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Escuela de campaneros

El concejal Gonzalo Louzao recuperó junto a los vecinos la tradición de las "vísperas" en Cereixo.

No se puede estar en misa y repicando. ¿O sí? Pues en el caso del concejal estradense Gonzalo Louzao Dono, parece que sí. Hace una década, con solo 18 años, se puso al frente de la recuperación de la romería de San Xurxo de Cereixo, tradicionalmente punto de encuentro de múltiples parroquias para solicitar la protección de San Jorge para los campos y el ganado. En paralelo, Louzao –dirige los departamentos municipales de Urbanismo, Mercados y Fiestas– puso su empeño en recuperar otra tradición: que las campanas diesen “las vísperas” o, lo que es lo mismo, que repicasen a fiesta durante largo tiempo el día antes de las celebraciones grandes, llevando alegría a todos los rincones de la parroquia. Y este edil campanero animó a todo un ejército de vecinos dispuestos a evitar que esta tradición se pierda a base de favorecer que pase de generación en generación.

Una vecina toca las dos campanas de la iglesia de Cereixo.

Una vecina toca las dos campanas de la iglesia de Cereixo.

“Hay que darle a todo”, bromea Louzao. Explica que su faceta como campanero es ocasional. “Aprendí antes de tener la necesidad de usar estas dotes”, recuerda. El ahora concejal comenzó a tocar las campanas cuando aun no tenía ni 12 años. Le enseñó el vecino de Guimarei Pedro Arcay, aprovechando sus frecuentes visitas a la parroquia vecina para prepararse para la Confirmación. “No es tan sencillo como puede parecer”, indica, para luego bromear que, cuando se toca durante tiempo seguido, el trabajo de brazos equivale al de una intensa sesión de gimnasio. Desde hace nueve años, entrena en el campanario el día antes de cada fiesta señalada, algo que entre abril y mayo supone en Cereixo tocar al menos cinco días las “vísperas”.

Un joven de Cereixo toca la campana después de las enseñanzas de su padre.

Un joven de Cereixo toca la campana después de las enseñanzas de su padre.

Que las campanas toquen a fiesta es algo que se ha ido perdiendo en muchas zonas. “La tarde anterior a las fiestas los chavales del entorno venían a hacer la víspera tocando la campana”, recuerda Louzao. Indica que en Cereixo solo lo recordaban ya los mayores. Sin embargo, cuando el sonido de celebración comenzó a dejarse escuchar –incluso durante una hora– antes de que la parroquia viva uno de sus días señalados, animó a mayores y no tan niños a retomar la tradición. “Ese sonido estaba en la memoria de los mayores y da vida, anima”, apunta Louzao Dono. “Es tristeza cuando tocan a muerto pero un repique de campanas suele ser alegría”, apunta.

Los mayores también se implican en la recuperación de la tradición.

En Cereixo se ha montado toda una escuela de campaneros. Vecinos de mediana edad que de muy niños agitaban al badajo con energía para anunciar la fiesta se encargan ahora de instruir a sus hijos. Recuerdan que, años atrás, la cola de vecinos deseosos de hacer sonar de alegría las dos campanas de la iglesia iba descendiendo desde lo alto el campanario por la escalera de caracol hasta el exterior de la iglesia.

“El truco del repique a fiesta es darle a las dos campanas pero no al mismo tiempo: es decir, tienen que sonar a la vez pero después de darle al badajo alternativamente”, indica Gonzalo Louzao. También en esta nueva era que él mismo inició en Cereixo llegó a tener el campanario lleno. Incluso se recuperó la competición que mide cuánto tiempo es capaz de estar tocando cada campanero. “Ramiro de Meilán sigue siendo el campeón indiscutible”, asume.

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