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Julia Carballo alerta del peligro de volver a recubrir el edificio quemado con planchas asfálticas

“¿Es consciente el alcalde del peligro latente en el pueblo o piensa aún que esto lo provocaron unos centímetros de hierba?”, inquiere la copropietaria del solar colindante, del que ardió una mínima parte

Los andamios han sido colocados en el solar y en la acera de la calle Trasdeza. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Casi nueve meses después de que un voraz incendio dañase el edificio situado entre las calles Venezuela y Trasdeza y coincidiendo con el inicio de las obras de reparación, la propiedad del solar colindante se pronuncia por primera vez sobre los hechos: “No quería causar dolor a aquellos que vieron dañados sus domicilios, pero son demasiadas las afirmaciones que no responden a la realidad”, declara Julia Carballo Arceo, copropietaria del predio, que aporta un punto de vista “técnico” en base a sus “estudios de arquitectura”.

¿Dónde se originó el incendio del 17 de julio de 2020? A falta de testigos y a la espera del informe de los especialistas de la Guardia Civil, “todo parece indicar que comenzó en la parte baja del edificio o en el suelo de esa zona del solar, a muchos metros de la calle”, señala Julia Carballo, que niega que en su parcela hubiese hierba acumulada. Sobre la autoría del fuego, subraya que su propiedad tiene “acceso desde la calle y desde las viviendas colindantes”. En todo caso, lo que se incendió fue “la aislante exterior del edificio” número 2 de la calle Venezuela. Por eso, muestra su preocupación ante la falta de información sobre las obras en marcha: “¿Van a repetir la plancha asfáltica que tan peligrosa se manifestó?”, pregunta, haciéndose eco de la preocupación de “varios en Silleda”.

La finca colinda con cuatro edificios, pero las características de los otros tres “son muy diferentes y hacen que las llamas producidas por 12 centímetros de hierba no tengan capacidad para dañarlos, igual que no dañaron el muro de bloques de hormigón”. El solar “no fue arrasado”, sino que “solo se quemó una pequeña parte y los cuatro nogales que allí había siguieron en perfecto estado”. “La cantidad de materia a arder en la finca era tan poca que las pequeñas llamas avanzaban desprendiendo humo gris y dejando atrás solo materia que ya no ardía –manifiesta–. Mientras, las planchas asfálticas del recubrimiento vivían su propio incendio desprendiendo un denso humo negro”.

El revestimiento que tenía el edificio hacia su solar era de material inflamable, “clasificado por las UNE-EN 13501-1 como de clase E: ‘Combustible de contribución alta al fuego’, añadiendo la clasificación ‘d’ con ‘Caída de gotas’”. “Dicho material, compuesto de fibras y resinas saturadas en asfalto, se reblandece y mueve con calor. A temperatura ambiente es suficiente acercarle una cerilla para que arda”, por lo que “no es apto para ser colocado en lugares donde haya acceso de terceros o público”, sostiene.

Normas aparte, el material ardió en sus casi veinte metros de altura en tiempo récord, “entre 4 y 6 minutos”, detalla. Y, en medio de una columna de humo negro, trozos de planchas salieron volando, lo que provocó fuego en la calle, otras parcelas o vehículos aparcados. “Podía haber sido mucho peor, en el entorno hay vivienda con estructuras de madera en la cubierta y otros edificios con el mismo material asfáltico”, advierte. La temperatura fue “altísima”, derritió materiales sin arder y fue “la razón de que las lunas reventaran”.

“¿Quien puede desear que en su propiedad, o contra su propiedad, pongan un material así?”, inquiere Carballo. Intentó en vano hablarlo con el presidente de la comunidad, “que nos dijo que él era un vecino más”, y con el técnico del seguro, que “nos contestó que aquel era el material que habían asegurado y es el que pondrían, si la comunidad no decidía una mejora”.

A día de hoy siguen sin tener “el más mínimo conocimiento” de lo que van a poner en su propiedad. En cambio, ya hace meses que la aseguradora les pidió 90.000 euros para estos trabajos. Se les pide que paguen pero atender a su seguridad “no es un tema a tratar”, lamenta Carballo. No es la única demanda. La primera fue por la cubierta del edificio al otro lado de la calle, quemado por las planchas asfálticas. “No es posible que 12 centímetros de hierba alcancen la cubierta de un edificio de unos 20 metros de altura y otros 20 de distancia horizontal, con un cierre por medio”, esgrime. También les sorprende otra de 10.000 euros para ropa afectada por humo de la tienda que existía en el bajo. “¿A qué humo se refiere? Al gris de la hierba de 12 cm, que es materialmente imposible que llegara a la tienda, o al negro de la placa asfáltica de su propia pared trasera”, se pregunta. Le extraña que se tramite una licencia reciente, como es este caso, sin asegurarse de que el edificio cumple “unas ciertas condiciones básicas y, por lo que se ve, no cumplía ninguna normativa de incendios”, asevera.

“¿Es consciente el alcalde del peligro latente que existe en el pueblo o continua pensando que esto lo provocaron unos centímetros de hierba?”, interroga Carballo Arceo. “Tal vez, este material podría ser aceptable en un lugar más frío, pero no en una situación de soleamiento en que el propio aire superó los 40º y en una zona donde las temperaturas aumentaran en los próximos años”, remarca.

Niega responsabilidad en la tardanza de las obras

Respecto a la tardanza de las obras, la propiedad de la parcela contigua niega que fuera por su culpa, por no haber permitido colocar el andamiaje. Por un lado, “no necesitaría en absoluto ocupar el solar para hacer las obras en altura”, pues “actualmente sobra maquinaria con que hacerlas desde la acera”. Otra cosa es “la comodidad: que les sea más cómodo, sí es posible”, apostilla Carballo Arceo. “Pero para pedir un permiso que te conviene, hay que, por lo menos, solicitarlo con educación y escuchar a la otra parte –aduce–. Su alternativa fue, sin pedir y sin mediar palabra, enviar directamente un burofax amenazando con el juzgado, incluso antes de saber si tenían autorización para las obras”. La actitud siguiente fue de tal calibre que el abogado de los propietarios del solar llegó a la conclusión de que era imposible cualquier tipo de conversación o acuerdo con alguien que daba por hecho que la culpa y toda la obligación era exclusivamente del otro. Esto sucedió hace “muchos meses”. El solar quedó abierto exactamente dos días antes del que manifestaron que iba a comenzar la obra, indica Julia Carballo. Admite que, a finales de noviembre, el juez le dio “permiso para pasar el material por el solar y poner un andamio”, pero “para nada más”. Aun no tiene constancia de cuál fue la causa de que las obras tardaran nueve meses en comenzar, “pero el solar colindante seguro que no lo fue”, zanja. “El expediente de autorización municipal o comunicación previa o lo que la administración les haya solicitado no finalizó hasta el 1 de marzo; esta si que parece una causa razonable”, colige. “Puede ser que, como a nosotros, no ofrecieran al Concello las garantías de seguridad suficientes para que las condiciones que pusieron en peligro a tantas propiedades no vuelvan a unirse”, concluye.

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