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Lucía Filloy Martínez: "El instinto te dice vete, pero pudo más la responsabilidad"

Esta profesora de inglés vive sola pero decidió no regresar a A Estrada por si podía portar el virus

Lucía Filloy Martínez, en el balcón de su piso.

Lucía Filloy Martínez necesitaba ayer un abrazo. De esos que reconfortan y que aseguran que todo va a ir bien. Está lejos de su casa, de los suyos y en una de las áreas madrileñas con las que más se ha cebado el coronavirus. Sale todos los días al pequeño balcón de su piso en Alcalá de Henares a aplaudir a quienes luchan en primera línea para frenar esta pandemia. Este viernes una señora le sonrió desde una ventana vecina. Un gesto tan pequeño, sirvió para llenarle el corazón. "Estos días son más duros porque se suponía que tenía que estar viajando a casa porque en Madrid empezaban las vacaciones de Semana Santa", dice. Entre el 2 y el 7 de abril tenía previsto estar con los suyos en A Estrada, reservándose del 8 al 12 un tiempo para un viaje. El Covid-19 tumbó todos sus planes e, incluso, su escepticismo inicial frente a la alarma. Reconoce que en un primer momento se preguntaba "¿será para tanto?". La realidad se encargaría de confirmárselo.

"El hospital está saturado. Me enviaron un vídeo de un hotel por delante del que paso muchas veces y en el que estaban sacando camas para llevar para el hospital. Empiezas a ser consciente de que esto es serio", dice al rememorar los primeros días de esta crisis. Lucía estudió Traducción e Interpretación pero sus pasos se encaminaron hacia la enseñanza. Tras cubrir una vacante en 2017 y pasar por Toledo, en 2018 aprobó las oposiciones en Madrid. Los jueves hace teatro. "Ayer hicimos una clase por videollamada y una amiga que perdió a su madre nos dijo que era muy duro, que eras un número; habló de un código de barras? Estuvo en el hospital de Alcalá de Henares y dijo que era horrible, que no quería que nadie pasase por eso", narra.

En el día a a día solo sale a tirar la basura, al súper y a la farmacia. "De verdad que creo que lo mejor que podemos hacer es quedarnos en casa", insiste. "Mucha gente me pregunta por qué no me fui a Galicia. Cuando cancelaron las clases en Madrid mucha gente se fue. Hubo un éxodo masivo", indica. Ella decidió quedarse. "Me pudo más la responsabilidad de no llevarlo [el virus]. En el momento el instinto te dice: vete con tu familia. Aquí no tengo familia, ni pareja. El instinto es irte con los tuyos, pero luego empecé a pensar: hace una semana estuve en una estación rodeada de gente, en un tren...¿y si soy portadora?", relata. Confiesa que hay momentos de duda, en los que desearía salir corriendo y regresar a su casa en A Estrada. Sin embargo, cuando puede pensar en frío y valorar los riesgos, percibe que ha tomado la decisión correcta.

Si estar confinado es complicado, cuando se hace en soledad y lejos de casa, todavía semeja más difícil. "Por momentos. Lo definiría como una montaña rusa. En general, lo llevo bastante bien para lo que yo me imaginaba", apunta Lucía Filloy. El trabajo que comporta el paso de las clases presenciales a las virtuales ocupa su día a día. Dentro de todo el drama y la complejidad, esta estradense se sabe afortunada por tener la tranquilidad de tener plaza, de manera que no ha de sumar a la preocupación general el miedo a qué sucederá a fin de mes. "Esa parte ayuda a estar más tranquila", reconoce.

"A lo que me agarro es a ver que mi familia y mis amigos están bien, porque al final ves y te cuentan tantas cosas? Cada día es un día nuevo y me une incluso más a los míos, porque yo lo que quiero es que estén bien", apunta. Reconoce que su gente se preocupa por ella porque la zona en la que vive estuvo siempre en el ojo del huracán. "No veo mucho las noticias porque soy más feliz", confiesa.

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