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De la libertad y sus rutinas

La colocación de collares GPS permitió dos años de observación para conocer mejor a los caballos de O Santo. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Tienen un espíritu libre. En el monte se muestran esquivas cuando el hombre les sale al encuentro, recorriendo su hábitat a galope tendido para marcarse un regate. En la arena, escapan al abrazo. Tratan de evitarlo hasta que al fin parecen comprender que solo encierra cariño y respeto, el mismo sentimiento que luego les hace recobrar esa libertad que tanto anhelan. Los caballos que conforman las manadas de O Santo perpetúan la tradición de la Rapa das Bestas en la parroquia estradense de Sabucedo. Su origen es legendario y su futuro mantiene al hombre siempre cerca, vigilante y protector. Para conocer el presente que comparten, un estudio realizado por Laura Lagos ofrece múltiples datos que ayudan a descubrir cómo viven los bautizados como Fillos do Vento. También la libertad tiene sus rutinas.

El punto de partida del estudio fue comprobar el funcionamiento y la utilidad de los collares GPS para el manejo de los caballos que viven en el monte. En total se instalaron 18 dispositivos de control, la mayoría en julio de 2018 durante la Rapa das Bestas, al objeto de poder hacer seguimiento a las manadas. Otros se colocaron en animales que invadieron fincas, así como en otros que compró la asociación Rapa das Bestas de Sabucedo. En estos casos lo que se pretendía era conocer cómo se comportaban los équidos cuando regresaban a su completa libertad.

Censo

En base a lo que recoge el estudio, se realizó un seguimiento mensual de las distintas greas –como se conoce en Sabucedo a las manadas–, cuestión que permitió extraer una estimación de la población en 2018 y otra al año siguiente. En el primer caso se obtuvo un censo de 236 cabezas, exceptuando a los potros de ese mismo año. En 2019 se registró otro de 255 individuos, también potros al margen.

¿Cómo es su organización? ¿Cómo se forma cada grupo? ¿Qué comen? ¿Qué espacio ocupan? Son preguntas que encontraron su respuesta tras horas de observación, permitiendo conocer en mayor profundidad a los caballos de una cabaña internacionalmente conocida por los fuertes lazos de unión entre hombre y animal, una relación arraigada y transmitida de generación en generación, tanto que hasta semeja capaz de haberse inoculado en el ADN de los de Sabucedo.

Cómo son las manadas

El garañón. Se sabe que es el macho dominante en cada manada. Algunos son famosos por su capacidad para escurrirse en el monte y otros muestran su bravura levantándose sobre las patas traseras y enseñando sonrisa. Pues bien, el estudio observó que cada uno de estos machos reúne a entre 20 y 22 yeguas. A esta singular familia se suman los descendientes, con un reclutamiento medio anual de unos 20 potros. Las causas de que no todos lleguen al curro del Campo do Medio para ser apartados por los niños antes de que comience la Rapa son los ataques del lobo, el robo o bien que sean retirados por sus propietarios. Con una mortalidad estimada en un 3,3%, la investigación señala que esta cabaña estradense crecería un 3,3% anual.

Indica el estudio de Laura Lagos que el tamaño medio de estas agrupaciones equinas oscila entre los 8 y los 29 individuos adultos. El uso de la tecnología aplicada en este seguimiento de los caballos de Sabucedo por espacio de dos años permitió calcular cuestiones como las áreas de campeo de cada una de las yeguas equipadas con GPS. Cabe aclarar que el área de campeo se corresponde con el espacio que usa un animal en sus actividades habituales de alimentación, reproducción o cuidado de sus crías. De la observación se obtuvo la conclusión de que las áreas de campeo de estos caballos oscilan entre las 113 y las 1.165 hectáreas. Sin embargo, el espacio en que viven estos équidos varía en función de si se trata de manadas estables o si son yeguas que no se encuentran integradas, que cambian de grupo o que fueron compradas y no lograron formar parte de un grupo de manera estable. De este modo, en le primer caso los animales se mueven en un entorno de 393 hectáreas, como media, mientras que aquellos de difícil integración muestran un comportamiento más errante, incrementando su área de campeo hasta los 558 hectáreas de media. El área más grande de las observadas –1.165 hectáreas– corresponde a una yegua de la manada de Souto que incluía entre sus zonas habituales fincas y carreteras, mostrando un comportamiento atípico en comparación a los demás.

El estudio acumuló 247 minutos de observación sobre 10 yeguas. El 66% del tiempo lo dedicaron a la alimentación. ¿Qué comían? Pues en un 33% de los casos no se pudo determinar la especie vegetal que conformaba su menú, si bien en el en otro 33% del tiempo de observación se las vio comer toxo y un 30% herbáceas. Las zarzas también forman parte de su dieta. Aclaran que el toxo es alimento de otoño e invierno, mientras que en primavera y verano estos caballos se decantan por un sustento a base de pasto de herbáceas.

Identifiación de las zonas de conflicto

Se dice que la Rapa das Bestas dura 365 días al año. ¿Por qué? Pues porque mantener viva e intacta esta tradición, tratando de que goce de una salud excelente para seguir perpetuándose de generación en generación implica un esfuerzo titánico a lo largo de todo el año. Cumplir con este legado no es solo subir al monte el primer fin de semana de julio ni aloitar en el curro para que los animales salgan rapados y saneados. Esa es solo la parte visible. Todo el trabajo que no se ve mantiene ocupados –y mucho– a los integrantes de la asociación Rapa das Bestas, que han de respetar la libertad de estos animales pero también garantizar su bienestar. Ello pasa por asegurar que tengan sustento en el monte o que no invadan fincas particulares ni desciendan a la carretera. El estudio realizado a lo largo de 2018 y 2019 –por parte de la UDC en colaboración con Rapa das Bestas– permitió identificar zonas que podrían dar lugar a conflicto. Así, de las 16 yeguas con collares, siete realizaron desplazamientos fuera del monte, contribuyendo a identificar estas zonas problemáticas. Siempre en base a este estudio, la primera estaría en Enviande y San Toreado, definida por la invasión de prados y cultivos por parte de las manadas del Cádavo, As Lamas –en la parte alta del lugar en una zona de monte sin generar conflictos– y de yeguas no integradas. La segunda zona conflictiva se vincula a la carretera PO-222 en la zona de Souto. Aquí el problema sería doble: la invasión de la carretera y la entrada en prados y cultivos existentes entre las casas de los lugares Souto. La tercera zona comprendería una amplia área de la parroquia de Arca, también con el conflicto de la presencia de los caballos en la carretera, con el consiguiente riesgo de accidente, y la invasión en fincas y cultivos.

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