Fue un proyecto largamente acariciado por el actor estradense Gonzalo Valcárcel. El clásico monólogo del dramaturgo Antón Chéjov que interpretó hace 13 años le dejó huella. Y siempre quiso retomarlo. Curiosamente, el Covid –que deshizo tantos y tantos planes– le brindó la oportunidad de hacerlo. No es el momento de tener muchos actores hablándose de cerca sobre un escenario. Y la Escola Municipal de Artes Escénicas (EMAE) de A Estrada asumió el reto poner en escena Sobre o mal que fai o tabaco, con Valcárcel como monologuista y música en vivo de tres componentes del taller de música moderna “Carlos Barruso”: Juan Núñez, Pablo Bernárdez y Manuel Castedo. Valcárcel le dedicó el confinamiento y lo usó como baza para ser “el mismo que era antes del Covid”. El preestreno de la noche del jueves y el estreno de la del viernes supuso para los implicados en la obra y el público una auténtica catarsis poscovid... en la nueva ola.

Si la noche del jueves había sido una noche “muy bonita” por estar rodeados de amigos, los integrantes del equipo de “9+1” que se han implicado en el proyecto –además de Valcárcel, Núñez, Bernárdez y Castedo, también el director Santiago Cortegoso (nominado al premio Max y ahora director de una obra del Centro Dramático Galego), la actriz Chelo do Rejo como ayudante de dirección, los técnicos Valentín Torrado “Curi” y Anxo García en la parte técnica también el gerente de la EMAE, Xosé Lueiro, como productor y la hija de Gonzalo, Sara Valcárcel, como ilustradora del cartel y otros elementos artísticos de la obra– vivieron el viernes una noche “superior” con “momentos mágicos”. La “montaña rusa de emociones” en la que el monólogo de Valcárcel y la música de Núñez, Bernárdez y Castedo sumió al respetable motivó que no solo al público se le erizase el vello sino que también le ocurriese lo mismo al elenco artistico. Los espectadores que desafiaron al Covid que atenaza A Estrada en la última semana aplaudió en pie el nuevo espectáculo. “Un maravilloso ejercicio interpretativo” y una mezcla de risas tristes” con “silencios llenos de profunda ternura” , en palabras de Lueiro, configuraron una noche de teatro “con mayúsculas”, del que Chéjov sin duda alguna se enorgullecería.

Fue una catarsis colectiva que deja buen sabor de boca y hambre de más teatro del bueno.