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¿Libertad o ansiedad?

Las mascarillas dejarán de ser obligatorias al aire libre desde el sábado, 26 de junio. Bernabé/Javier Lalín

Las primeras veces hasta casi daba vergüenza ponerla. Hasta que llegó el COVID-19 para transformar la normalidad, la mascarilla era un complemento popularmente concebido para dos tipos de personas. Por un lado estaban aquellas que atravesaban una enfermedad que dejaba sus defensas bajo mínimos y que, por tanto, habían de protegerse o quienes visitaban a pacientes ingresados a los que había que tener cuidado de no contagiar. Después estaban los frikis. Y así se sentía uno las primeras veces que se colocaba la mascarilla para evitar el contagio y la propagación del SARS-CoV-2. Como si saliese a la calle ridículo, disfrazado.

Nadie podría haber imaginado este escenario de tintes apocalípticos. Si a las puertas del verano de 2019 nos muestran una imagen actual, de gente con mascarilla en la playa; de plazas abarrotadas en las que todo el mundo lleva boca y nariz tapados o de la salida de un colegio con todos los niños protegidos, pensaríamos que se estaba rodando una película con tendencia a la exageración y el derroche en efectos especiales. Nada más lejos de la realidad. El día a día ha cambiado tanto que hasta esta imagen ha dejado de sorprendernos. Ya casi hemos olvidado que se siente saliendo a pasear a rostro descubierto. Cuesta recordar la sensación del viento en la cara, de tenerla salpicada por la lluvia o acariciada por el sol. Si los primeros días uno se sorprendía al llegar al portal o bajar del coche sin esta prenda, hoy el gesto de cogerla antes de salir por la puerta se hace ya inconsciente. Tristezas de la costumbre.

A cara descubierta

Sin embargo, llegados a este punto, el Gobierno acaba de anunciar que la mascarilla dejará de ser de uso obligatorio en España a partir del próximo sábado, 26 de junio. Simplemente habrá que asegurarse de poder guardar la distancia de seguridad de metro y medio que hemos aprendido a calcular, ya sin necesidad de estirar el brazo. Aunque la medida se deseaba desde hace mucho tiempo, el mensaje de protección ha calado tan hondo que retirar este complemento mantiene dividida a la ciudadanía entre la sensación de libertad y el desasosiego de la ansiedad.

Preguntar a los vecinos de la zona por esta cuestión deja algo bien claro: el que más y el que menos se ha hecho tanto a la mascarilla que ya no ve como una liberación el poder olvidarla cuando sale a la calle. Algunos coinciden en ver acertada esta medida de desescalada pero otros se muestran recelosos, aun cuando tienen la tranquilidad de haber recibido la doble dosis de inmunidad en las campañas de vacunación realizadas hasta la fecha.

Quienes aseguran que desde el próximo sábado caminarán por la calle a cara descubierta estiman que, si los datos que se proporcionan son verídicos, la situación epidemiológica avala esta decisión. En cambio, también hay muchos ciudadanos que estiman que retirar ya la mascarilla sin haber completado la vacunación puede resultar precipitado, asegurando su intención de dejársela puesta, tanto en interiores como en exteriores. Quizás sea cuestión de ensayo-error. Igual muchos acabarán tomando la decisión al comprobar cómo evoluciona todo después de colgar la máscara.

En A Estrada figuraba ayer un caso activo de coronavirus y en Lalín el último dato apunta a dos.

Andrés Sanmartín Bernabé/Javier Lalín

"En base a los datos, no me parece una medida desacertada ni arriesgada"

“En base a los datos que se manejan, que creo que son fiables, al aire libre no me parece una medida ni inadecuada ni arriesgada. Como siempre, la percepción de un ciudadano de a pie es la que podamos tener sin mayor fundamentación científica pero, aparentemente y dicho con toda la cautela, no parece una medida desacertada ni arriesgada”, opina Andrés Fernández. “Sí es cierto que nos va a generar cierta angustia o temor cuando nos juntemos varias personas, aunque sea al aire libre”, reconoce.Recuerda que, de hecho, en los primeros días de pandemia se podía prescindir de la mascarilla. “Creo que es una medida que, como tantas otras que se van tomando en la desescalada, nos asusta un poquito pero que ahora tiene mucha más justificación y hay unos datos y una trayectoria que nos permiten tomarla con cierta tranquilidad”. “Sinceramente, tampoco lo voy a notar como una liberación muy grande. Nos hemos acostumbrado”. 

