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Una cortina de humo para huir del virus

Un hombre sostiene un cigarro, una sustancia adictiva y socialmente aceptada. | // BERNABÉ / JAVIER LALÍN

¿Qué es eso de tomarse algo en una terraza y no pedirse una cerveza? Y qué decir de fumarse un cigarro en el descanso, para relajarse un poco en una jornada de trabajo intensa. El alcohol y el tabaco, pese a su aceptación social, no dejan de ser drogas. Y la pandemia, lejos de frenar la incidencia de sustancias adictivas, la ha aumentado. Pese a que el confinamiento estricto parecer ser cosa del pasado, hay quien sigue manteniendo dichos hábitos de consumo. Creyendo, tal vez, que son la mejor vía para escapar de la realidad.

“Lo que he percibido en este año de pandemia es el incremento en el consumo de cannabis y de alcohol”, dice la psicóloga Verónica Barros. En los dos casos, el uso de dichas sustancias va asociado a la necesidad de relajación. “Quienes las consumen generan una imagen de responsabilidad. Suelen dar la sensación de que tomarse una copa o dar unas caladas antes de dormir, aunque lo hagan a diario, no es un problema”, continúa explicando Barros.

Detectar la adicción

Esto provoca, por tanto, que la adicción sea difícil de percibir por la gente de su entorno. O lo que es lo mismo: que se convierta en un problema invisible. “Dan una falsa sensación de control. Sobre todo porque no comparten con sus allegados la ansiedad que les genera no poder consumir dichas sustancias. Solo hay que imaginarse a alguien que quiere ir a tomarse una cerveza después de trabajar, pero que se pasa desde las nueve de la mañana pensando en ese momento”, añade Barros.

Y es que son varias las señales de alarma. Por ejemplo, cuando uno es incapaz de controlar la necesidad del consumo, o cuando eso interfiere en cualquier ámbito de la vida, sea el social, el familiar o el laboral. Otra señal de alerta son las conversaciones. “Si tú hablas con alguien que tiene como tema recurrente el alcohol o cualquier otro tipo de sustancia, aunque lo cubra con una apariencia de normalidad, ahí hay un problema”, explica la psicóloga. Y, desde luego, si alguien no reconoce su adicción, ahí suenan todas las sirenas.

Otro de los aspectos sobre los que Verónica Barros pone el foco son los ansiolíticos. “Que nos lo recete un médico no significa que no sean una droga”, asegura. Según cuenta la psicóloga, la crisis sanitaria aumentó la necesidad de una mayor atención psiquiátrica y psicológica. “Hay gente consumiendo más medicación de la necesaria”, insiste Barros.

Vía de escape

Desde el Concello de A Estrada, la técnica de prevención de adicciones Isabel Sanmartín también pone el foco en las mismas sustancias que subraya Barros. Además, ella percibió que durante el confinamiento estricto hubo más recaídas en personas adultas que llevaban tiempo sin consumir alcohol. “Eso les servía para no pensar”, dice.

A esto le añade que el alcohol es una de esas sustancias peligrosas, puesto que su consumo está muy normalizado en la sociedad. Y no solo eso, sino que suele funcionar como una recompensa. “Imagina: si apruebo el examen me tomo una copa”, explica Sanmartín. Un problema, a todas luces, invisible. Y el coronavirus no han hecho más que potenciarlo.

Da igual que sea alcohol, tabaco, cannabis u otro tipo de sustancias. La dependencia es peligrosa. Esperar con ansia el momento de darle una calada al cigarro o de beberse una copa al salir de trabajar solo esconde un problema preocupante y aterrador: la adicción.

Los adolescentes son población vulnerable

Hay un sector de la población extremadamente vulnerable: los adolescentes. Según explica la psicóloga Verónica Barros, se ha demostrado que los jóvenes están accediendo al consumo de sustancias adictivas en edades más tempranas. Así lo constata la técnica de prevención de adicciones del Concello de A Estrada, Isabel Sanmartín. Al amparo del programa de Prevención de Conductas Adictivas se desarrollan distintas actividades y una de ellas es la de dar charlas en los centros educativos de la zona. “Los adolescentes normalizan el consumo de alcohol y esto se está reorientando hacia el cannabis. Es decir, creen que menos dañino que el tabaco porque es más natural, afirma Sanmartín. Según continúa explicando, esto no deja de ser un blanqueamiento de la realidad y una forma de edulcorar ese tipo de sustancias. “Creen que el cannabis es inocuo, lo que demuestra que ven la realidad de forma sesgada y solo entienden medias verdades”.

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