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“Pasamos mucho frío. Ayer fue espantoso”

Alumnos del IES Manuel García Barros, ayer, con cazadoras, guantes y gorros durante sus clases. | // FOTOS: BERNABÉ-JAVIER LALÍN

Son las nueve de la mañana. A Estrada va cogiendo ritmo. Lejos del calor de la cama, el casco urbano luce un manto helado. Algunos empuñan todavía la raspeta, tratando de despegar la fría capa del parabrisas de coches que escupen humo como quien carraspea para aliviar la garganta. El termómetro continúa en negativo. “Papá, me lloran hasta los ojos del frío”, dice una niña. Qué razón tiene. Incluso con la carrera de quien llega tarde es imposible ahuyentar la sensación de que el cuerpo entero le reprocha al sol su engañoso brillo. Las clases arrancan con normalidad. No con la que existía antes de la pandemia, sino con la inventada hace unos meses, la misma que impide que, con los rigores del invierno y tras días bajo cero, muchos alumnos puedan asistir a clase en condiciones de temperatura confortables. La prevención exige ventilación y esta obliga a seguir las enseñanzas del profesor con el abrigo puesto, los guantes y, en algunos casos, hasta la manta.

“Pasamos mucho frío. Ayer fue espantoso”

La situación se ha agravado durante estos días de frío intenso, que ha dejado estampas de nieve y heladas tremendas. Sin embargo, algunos centros ya llevan un tiempo notando las consecuencias de la recomendable y exigida ventilación. La prevención contra el virus pesa en la balanza por el bien de todos, pero la calefacción no da abasto para caldear las aulas.

“Estamos pasando mucho frío. Ayer (por el miércoles) fue espantoso”, indica una profesora del IES Manuel García Barros de A Estrada. Algunos docentes imparten las clases con gorro de lana y la mayoría de los alumnos se dejan puesta la cazadora. También varios estudiantes tratan de proteger su cabeza del frío con el gorro y se ponen los guantes –con o sin dedos– para que la sensación de destemple, que se acrecienta al estar sentados, no les deje las manos casi paralizadas. “Lo que hacemos esta tener la calefacción encendida mucho más tiempo y ventilar cumpliendo escrupulosamente las pautas mínimas”, explican desde este centro educativo. Reconocen que la situación varía en función de la orientación de las aulas, de manera que aquellas situadas en zonas menos sombrías del edificio son “más amables” en estos días bajo cero.

Ventanas abiertas en el CEIP de A Bandeira.

Antes de volver al instituto tras las vacaciones de Navidad fue preciso encender un día de calefacción para ir atemperando el centro. Algunos alumnos complementan el esfuerzo de los radiadores con mantas o chales, que ya dejan preparadas en su mesa o que introducen cada mañana en sus mochilas. En jornadas como las de esta semana no queda más remedio que ventilar “yendo a los mínimos exigibles para que sea saludable”, conscientes de que si mantienen la ventana abierta todo el tiempo sería imposible dar o seguir una clase sin rozar la hipotermia.

Como hace el García Barros, el colegio de A Bandeira (Silleda) se prepara para comenzar a utilizar la aplicación desarrollada para la ventilación en los centros por la Universidade de Santiago de Compostela (USC). Implica introducir las dimensiones de cada aula, la orientación, medidas de las ventanas o cuántos alumnos comparten cada espacio, entre otros parámetros. Atendiendo también a las condiciones meteorológicas, se establece qué tiempo de ventilación precisa cada estancia en particular cada 20 minutos.

Aunque la práctica hace la costumbre, hay que ir al libro para interiorizar la rutina de aireación. Cada docente tiene que llegar 15 minutos antes de que entren los niños para abrir las ventanas. Luego ha de ventilarse 5 minutos en cada cambio de clase, durante todo el recreo y otros 15 minutos a la salida. A mayores, cada 20 minutos los protocolos exigen cinco de ventilación. Aunque necesario, no hay radiadores que aguanten este pulso constante.

“Con estas temperaturas cuesta bastante, aunque hay que decir que los niños son fantásticos porque responden a todo lo que hagas, a cada cambio”, apuntan desde el CEIP de A Bandeira, si bien reconocen que con estas heladas se hace cuesta arriba mantener unas condiciones agradables en el aula. Aun así, no queda otra que acudir más abrigados y cumplir las normas a rajatabla. “Somos los primeros que queremos que no haya ningún contagio”, inciden.

Una alumna prepara su bata-manta.

En el CEIP Figueiroa, uno de los de mayor matrícula de A Estrada, el protocolo anti-COVID marca el día a día en las aulas, si bien su director asegura que se intenta “ir por encima” de lo marcado en las aulas en las que da el sol toda la mañana. “Cada profesor, dentro del protocolo, ventila de una forma personal”, explican, subrayando que el “sentido común” se va aliando a la normativa vigente. Aunque pueda haber algún niño que se ponga la cazadora “de forma puntual”, reconocen que la calefacción no descansa.

Tampoco en el colegio de O Foxo se da tregua a los radiadores por la falta que hacen. En sus aulas se intentan mantener, siempre que se pueda, la ventana un poco abierta y también las puertas, para favorecer que el aire circule. “Los niños vienen bien abrigados porque no es el confort de otros años”, explican. Los estudiantes más frioleros se cobijan en el chaquetón y también los profesores lucen de cuando en vez abrigo. Con todo, asumen que las condiciones “se pueden llevar” y no impiden la normalidad en el desarrollo de las sesiones. “Estos días se notó más”, dicen en relación a la ola de frío.

Forcarei está habituado a las nevadas. Ello podría ayudar a que en el colegio Nosa Señora das Dores algún que otro estudiante haya pasado en camiseta algunas de estas gélidas jornadas. Explican que el edificio está muy bien orientado y que el sol que acompañó estos días incide durante toda la mañana en los grandes ventanales, de manera que se puede compatibilizar mejor la ventilación contra el COVID con el frío que espera fuera, permitiendo aulas que no dejen a los estudiantes de piedra.

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