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Demasiada máscara, poco carnaval

Establecimientos que venden o alquilan disfraces acusan el bajón total de las ventas en los modelos de adulto y complementos, con escasa salida también de los infantiles

El alquiler y venta de disfraces se desploma este año. // Bernabé/Javier Lalín

Hace tiempo que las niñas ya no quieren ser princesas, como canta Sabina; o sí, pero ya tienen muy claro que no necesitan a ningún príncipe azul para que les saque las castañas del fuego. En carnaval uno puede convertirse en lo que desea, héroe o villano; monstruo o beldad. Es solo cuestión de seguir el dictado del buen humor, la imaginación o de una alocada lluvia de ideas del grupo de amigos. Sin embargo, cuando se ha vivido un año de pesadilla, en el que la vida se ha transformado por completo, uno solo desearía entrar en una tienda y pedir que le pongan un careta con el mismo rostro que lució en 2019, aquella que dejaba al descubierto su sonrisa y que permitía que el aire entrase con facilidad por la nariz. Cuando el calendario anuncia la llegada de estas fiestas, el cuerpo solo tiene ganas de sacarse de una vez por todas una máscara que se ha vuelto, a fuerza de imponerse, muy poco original.

La venta de disfraces para adultos cayó en picado y la infantil se reduce. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

El Carnaval fue lo último que pudimos celebrar en 2020, justo antes de que el mundo se volviese completamente loco y pasase a convertirse en el set de rodaje de una película de tintes apocalípticos. Nadie esperaba mucho de él este año, de ahí que las ventas de disfraces y complementos se hayan desplomado. Desde los bazares orientales a las tiendas que venden telas para la confección de disfraces o que se dedican a su alquiler acusan, directamente, la ausencia del Carnaval.

Masa para orejas elaborada, ayer, en una pandería de A Estrada.

“De adulto cero. Al no permitirse siquiera las reuniones en casas, al no haber desfiles ni la fiesta de Guimarei, todo se fue al garete”, expone Alfredo González desde la firma Tiko Doco en A Estrada, donde habitualmente por estas fechas los lineales rebosan de propuestas para disfrazarse. Apunta, no obstante, que para los niños se vendió a un ritmo similar al del año pasado, si bien reconoce que, en vista de lo que se avecinaba, este año se tiró de stock para no realizar una compra grande en esta campaña y después tener que devolver la colección casi al completo al almacén. “Es una campaña que ya dábamos por perdida así que, tiras con lo que hay”, apunta González. También en los complementos se resintió la venta. Y es que la mayor parte de los disfraces que se venden son para llevar estos días al colegio y se pide expresamente que los alumnos no porten nada en las manos que puedan intercambiar con sus compañeros.

En Modas Teresa de Lalín se puede hablar más alto pero no más claro: “Nada de nada. Cero”. Además de a la venta de telas, se dedican al alquiler de disfraces para adultos, sin haber registrado petición alguna.

“Este año no hay expectativas de venta”, indican desde Droguería Luisa, en Silleda. Inciden en que al no haber movilidad, el carnaval se queda en nada, señalando que en el caso de los niños las directrices de los colegios en cuanto a disfraces son muy concretas y limitan.

Tiempo para amasar las tradicionales orejas

No habrá desfiles, las comparsas no llevarán su alegría hasta cada rincón ni los Xenerais da Ulla recorrerán las calles antes de fundirse en uno de sus tradicionales “atranques”. Sin embargo, si algo no podrá impedir el COVID –al menos para quien no se encuentre infectado, claro– es que el paladar siga disfrutando de los platos propios de cada una de las fiestas que marca el calendario y chafa la pandemia. De este modo, en panaderías y pastelerías –además de en un muchos hogares– se realizan estos días los preparativos para postres tan típicos como las orejas, flores y rosquillas de carnaval, dejando al cocido la antesala en la mesa. En la panadería A Fogaza de A Estrada, por ejemplo, en la tarde de ayer tocó amasar orejas. Y muchas. El establecimiento vuelve a comercializar este año la masa elaborada para que, teniendo en cuenta que el tiempo no acompaña y que hay que permanecer en casa, el que quiera pueda entretenerse estirando orejas hasta dejarlas a su gusto. Más finas, más gruesas, con azúcar o sin él.

La pandemia, temática en los colegios

La pandemia se ha colado en el Carnaval de algunos colegios de la zona. Cada uno tiene preparado un hilo temático para que los alumnos puedan acudir a clase cada día con un elemento motivador. Aunque la inspiración es variada, la crisis sanitaria se deja sentir, y no solo en el hecho de que no se puedan reunir, como habitualmente, los alumnos en el salón de actos o en el pabellón para un desfile o en la prohibición de que porten complementos. En el colegio Figueiroa de A Estrada, por ejemplo, la semana se reserva a los héroes y heroínas “auténticos” del último año. Así, los alumnos fueron el lunes disfrazados de agricultores, ganaderos o marineros, que aseguraron con su trabajo todos estos meses que no falte comida en la mesa. El martes tocó el turno a los tenderos, también al pie del cañón en toda la crisis. Hoy toman el relevo los limpiadores y barrenderos y, mañana, serán los sanitarios los protagonistas. El viernes, los niños elegirán disfraz. Se pongan lo que se pongan, irán justo de lo que son: unos campeones.

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