lavavajillas. Otro de los requisitos para quienes acuden juntos a la barra de un bar es que pertenezcan a una misma burbuja o núcleo de convivencia. Reconoce Jaime Rodríguez que aquí llega una complicación para el hostelero, confesando que no resulta grato estar preguntado a la gente si vive o no junta En cuanto a la reacción de la clientela, apunta el propietario del Kubos que mucha gente agradece poder recuperar este servicio. “Tomar el café en la barra es rápido. Los de los bancos, por ejemplo, vienen solos o con algún cliente, conversan un poco, se toman algo rápido en la barra y se marchan”, señala. Reconoce no comprender por qué se veta tanto la barra cuando –incide– tiene mucha más movilidad porque es gente que se queda mucho menos tiempo en el establecimiento.

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