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La fe de un campeón nacional

Zineb El Nabaoui enseña los dulces típicos que se comerán tras el ayuno. | // BERNABÉ / JAVIER LALÍN

El Ramadán, una tradición más allá del ayuno

Cuando las manecillas del reloj marcan el amanecer, comienza el ayuno. No se puede beber ni comer hasta que caiga el sol. Pero el Ramadán, que comienza hoy, es mucho más que eso. “También es un mes para rezar, para leer el Corán, para ayudar a los demás...”, dice Hanana Bouh, que forma parte de la comunidad islámica de Silleda. A ella se suman otras voces, como la de Zineb El Nabaoui que, desde A Estrada, recalca la importancia de estas fechas: “Esperamos todo el año a que llegue el Ramadán”. Unas palabras que envuelven a la comunidad islámica de las comarcas de Deza y Tabeirós-Terra de Montes, conformada por alrededor de 200 personas que siguen la religión islámica.

“El ayuno se lleva bien”, afirma El Nabaoui. “Lo hacemos todos los años, así que estamos acostumbrados”, continúa. Por su parte. Bouh asegura que no repercute en el rendimiento laboral: “Trabajamos normal y bien, con muchas ganas”. Las dos sonríen, a sabiendas de que la abstinencia por el Ramadán todavía suscita mucha curiosidad entre quienes no practican el Islam.

Cerca de 200 miembros de la comunidad islámica de las comarcas empiezan a celebrar su mes sagrado

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Cuando anochece, y tras el rezo, toda la unidad familiar se reúne para compartir el “desayuno”, tal y como denominan a la primera comida que realizan al caer el sol. Suelen preparar una gran mesa en la que no deben faltar dátiles y agua o leche. “También es muy importante que el agua que bebamos no esté fría”, añade Bouh. “Además, la mesa ha de tener muy buena pinta. Como no podemos comer a lo largo de todo el día, al menos nos alimentamos con los ojos”, bromea.

En esa mesa tan especial, que engalanan con esmero, tampoco puede faltar la “harira”, una sopa que lleva legumbres, verduras y especias, entre otros ingredientes. “Puede haber pescado, carne, ensalada... Todo depende de lo que pueda hacer cada uno. Lo habitual es ir variando, puesto que cada día debemos cambiar el menú”, incide Bouh.

Continúa explicando que en la madrugada, antes de que salga el sol, vuelven a comer. Sin embargo, “tan solo fruta, yogur... Poca comida”. “Al final, cuando uno come poco, acaba por no tener hambre”, concluye. Una situación que contrasta con los copiosos “desayunos” que comparten al anochecer.

Interior de la mezquita de A Estrada. |

Unas comidas a las que se unen todos los miembros de la casa, pese a que los niños no están obligados a realizar el ayuno. Estos deben comenzar a hacerlo cuando llegan a la pubertad: en el caso de las niñas, cuando tienen su primera regla; en el caso de los niños, cuando empieza a cambiarles la voz. De igual modo, las personas enfermas no tienen que unirse al ayuno, y también es opcional para las mujeres embarazadas. De hecho, Bouh pudo llevarlo a cabo sin problema, pero El Nabaoui tuvo que interrumpirlo en uno de sus embarazos.

Acabará el 12 de mayo, tras 30 días de oraciones y ayuno diurno

Los 30 días de ayuno culminarán el 12 de mayo; el día que el Ramadán llegue a su fin. Suele ser un momento de gran celebración que comparten con sus familias, amigos y vecinos. De hecho, la comunidad islámica de A Estrada organizó, en años anteriores, una fiesta de fin del Ramadán en la que compartían una amplia variedad de dulces y tés con los vecinos, gracias a unas jaimas instaladas en la Plaza del Concello. Sin embargo, la crisis sanitaria por coronavirus imposibilita que esto se pueda volver a repetir este año.

Rezos durante el Ramadán en la mezquita de Lalín | // BERNABÉ

Rezos y solidaridad

Pero el Ramadán no solo se basa en el ayuno, sino también en la importancia del rezo y de la entrega a la religión. “Sería comparable a la Semana Santa”, dice Bouh.

Según relata El Nabaoui, la comunidad islámica debe rezar cinco veces al día, también a lo largo del mes del Ramadán. Sin embargo, a lo largo de estas fechas tan señaladas, también se hacen unas “oraciones especiales”. Incluso en el día 27 del mes del Ramadán, los practicantes deben estar toda la noche rezando.

En lo que respecta al resto de los días, los hombres suelen ir a las mezquitas y las mujeres rezan en casa, puesto que el templo que hay en A Estrada tiene unas dimensiones muy reducidas y no hay separación por sexos.

Otro de los pilares fundamentales del Ramadán es brindar ayuda a los demás. Según Bouh, es algo que debe hacerse durante todo el año, pero con más hincapié si cabe a lo largo de este mes.

Bouh utiliza el concepto “sadaqa” para transmitir esta idea: la de echar una mano a quien más lo necesita, siendo esto una donación voluntaria y basada en la generosidad.

Fundadores de la Asociación Cultura Islámica de Silleda en la mezquita. | // BERNABÉ

Uno de los ejemplos que pone Bouh es el de hacer una donación de dinero a una familia en una mala situación económica. “Se busca a alguien que esté pasando por un momento difícil y hacemos una donación, pero no debe de saber de quién proviene ese dinero”, explica Bouh. Ese “regalo” ha de nacer como una acción desinteresada y voluntaria. “Lo que no queremos es que la otra persona se sienta mal, sino todo lo contrario”, continúa. Por eso consideran que es tan importante no desvelar la identidad de quien realiza el donativo.

