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Mantener cerca del alcance de los vecinos

Las farmacias del rural constatan un aumento de clientes debido al teletrabajo y al asentamiento de nuevos residentes

Alexandra Couto, en su farmacia de O Foxo / Bernabé/Javier Lalín

Durante los últimos meses, es habitual que Alexandra Couto, de la farmacia de O Foxo (A Estrada) dedique la tarde de los sábados a colocar la mercancía en su botica. El boom de clientes a raíz de la pandemia ha sido tal que a los dos trabajadores de este local se sumó otra persona, en octubre, para atender en ventanilla. Y aún así, hay jornadas “en que trabajamos diez, once horas”.

El confinamiento de la pasada primavera implicó que muchos estradenses con casa en el rural pero que solían laborar en la villa o en Santiago tuviesen que teletrabajar, por lo que acabaron haciendo más vida en su lugar de residencia. Eso implicó comprar más en el ultramarinos de toda la vida, poder disfrutar del reparto a domicilio del pan o, también, comprar en la farmacia de la aldea.

“También ocurre que personas que tenían aquí su segunda residencia, desde el inicio de la pandemia, decidieron vivir a diario en el rural”, apunta Guillermo Freire, de la farmacia de Oca, también en A Estrada. Una de las ventajas que tienen las boticas de aldea, a la hora de hacer cola, “es que disponen de ventilación natural, zonas amplias de aparcamiento y total garantía de suministro de medicamentos”, añade este farmacéutico.

Guillermo Freire, en su botica de Oca / Bernabé/Javier Lalín

Ansiolíticos

Y, en contra de lo que pudiera pensarse, no se disparó la venta de tranquilizantes en los casi 11 meses que llevamos de pandemia. “Ese incremento no va a notarse de forma rápida”, alerta Alexandra Couto. De hecho, es ahora, en los últimos meses, cuando expertos avanzan de las secuelas psicológicas que puede dejar la crisis sanitaria en la sociedad. La farmacéutica de O Foxo sí detectó, en las primeras semanas del estado de alarma, una demanda muy elevada tanto de mascarillas como de guantes. “Y ahora continúa esa demanda, porque los clientes prefieren adquirirlas aquí y evitar así aglomeraciones en otros centros”. Couto recuerda cómo en los inicios de la crisis sanitaria, las mascarillas FFP2 estaban la friolera de casi 6 euros la unidad, pero con el tiempo llegaron a situarse en el 1,50 euro actual.

También durante la primera ola la necesidad de termómetros llegó a agotar existencias en la apoteca de O Foxo. Guillermo Freire recuerda el tremendo interés por el termómetro de pistola, que antes de la pandemia era un auténtico desconocido para el ciudadano de a pie.

Y mientras mascarillas y termómetros viven su particular época dorada gracias al coronavirus, hay otros productos farmacéuticos a los que la crisis condena a la estantería, a saber por cuántos meses. Pedro Patiño se encarga desde hace un par de años de la única farmacia que hay en Dozón, en el casco urbano de O Castro. Al estar ubicada al pie de la Vía de la Plata, entre sus clientes habituales solían figurar peregrinos que, antes de llegar al albergue, hacían parada “para adquirir plantillas y cremas para el dolor de pies y piernas. Para nosotros, la ruta jacobea era fundamental a partir del mes de marzo”, relata. Y aunque estemos ya en Año Santo, las restricciones sanitarias han frenado cualquier trasiego de romeros. A cambio, en esta botica de O Castro “ahora compra más gente que vive en Dozón pero que tiene el médico en Lalín. Prefieren evitar colas de espera”. El municipio cuenta en los últimos meses con nuevos vecinos, dos parejas que han cambiado Madrid por el concello más pequeño de Deza.

Pero sí existe algo positivo en esta crisis sanitaria: la gripe ha pasado prácticamente inadvertida, hasta el punto de que “nos han caducado cajas enteras de antigripales. Esto demuestra que la mascarilla funciona” a la hora de frenar tanto los contagios de gripe como catarros y resfriados derivados del frío. Ni antigripales, ni siquiera pastillas contra la tos o la irritación de garganta están entre las demandas de productos en las farmacias. “Días atrás, un delegado de cooperativa me comentaba que este año habían vendido a farmacias un 60% menos de antigripales, y eso que estos productos suelen estar entre los de mayor venta” explica Alexandra Couto. Los beneficios de las mascarillas a la hora de evitar la gripe nos permiten pensar que quizá no sea descabellado seguir usándola durante los inviernos para evitar esta enfermedad.

Pedro Patiño, en la farmacia de O Castro / Bernabé/Javier Lalín

Hay otro punto a favor de la pandemia: la autorización a las farmacias para que lleven a domicilio los medicamentos de aquellos clientes que estén confinados o que hayan dado positivo en coronavirus. En realidad, en las farmacias de aldea era ya una práctica habitual antes de la crisis sanitaria, para facilitarles la vida a clientes de edad avanzada, que residen solos o que no pueden desplazarse por sí mismos a la botica. En Dozón, hacen llegar las medicinas a través de las personas del servicio de ayuda a domicilio, y en O Foxo se ve esta prestación, desde hace tiempo, “como un servicio que prestas como vecino”, recalca Alexandra Couto.

El hecho de conocer casi a cada cliente por su nombre motiva que muchas veces los farmacéuticos sirvan para dar una segunda opinión a sus clientes. “A veces, con las citas telefónicas con sus médicos de cabecera, los pacientes no escuchan bien la recomendación, y nos piden ayuda. Además, hay que pensar que ahora la gente es más reacia a acudir al hospital”, para evitar riesgos de contagio, añade Guillermo Freire. De ahí que el farmacéutico se convierta en un consejero a tener muy en cuenta.

Sin tertulia

En un consejero y, al menos hasta antes del COVID, los y las farmacéuticos eran también un vecino con el que charlar un rato mientras uno espera por los medicamentos. Igual que se hacía con la persona que reparte el pan, la que trae las cartas o la que despacha en la tienda de ultramarinos. Eso sí que se lo ha llevado la pandemia, como lamenta este experto. “Antes, en las farmacias rurales solía haber alguna que otra tertulia entre los vecinos que entraban en el local”. En estos meses grises, ni la distancia social ni la cola para ser atendidos animan a mantener una conversación que distraiga de la situación y que ayude a ponernos al día.

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