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La paradoja de las luces y las sombras

La maleza devora las antiguas fábricas de luz, mientras la energía eólica amenaza con devolverle el asedio a la naturaleza

La maleza se ceba con las ruinas de fábricas en aldeas de A Estrada, Silleda o Lalín.

En ellas se obraba el milagro. La fuerza del agua acababa encendiendo la bombilla. Estas pequeñas centrales hidroeléctricas lucen dispersas por el paisaje rural de Deza y Tabeirós-Terra de Montes. Su nombre lo dice todo. Son las fábricas de luz, la mayoría devoradas hoy día por la maleza, abandonadas y olvidadas. Sin embargo, en pleno debate sobre el tarifazo eléctrico y los nuevos proyectos de energía eólica que están suscitando gran contestación social en la zona, surge la paradoja. La vegetación se adueña de la antigua maquinaria capaz de generar electricidad en estas construcciones que a duras penas se mantienen en pie, mientras la potente infraestructura que aspira transformar en energía la fuerza del viento amenaza con devolverle a la naturaleza su asedio.

La paradoja de las luces y las sombras Ana Cela

Pina, Ponte, Taboada, Botos, Riobó...son muchas las fábricas de luz dispersas por todo el territorio de Deza y Tabeirós-Terra de Montes. Hoy día conforman una completa red para el catálogo comarcal de arquitectura industrial. Muchas ofrecen al visitante una completa estampa de sus entrañas, permitiendo imaginar cómo funcionaban cuando estaban en plena actividad. Sin embargo, la mayor parte de las piezas lucen abrigadas por la hiedra, el musgo y las zarzas, una pátina de olvido que también recubre las piedras que todavía permanecen unidas para conformar la estampa de una fábrica.

La paradoja de las luces y las sombras Ana Cela

El hecho de apretar un botón y que una estancia quede completamente iluminada es hoy algo ordinario, como lo es el salir a la calle y encontrarla bañada por la luz de las farolas. A Estrada fue de los primeros concellos que tuvo alumbrado público. La luz se hizo en las calles de la villa hace más de 120 años, en el atardecer de un 20 de septiembre en el que calles y plazas estradenses quedaron por vez primera bajo el manto de la luz eléctrica. Corría el año 1900 cuando el pleno de la corporación municipal acordó la distribución de los primeros puntos de luz eléctrica del casco urbano. La distribución definitiva quedó conformada por 61 farolas. En el año 1928, Juan Vilas Filloy, de Codeseda, habría de convertirse, con su central de 10 kilovatios denominada Sagrado Corazón, en el primer contratista del alumbrado público rural. De su mano, A Sagrada fue el primer núcleo rural de A Estrada que contó con este avance. Sería en la década de los 30 cuando arrancase la expansión del alumbrado público eléctrico hacia el amplio rural de A Estrada, un proceso que, no se completó hasta bien entrados los 70.

La paradoja de las luces y las sombras Ana Cela

El rural vuelve a ser invadido hoy por fábricas de luz, muy diferentes a las ruinas que son estampa del ayer de esta industria. Gigantes de grandes brazos aspiran a coronar zonas elevadas para atrapar la energía del viento. La bombilla vuelve a encenderse y arroja luz sobre la paradoja.

La paradoja de las luces y las sombras Ana Cela

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