Rocío Blanco. Bernabé/Javier Lalín

"Creo que es precipitado. Yo la seguiré usando, para salir a la calle y para todo"

“Me parece muy precipitado. Aun falta, por ejemplo, gente de mi generación y mucha otra sin vacunar”, estima Rocío Blanco. Añade que “las vacunas no implican que no nos podamos contagiar unos a otros y, en mi caso, seguiré utilizando la mascarilla igualmente para salir a la calle y para todo”. Lo tiene claro, quitarse esta medida de protección le generará “más ansiedad que sensación de libertad”, por ejemplo si se encuentra en un sitio donde sea la única que lleva mascarilla. Estima que no estamos preparados para mantener la distancia de seguridad. “Se vio que, incluso en los peores momentos de esta pandemia, no se cumplían muchas de las normas; no somos muy responsables”, apunta. En su día a día este elemento le fue más difícil de sobrellevar al salir a caminar, por ejemplo. Sin embargo, asume que llegó un momento en que está totalmente acostumbrada. “Me siento bien con ella, me da más seguridad”, confiesa.

María Victoria Sanmartín Bernabé/Javier Lalín

"Sé que cuando se acerquen a mi nieto sin mascarilla me causará ansiedad"

“A mí me parece pronto. Me preocupa que hay gente muy irresponsable: se van a sacar la mascarilla y yo que llevo a mi nieto, por ejemplo, no me gustaría nada que una persona sin mascarilla se acercase a él”, apunta esta estradense. “Hay que seguir manteniendo las distancias aunque estemos todos vacunados”, estima María Victoria Sanmartín, que considera que no estamos preparados para asegurar que mantendremos el metro y medio de separación al exterior sin la mascarilla. “A mí me preocupa. Me preocupan ahora los fumadores cuando se la quitan y me preocupan los que no tienen cuidado, que se acercan y te dan un abrazo. Eso no me gusta”. “Sé que voy a salir a la calle y que cada vez que alguien se acerque al niño me va a producir ansiedad. Ya por mí me da igual, porque yo estoy vacunada con las dos dosis, pero por el niño sí que me preocupa”, asume. “Si todo el mundo respeta la distancia no hay problema, pero la gente no la respeta”. señala.

María Concepción Sanmartín Bernabé/Javier Lalín

"Es una medida un poco adelantada. En la calle me parece prudente llevarla"

“Desde luego, andar con ella da más sensación de libertad pero, dadas las circunstancias que todavía se están produciendo, me parece prudente llevar la mascarilla”, dice María Concepción Sanmartín. Esta estradense opina que permitir la retirada de la mascarilla en exteriores desde el próximo sábado constituye “una medida todavía un poco adelantada”, pese a que, en su caso, ya está protegida con las dos dosis de la vacuna. “Realmente la mascarilla me molesta más cuando estoy en el campo o dando un paseo por un sitio más solitario, pero en calles de pueblos y ciudades me parece prudente seguir llevándola y, sobre todo, me parece muy importante que se mantenga en las cafeterías en el momento en el que no se está consumiendo”, apunta. Confiesa que no deposita mucha confianza en que se vaya a respetar la distancia de seguridad. “Eso es totalmente imposible. Ni se mantiene ahora, ni mucho menos después”, dice.

José Porto Bernabé/ Javier Lalín

"Yo me sacaré la mascarilla para andar fuera; me parece bastante sensato"

“Yo la voy a sacar para andar fuera. Me parece bastante sensato”, indica José Porto. Este comerciante de A Estrada apunta a que los datos actuales parecen indicar que “la situación está mejorando bastante”, de manera que, aun manteniendo la mascarilla de uso obligatorio en interiores, considera que retirarla en el exterior no sería peligroso. “Eso sí, si hay aglomeraciones, casi es como si estuvieses en exterior”, matiza. Entiende que la reacción a retirar este complemento obligatorio “dependerá de cada uno”. “Hay gente que no le hacía caso ninguno y otros tenían mucho miedo, ahora será parecido. En mi caso, por ejemplo, me da igual seguir con ella una temporada más; en ningún momento me generó problema llevarla”. Sin embargo, sí entiende que para practicar actividad física a partir de cierta intensidad la máscara es “horrible”. “Es imposible porque no te llega el aire”, señala.

Xan Astorga Bernabé/Javier Lalín

"Lo veo bien, pero no sé si seremos lo suficientemente responsables para hacer un buen uso"

“Veo bien que se saquen las mascarillas, pero no sé si seremos lo suficientemente responsables para hacer un buen uso de ellas”, opina Xan Astorga, que sospecha que, al final, la gente se juntará en exteriores y es posible que no se guarden las distancias debidas. Pone como ejemplo el hecho de que haya que mantenerla en calles concurridas. “La gente pasará de todo y se la va a sacar”, considera. “Al final, si la podemos sacar, la sacamos y la sacamos siempre”, añade. Reconoce que, en su caso, pasa mucho tiempo en interior y que, aunque confiesa que le gustaría no tener que llevar nunca mascarilla, llegó un momento en que se ha acostumbrado tanto a ella que hasta la mantiene sin darse cuenta cuando llega a su casa. Asume que hay momentos en los que esta protección carece de sentido, como cuando se camina en un entorno solitario y sin cruzarse con otra gente.


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