Corría el año 1953. Francisca y su marido, Ramiro Loureiro, deciden coger el traspaso de un negocio que ya funcionaba junto al mercado municipal de A Estrada. Acordaron no cambiarle el nombre: Os Peares. Francisca se puso al frente de los fogones. Desde allí lucharía por este negocio familiar durante 46 años, hasta que le llegó el merecido descanso de la jubilación. Su esfuerzo y saber hacer le granjearían a Os Peares una fama que todavía hoy lo mantiene como un referente de la cocina tradicional en A Estrada. Hasta casi podría decirse que no se es estradense de pro si uno no probó sus famosos callos.

"Eran tiempos muy distintos", recuerda Francisca. Rememora cómo la actividad de los días de feria convertía su cocina en un auténtico hervidero, en el que no paraban de salir comandas de callos, carne estofada, cocido o su arroz con pollo. Llegarían después a la carta el pulpo, las truchas o el famoso salmón estradense y también los fines de semana en los que el pulpo y los callos eran éxito garantizado. "Callos los había todo los días. Había clientes para ellos", sostiene. Se cocinaban según su receta, un legado que se mantiene en Os Peares, ahora de la mano de una de sus hijas y de un nieto.

Además de atender la cocina de este establecimiento durante más de cuatro décadas, Francisca tuvo seis hijas, con lo que no es difícil imaginar su carga de trabajo. "No fue fácil pero, afortunadamente, aquí estamos", dice. Cuando se le pregunta por el papel de la mujer en un negocio como el que ella regentaba, apunta con humildad que "todo el mundo trabajaba". Si ahora la hostelería es un sector de jornadas dilatadas, en el año de Francisca no existían ni las vacaciones, los festivos ni días de descanso. "Antes de no había costumbre de cerrar", explica.

Esta estradense se reconoció ayer contenta y agradecida por que se haya pensado en ella como merecedora de este Premio Honorífico ao Labor da Muller do Concello de A Estrada. Recibirá el galardón este viernes, un símbolo del aplauso que le brindan los estradenses por su entrega y tesón, por su maestría en los fogones y por haber sido capaz, quizás sin pretenderlo, de cocinar con mimo y a fuego lento todo un referente del estradensismo.