Además, Bouh incide en que no importa a que persona se le otorgue dicho regalo. “Por ejemplo, da igual de que religión sea. Lo más importante es ayudar a los demás”, asegura.

Continúa añadiendo un ejemplo de “zakat”, una forma de “sadaqa”. Según relata Bouh, y tal y como hacen en su familia, el último día del Ramadán cada uno de los miembros de la casa ha de hacer un donativo de cinco euros. En su caso, obtendrían un total de 20 euros. Ese dinero lo reúnen con el objetivo de donarlo a alguien que lo merezca y lo necesite.

Por lo tanto, ese es uno de los grandes pilares del Islam: la ayuda al prójimo. Uno de los principios fundamentales de la religión, que se vuelve todavía más importante en el mes del Ramadán, caracterizado, a mayores, por la oración y el ayuno.

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La “nueva normalidad”

La crisis sanitaria que está causando el coronavirus también afecta a las fechas más especiales, independientemente de la religión que se practique. Como no podría ser de otra manera, las tradiciones que rodean al Ramadán deben adaptarse a una “nueva normalidad” caracterizada por constantes restricciones.

Desde la asociación Carabela de Lalín, en la que suelen trabajar con miembros de la comunidad islámica, aseguran que las limitaciones por coronavirus prohíben la celebración de las reuniones sociales que solían producirse en el mes del Ramadán, bien entre familiares, vecinos o amigos.

El Nabaoui concuerda con estas palabras. Antes de la crisis sanitaria era habitual que se invitase a cenar a más personas que las que integran la unidad familiar, pero este año es una opción que ni siquiera se baraja debido a las restricciones. En su caso, son cinco convivientes, las únicas personas con las que compartirá los “desayunos” a lo largo de este mes.

La crisis sanitaria obliga reducir los encuentros sociales y recurrir a videollamadas

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“Antes de todo esto le llevábamos dulces a los abuelos, a los tíos, a la familia en general... Ahora no podemos”, relata El Nabaoui. Es un año “diferente”, “incluso raro”. “Lo único que haré, si se puede, será compartir el fin del Ramadán con mi hermano e iré a visitarlo”, asegura. Mantener la distancia con los seres queridos ha pasado de excepción a norma.

En el caso de Bouh, la situación es muy parecida, aunque ella matiza que toda su familia reside en Marruecos. Por lo tanto, aunque no hubiese restricciones, tampoco podría reunirse con sus familiares. Ella, como tantos otros, se ve obligada a recurrir a las pantallas como salvavidas. “Hacemos videollamadas a través del móvil”, dice. Una de las pocas opciones que reserva el coronavirus para compartir tiempo con los seres queridos.

Este será, por tanto, un Ramadán marcado por la pandemia de Covid-19. Por el respeto a unas restricciones que limitan los actos sociales, las mascarillas, la distancia de seguridad, el lavado de manos. Pero un Ramadán que, al fin y al cabo, la comunidad islámica vivirá con el mismo fervor que todos los anteriores. Y es que en los tiempos del coronavirus, lo único capaz de romper las distancias es la devoción.

Una jornada para favorecer la integración

En el 2019, la Comunidad Islámica de A Estrada organizó unas jornadas de celebración del fin del Ramadán. Las 25 familias que integran el colectivo instalaron unas jaimas en la Plaza del Concello en las que ofrecían, gratuitamente, una grandísima variedad de dulces y tés típicos . Pese al éxito en la convocatoria, no pudieron volver a celebrarlo en el 2020 debido a la irrupción de la crisis sanitaria del coronavirus. Este año, dada la situación actual, tampoco podrá ser.

El atleta estradense Mehdi Nabaoui cumple cada año con el Ramadán, con entrenamientos nocturnos de mantenimiento

La fe de un campeón nacional

El atleta estradense Mehdi Nabaoui venció el pasado sábado en los 5.000 metros del Campeonato de España Sub-20. Esta competición fue la última del joven deportista antes de un largo parón de competición motivado por el Ramadán. A lo largo del próximo mes, Nabaoui llevará a cabo un entrenamiento adaptado por su entrenador, Ángel Fernández Bugallo, a su estado físico. El objetivo en este tiempo es no forzar demasiado su cuerpo y al mismo tiempo intentar mantener lo máximo posible su gran estado de forma actual. Una vez finalizado, llegará un trabajo diferente, casi de pretemporada. En total serán dos meses los que Nabaoui necesitará para estar de nuevo al cien por cien. El estradense de origen marroquí afronta sin embargo con mucha moral y orgullo una tradición que implica un gran sacrificio personal a la hora de conjugarlo con el alto rendimiento físico.

Ángel Fernández explica que el Ramadán tiene dos condicionantes evidentes a la hora de un entrenamiento exigente, la falta de líquidos y nutrientes. El técnico recuerda que Nabaoui intentó un año mantener los entrenamientos por la tarde, pero tuvo que parar a los pocos días al faltarle las fuerzas. El plan tras varios años de pruebas, pasa por realizar entrenamientos nocturnos, una vez pudo comer y beber. La primera semana es de tres días de entrenamiento de rodaje suave. Luego irían aumentando poco a poco las sesiones e intensidad, aunque siempre pendientes de las sensaciones que tenga el atleta. “Tengo que hablar mucho con él para que me va diciendo cómo se encuentra. Hace falta mucha fuerza de voluntad y él la tiene. Alguna vez le planteé adaptar el Ramadán a la competición como hacen otros atletas pero no quiere. Siempre me recuerda a El Guerrouj”.

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