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Tú el pronto y tú el paño

Restos de suciedad en la entrada del parque infantil de la Alameda. A. C.

Una vez al año no hace daño. Y es cosa sana una vez a la semana. Nadie puede dudar que la sabiduría popular es tan certera como un dardo. Y, además, muy acaída a las calles del casco urbano de A Estrada, que exigen una ducha urgente. De esas relajantes, con bombas de baño y espuma, que dejan reluciente el cuerpo y el espíritu. Y que suplican dar su mejor cara, despojarse de toda mugre y mostrar que la belleza –a veces y solo a veces– no siempre está en el interior. Para descubrir cómo el mobiliario urbano pide a gritos una ayuda, tan solo hay que prestar un poco de atención. Dar un paseo, sin prisa sin pausa, y posar los ojos sobre lo único que desentona: la suciedad. Más aun en un entorno como la nueva Alameda, estrenada hace tan solo un par de años. Se trata de un lugar transitado, con árboles y aves que suelen dejar regalos poco oportunos. Sin embargo, en el parque municipal hay mucho más. Su hormigón blanco, lleno de manchas negras –¿tal vez las lluvias?–; envoltorios en el suelo, muestras evidentes de la acusada falta de civismo. Y, sobre todo, una fuente que contradice todo lo esperado: un agua sucia, pese a ser corriente. Guarda en su interior monedas oxidadas, restos de follaje y demás visitantes inesperados.

La fuente de la Alameda. A. C.

Un banco de la Alameda municipal. A. C.

Pero la Alameda no es el primero ni el último lugar del casco urbano que necesita un lavado de cara. Sin ir más lejos, la Praza da Constitución muestra enormes marcas de neumáticos que la cruzan de un extremo al otro. Se presupone que el problema es parecido al del parque municipal y una entiende que el blanco nuclear nunca es una buena opción. Se mancha tan rápido como se desluce. Y requiere de un mantenimiento y unos cuidados que uno no siempre puede brindarle. Parece querer decir que hace falta pasarle un paño. Y que sea pronto.

La Praza da Constitución con sus manchas de neumáticos. A. C.

Pero nadie tiene que restringirse a una sola zona. Con solo caminar por calle Ulla en dirección a la Praza da Feira, cualquiera puede ver que la suciedad no entiende de espacios. Algunos de los bancos de piedra que adornan las orillas de las aceras han empezado a protestar. El musgo se abre camino y ha comenzado a teñir de verde los pies del mobiliario urbano. Tal vez la naturaleza le reclama su espacio al asfalto y este último no parece ofrecer resistencia.

Un banco de la calle Ulla. A. C.

Tal vez uno de los puntos más paradójicos se encuentre en la Porta do Sol. Otro de los lugares más emblemáticos del municipio y en el que la enorme estatua de un salmón cubre el espacio. El artista Cándido Pazos diseñó un imponente rey del río que simboliza la fuerza y el arrojo. El significado que este pez tiene para A Estrada, habiéndose convertido en insignia indiscutible del municipio. Y un salmón –nadie podrá negarlo– lo que más necesita es el agua. Sin embargo, la estatua parece llevar un tiempo denunciando que la lluvia no es suficiente. Que también quiere sentir el tacto áspero de una esponja, que se limpien sus escamas pétreas y que pueda volver a lucir tan bonito como lo ha sido siempre. Mostrando la afouteza de todo un pueblo y demostrando que, por mucho que le guste nadar a contracorriente, el agua es su más fiel amiga.

El salmón necesita una buena ducha.

El salmón necesita una buena ducha. A. C.

Son todos los que están, pero no están todos los que son. A Estrada tiene la belleza necesaria como para asombrar a propios y ajenos. Sin embargo, el esfuerzo brilla por su ausencia. Los espacios más emblemáticos –y los que no lo son tanto– merecen un mantenimiento y una atención que impida que la suciedad empañe la verdadera esencia de A Estrada.

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