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Pescando en la red

Cada día Rafa Carbia reparte los pedidos que le llegan en su red de Whatsapp. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Se dice que río revuelto es ganancia de pescadores. Quizás lo sea para quienes lanzan la caña. Por el contrario, aquellos que viven de lo que otros pescan no han tenido más remedio que ingeniárselas en el último año para poder salir a flote cuando vino el coronavirus a enturbiarlo todo. El estradense Rafael Carbia es un ejemplo de ello. Con el 70% de la facturación de su negocio ligada a la restauración, el confinamiento y todas las restricciones que vinieron después para el sector le obligaron a pensar en una salida para no verse abocado a realizar despidos. La encontró. Desde hace meses, además de acudir puntual a la lonja mientras sus clientes duermen, él se dedica a pescar en la red.

El pescado ha sido siempre el negocio de su familia. Desde los 21 años se sumó en serio y por entero a la actividad, si bien antes no faltaron vacaciones en las que arrimar el hombro en la pescadería. Desde hace cinco años este vecino de A Estrada ha dado su nombre a su propio negocio. Distribuye desde Cuntis hasta Lalín y tiene una tienda en la capital cuntiense como complemento a la actividad que realiza y como lugar en el que se limpia y prepara el pescado que cada mañana compra en la lonja de A Coruña.

Y entonces llegó el COVID. Con la inmensa mayoría de la facturación ligada a la restauración, la cosa se complicó para este empresario. Reconoce que, en lo personal, comenzó a sentir miedo a caer en las garras del coronavirus porque tiene factores de riesgo. En lo profesional, relata que la situación de las primeras semanas en la lonja fue de caos absoluto. “Solo podías entrar de 15 en 15 y te daban 10 minutos para coger lo que te apartaban los barcos directamente”, indica, sin dejar de reconocer que la premura con la que había que trabajar terminaba haciendo que se pusiese a los lotes el precio que se antojase. “Para arriesgarme a enfermar y traer el pescado que no reúne las condiciones que yo considero o que me haga perder dinero, decidí cerrar 15 días hasta que todo se organizase”, dice. “Ibas entrando por orden de llegada; incluso había gente que se ponía a jugar a las cartas mientras esperaba. Había días que casi no dormía y aun así entraba en el quinto o en el sexto turno”, recuerda.

En el duro confinamiento

Fue entonces cuando Rafa, contando con la colaboración de sus trabajadoras, decidió echar el cierre dos semanas. El día que volvieron a abrir hubo muchas ventas, pero el resto de la semana fue un desastre. Eran tiempos de duro confinamiento. “Había cuatro o cinco personas a las que le llevaba a casa el pescado y decidí hacer un grupo para gente que no pudiese salir a comprar”, indica Carbia. En aquella primera lista de difusión de Whatsapp tenía 67 personas. Ahora tiene una al límite de lo permitido –364 contactos–, otra con más de 200 y una exclusiva para trabajadores del centro de salud, con más de 30.

No todo lo que cae en la red es pez, así que, evidentemente, Rafa Carbia no sirve pescado fresco todos los días a este volumen de clientes. Sin embargo, el uso de esta red social le permite hacer una media de 25 entregas a domicilio por jornada. Ello supuso un desahogo importantísimo para la empresa: de llegar a plantearse la opción de despedir a una persona a contratar a dos más. Contándolo a él, en estos momentos son ocho en el negocio.

Madrugón diario

Rafael Carbia se levanta todos los días a las dos y media de la mañana y parte rumbo a la lonja de A Coruña. La venta comienza en torno a las 05.50 horas. Sin embargo, este estradense quiere estar muy pronto, porque antes de esa hora de apertura van llegando de manera constante los barcos de cerco, que ya venden el pescado que traen. “Justo antes de salir de A Coruña mando la lista con lo que tengo.”, explica. De este modo, antes de las ocho de la mañana los clientes incluidos en su lista de difusión ya pueden empezar a realizar encargos. El primer turno a domicilio se reparte a partir de las 10.30 y, a media mañana, salen las ventas de un segundo turno, para aquellos que piden más tarde porque no necesitan el producto para el almuerzo. A todos ellos el pescado solicitado les llega limpio y preparado a su gusto. Solo hay que meterlo en la cazuela. Un mensaje facilita al cliente la lista de pescados y precios del día, reservando siempre un lugar a la sugerencia de la jornada, bien porque está a muy buen precio o porque es de temporada. El servicio también incorpora algunas fotografías –sin saturar– para que el cliente vaya abriendo boca.

A lo bueno y cómodo todo el mundo se acostumbra pronto. Fue por ello que cuando los hosteleros volvieron a levantar sus persianas algunos de los clientes de esta red pensaron que su pescadero de confianza los abandonaría. “Les dije que me habían dado la oportunidad de poder remodelar mi negocio para poder subsistir y que ahora no los voy a dejar tirados. Si cuando lo necesité tuvieron el detalle, ahora tengo que seguir atendiéndolos”, resume agradecido.

Sin colas y al gusto

Los sábados no hay pesca de cerco y Rafa puede aprovechar para dormir un poco más. No lo consigue. Su cuerpo ya está preparado para abrir los ojos a las 02.30, cuando los más noctámbulos todavía se están yendo a la cama. “El que quiere pescado bueno, tiene que estar allí. No puedes llegar a la lonja a las cinco y media o seis menos veinte. Hay que madrugar: El que algo quiere, algo le cuesta”, dice, muy consciente de que este sacrificio exige que el trabajo te guste.

Carbia reconoce las ventajas para el cliente de este nuevo servicio a domicilio que ofrece. “Te evitas hacer colas y, cuando conoces el producto, es como cuando vas a una cafetería y te ponen el café como a ti te gusta, sin necesidad de pedirlo”. Las nuevas tecnologías fueron sus aliadas para reorientar su negocio y, con ayuda de esta red de seguridad, este estradense puede seguir pescando.

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