Nos hemos echado al monte. Literalmente. Aunque suene triste, fue necesaria una pandemia para demostrarnos que el paraíso no tiene por qué estar lejos. No es necesario subirse a un avión y recorrer miles de kilómetros tirando de una maleta para disfrutar de estampas que cosecharían un montón de los apreciados likes que ansían quienes comparten sus mejores momentos en las redes sociales, desatando no poca envidia.
Hemos tenido que vernos encerrados en esta tierra meiga para entender aquella mítica campaña destinada a atraer turistas a Galicia. ¿Me guardas el secreto?, decía. Muchos lo han guardado por puro desconocimiento y lo han descubierto en estos meses tan duros.
Fue Álvaro Cunqueiro quien se refirió a Galicia como “el país de los mil ríos”, en alusión a la cantidad de cauces que beben de la lluvia y la riegan, concediéndole ese inconfundible verdor. No es de extrañar que, si Deza y Tabeirós-Terra de Montes se encuentran en el corazón de la comunidad gallega, gocen en gran medida de estos caudales.
Si el agua es vida, en tiempos de pandemia se ha convertido también en un importantísimo motor para el turismo, un reclamo capaz de propiciar que de un tiempo a esta parte hayan aflorado muchos “cazadores de fervenzas” que tienen en municipios como Silleda una amplísima reserva natural.
Solo en Trasdeza, la lista de cataratas que se llenan estos días de visitantes autóctonos es larga. Sin duda, la más conocida y fotografiada es la Fervenza do Toxa, en la parroquia de Pazos, la más alta de Galicia en caída libre.
El agua del Toxa se precipita en este hermoso paraje, salpicando un bien conservado bosque atlántico que invita al paseo hacia el mítico Mosteiro de Carboeiro. Esta catarata forma parate de la tríada de cascadas silledenses, que también incluye las de Férveda (Escuadro) y la de Santa Mariña, en Graba.
A mayores, existen en Silleda muchos otros saltos de agua que los exploradores –locales y foráneos– están descubriendo estos meses en las muchas rutas para disfrutar de un aire libre que se ha convertido en artículo de lujo. Solo en la parroquia de Ponte se pueden encontrar al menos tres ejemplos de cascadas menos conocidas y que no están puestas en valor. Se van sucediendo en el curso del río que atraviesa el lugar de Rosende, del que toma el nombre, y que va desplegando el canto y la belleza del agua en su avance hacia su desembocadura en el Deza.
La primera se encuentra partiendo desde el paraje de A Torre, junto a un antiguo molino que aun mantiene parte de su estructura. Se trata de una caída vertical de más de dos metros de altura. La siguiente la supera con creces y se aproxima a los 15 metros desde que inicia su caída, si bien incluye un primer salto más pequeño. La tercera es menor y con un descenso en cascada más sosegado.
Evidentemente, han estado ahí siempre pero todavía son desconocidas, incluso para muchos vecinos que van dando a este afluente el nombre del lugar por el que pasa, de modo que en Ponte se conoce como Rosende o A Torre y en Siador se bautiza como Oisa o A Gouxa, por ejemplo.
El historiador Daniel González Alén invitó a muchos amantes de la naturaleza a conocer las réplicas lalinenses de las fervenzas trasdezanas. Sin llegar a la altura ni al caudal de las de Silleda, el Río da Laxe descarga sus aguas en el Asneiro conformando una postal, también poco conocida pero no por ello menos hermosa. Los vecinos la conocen como A Grifa.
La desembocadura del Regato da Laxe se produce a través de una cascada múltiple que se localiza entre las parroquias de Bendoiro y Cristimil. Quienes persigan estos saltos de agua por el municipio de Lalín también pueden encaminarse hacia Vilatuxe y Prado, además de a Moimenta, con cascadas alimentadas por las aguas del Regato de Albela. En él son también numerosos los molinos y pontellas, testigos mudos de la vida en la ribera.
Sin salir de Lalín, el caudaloso Deza recoge las aguas de los afluentes que vienen del Carrio, formando hermosas cataratas y moviendo una treintena de molinos. De hecho, la parroquia de Losón –como indica González Alén– cuenta con el mayor número de molinos del municipio lalinense, algunos de ellos agrupados en hermosos conjuntos, aunque no todos se encuentran valorizados.
Casi todos los nueve municipios que conforman Deza y Tabeirós-Terra de Montes guardan su propio secreto. Quienes vayan a la caza y captura de estos saltos pueden hacerse una completa hoja de ruta por la zona, un recurso turístico del que se presume desde los establecimientos de turismo rural, deseosos de volver a tener sus casas llenas de huéspedes a quienes recomendarles este tipo de visitas.
Actuaciones municipales en torno a algunas de ellas han vuelto a estas fervenzas más conocidas, caso de la de Callobre. Sin embargo, no todos los estradenses pueden decir que conocen el Picho de Curantes o que han seguido el curso del río Vesacarballa, salpicado de molinos a su paso por Sabucedo. La actuación de un cantero ha puesto en el mapa la Ruta dos Muíños do Regueiro de Golfariz, en Pardemarín, un paseo entre saltos de agua y molinos en funcionamiento más que recomendable.
Y es que, en ocasiones son los vecinos los que ejercen de profetas en su tierra. Como muestra, la divulgación del colectivo A Fervenza de Ouzande para dar a conocer la catarata y la ruta de los molinos existente en esta parroquia cercana al casco urbano estradense.
En Rodeiro existen también rutas de molinos de alto interés paisajístico, al igual que sucede en Forcarei, donde la Fervenza de Quintillán es una de las postales que ejemplifican aquello de que, si el agua es vida, las cataratas son la alegría de vivir. Por tanto, en los tiempos que corren, estos auténticos brindis de la naturaleza son más disfrutados que nunca por todos. A su salud.