Han ocupado muchas páginas de periódico y mucho tiempo libre de personas que han intentado hacer todo lo que estaba en su mano para evitar su agonía. Sin embargo, poco o nada han podido hacer por salvarlos quienes no tienen su mano el remedio para curarlos, sin poder ir más allá de denunciar su declive. A Estrada acumula varios ejemplos de edificios públicos donde el abandono se ha convertido en un voraz okupa. El BNG recuperó ayer esta problemática, denunciando la situación en que se encuentran la estación de autobuses, matadero comarcal o un centro ictiogénico que murió sin llegar siquiera a estrenarse. “A Estrada es un cementerio de edificios públicos abandonados”, dice la edil nacionalista Susana Camba. Las imágenes hablan por sí solas y le dan la razón. En A Estrada hay un cementerio de elefantes, de gigantes de los que hoy solo queda el esqueleto.

En esto se ha convertido la estación de autobuses de A Estrada, en un almacén de variedades.

“La estación de autobuses languidece desde hace años, sin que el Concello o la Xunta miren por ponerla en funcionamiento o darle otro uso a ese espacio”, señala la líder del Bloque estradense. Cuestiona si el PP considera que estos edificios se construyeron de forma gratuita, recordando a continuación que solo la estación de autobuses supuso al erario público una inversión de 130 millones de la antiguas pesetas en el año 1994. “A día de hoy, hacer un edificio de estas características superaría el millón de euros”, calculó.

Maleza devorando el centro ictiogénico, en la desembocadura del río Vea y sin estrenar. Bernabé/Javier Lalín

Remarca el BNG que la estación estuvo en régimen de concesión hasta marzo de 2005, iniciándose una nueva licitación “que entendemos que quedó vacía, ya que esta es la última referencia que hay en el DOG sobre el citado edificio”, apunta Camba, que señala que la estación no funciona como tal desde hace años y su interior se ha convertido en una suerte de almacén de variedades.

La falta de actividad tras la quiebra de la concesionaria fue también la sentencia de muerte para el matadero, que ha sido víctima del constante saqueo y hoy luce como una mole asediada por el vandalismo, la basura y la maleza. Idéntica suerte corre el centro ictiogénico entre Cora y Couso, que no llegó siquiera a inaugurarse.