Un año para dar calabazas
Productores locales aseguran una magnífica cosecha en un 2020 en el que peligran las fiestas de Samaín que avivaron este cultivo

El estradense José Chedas muestra su amplio surtido de calabazas. / // Bernabé/Javier Lalín
A Estrada
La calabaza es todo un símbolo del otoño. No solo porque cuando el frío comienza a llegar apetezca degustarlas en crema junto a otras hortalizas, sino porque la celebración pagana que acompaña al Día de Difuntos está especialmente marcada por este cultivo como icono. Lo es, sin duda, de festejos como el Samaín o el importado Halloween, que en los últimos años han disparado la venta de calabazas para que los niños pudiesen cumplir con orgullo la tarea escolar de llevarla decorada a las aulas.
El 2020 parece haber traído una cosecha magnífica. Al menos así lo afirman algunos de los productores locales, tanto aquellos que las comercializan como quienes las utilizan para dar de comer a los animales. Sin embargo, las ventas peligran, como todo lo que tenga aires de fiesta en un año tan gris. Desde algunas fruterías estradenses ya se aseguraba ayer que algunos centros educativos descartaron este año celebrar el Samaín como venían haciéndolo, de manera que esperan que las calabazas no tengan en las próximas semanas la salida que le correspondería si se mantuviese el ritmo de años anteriores. Por tanto, todo apunta a que este será un buen año para que te den calabazas, habida cuenta del excedente que se generará en el campo si cae la demanda.

Un año para dar calabazas
José Chedas, vecino del casco urbano de A Estrada, siempre reservó en su finca un espacio para este cultivo. Asegura que las tiene, principalmente, como hobbie, para él y para su familia, aunque no descarta su venta si la ocasión se tercia. No obstante, pone el acento en se trata de un producto de la huerta con "un precio muy bajo", teniendo en cuenta que no llega a la mesa. Cada año recoge entre 50 y 100 calabazas y disfruta de verlas crecer de todos los colores, desde las más rojizas a las verdes. "Las hay pequeñitas como una bombilla o algunas que llegan a los 50 o los 80 kilos", explica.
En Callobre, Luisa Diéguez disfruta este año de una cosecha de récord. Indica esta vecina que siempre cosechó calabazas entre el maíz. "El año pasado hubo pocas pero lo de este es una invasión", remarca. De la abultada producción darán buena cuenta los cerdos, ya que, habitualmente, son ellos quienes se encargan de hacer frente a la campaña. "Normalmente no las vendo. Si a algún vecino le hacen falta, se las doy. Estos días una señora las quería para adornar un bar, por ejemplo", comenta. En su finca estas hortalizas han crecido hasta llegar a los 70 kilos, como si nada.
Las fruterías locales que comercializan este cultivo tiran de los productores locales para servir al cliente. Explican que la demanda ha crecido sensiblemente en los últimos años, al abrigo del auge adquirido por las celebraciones de Samaín o Halloween. Es habitual que cada niño acuda lleno de orgullo con su calabaza tallada al colegio y, evidentemente, no todos tienen la suerte de poder cogerla de su propia huerta. Sin embargo, este año podría ser la calabaza la que se lleve el susto y se quede más plantada que nunca, sin opciones de salir de fiesta.
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