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La crisis que movió la barra

Los hosteleros se las ingenian para servir cafés o menús del día a su clientela habitual aunque sea a puerta cerrada

Dos clientes saborean un almuerzo sobre la acera, al pie de la N-640 en Liñares. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Servicios para llevar en el lalinense Café de Mili, en el Alameda. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Por la ventana del Restaurante Rio Liñares

La crisis que movió la barra

Un buen hostelero conoce a sus clientes. Sabe a quién le gusta el café con leche desnatada, quién lo prefiere cargadito o quién le pone acento añadiéndole unas gotas de orujo. Las restricciones sanitarias han obligado al sector a echar el cierre durante un mes. Sin embargo, ajustándose a lo recogido en la normativa, los hosteleros de Deza y Tabeirós-Terra de Montes se las ingenian estos días para servir cafés o menús para llevar a su clientela habitual, aunque tenga que ser a puerta cerrada. Otro de los efectos de la crisis para el sector, uno de los más golpeados por la repercusión económica de la pandemia, es que la barra cambia de sitio.

En municipios como A Estrada o Silleda se han puesto en marcha iniciativas para que los consumidores puedan estar enterados de qué establecimientos siguen ofreciendo sus productos, ahora para llevar. Restaurantes y cafeterías se integran en listas que los vecinos pueden consultar a través de los portales municipales. En el caso de A Estrada, por ejemplo, son 28 los locales que se han apuntado al formato take away para capear el temporal y en Silleda la relación la conforman 22.

“Sí, nos ordenan cerrar el restaurante pero no vamos a abandonar a nuestros clientes. Os merecéis comer bien”, reza el cartel que anuncia el menú en el Restaurante Río Liñares. Empezaron este lunes a servir menús a través de una de sus ventanas. La idea es que funcione por encargo, de tal manera que el cliente simplemente pase a recoger el pedido a la hora convenida. Sin embargo, de los 40 menús que sirvieron en la primera jornada, solo 10 habían sido encargados. La experiencia es un grado y estos restauradores estradenses estaban preparados para no dejar a nadie sin comer. Los platos del día pueden consultarse en su web, su página de Facebook, por correo, teléfono, enviando un Whatsapp o en los carteles que continúan luciendo en la entrada. Consultado el menú, el cliente elige el medio que le resulte más sencillo para hacer el encargo y selecciona un horario para recoger. Si se decanta por el menú del día, este irá acompañado por todos los utensilios necesarios, desde los cubiertos hasta el mantel, los palillos o las gotas para el café (para los clientes que habitualmente las piden en sus mesas).

“Los clientes de todos los días están viniendo igual ahora”, explica Belén Gorís, que reconoce que le da pena no poder dejarlos pasar al comedor y ver cómo se quedan en sus coches comiendo, sin dudar en hacer uso de los manteles aportados por este restaurante. Los primeros en almorzar llegan a las 12.15 horas y son trabajadores de líneas de transporte escolar. También estos trabajadores marcan la hora de los últimos menús que salen, sobre las 15.30. Otros muchos se llevan la comida a casa y otros a sus empresas, aprovechando que los envases pueden calentarse en el microondas. Antes de que el coronavirus lo cambiase todo, el Río Liñares podía servir en épocas buenas unos 120 menús al día. Bajaron a entre 50 y 70 durante la pandemia y su iniciativa les lleva estos días a entregar para llevar medio centenar de menús a la hora del almuerzo.

“La gente nos está apoyando muchísimo. Los clientes se están portando muy bien, vienen y nos dejan hasta propina. Podemos estar muy orgullosos”, apunta el hostelero Javier Rey, que regenta tres locales en el casco urbano de A Estrada. Uno de ellos lo tiene cerrado; otro lo abre los fines de semana y en la céntrica Cafetería Alameda la “barra” se ha plantado bajo el dintel de la puerta. Una mesa hace las veces de mostrador. Solo se despechan cafés para llevar y bollería. Su horario: de 08.00 a 13.00, para que los clientes no se queden sin disfrutar de su café. “Es otro golpe duro, como el del principio”, apunta Rey. Explica que antes el Alameda servía unos 500 cafés diarios, de los que en torno a 400 se despachaban por la mañana. En la mañana de ayer salieron 220 para llevar. “La venta de café bajó, pero no tanto. Bajó mucho la de los vinos. La gente mayor que venía, ahora ya no lo hacía”, explica, para apuntar también que los clientes tienen menos miedo a tomarse un café que a ir a comer o a cenar. “Un restaurante a día de hoy es más seguro que un hospital”, subraya, haciendo hincapié en las constantes tareas de desinfección que se venían aplicando en mesas y sillas.

“El problema es a ver cómo vamos a cubrir los gastos. No nos perdonaron un duro en los nueve meses que van allá. No sé si piensan que donde metemos el café metemos papel y sacamos el dinero”, lamenta este empresario. El servicio para llevar alivia la herida del sector, pero está lejos de curarla.

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