-Tiene mucho mérito lo suyo, con una escuela con tantos alumnos en una parroquia pequeña.

-Sí, sin duda tiene mucho mérito. Aquí llevan más de veinte años trabajando y eso ha permitido que la escuela tenga una fama. En nuestro caso, cuando se marchó el anterior director apostamos por una nueva directiva. Lo que se quería hacer era algo diferente, con una reestructuración de la escuela. Nuevas personas y nuevas ideas. Además de tener fama, también tienes que hacer cosas. Las trayectorias se definen si tienes resultados directos.

-¿Cuándo empezó usted con la música tradicional?

-Yo formé parte de la primera generación de esta escuela. Ahora mismo tengo 31 años y entré en la escuela cuando tenía siete. Hace ya unos añitos. De aquella el mundo de la gaita estaba muy decaído y no había muchos sitios para aprender a tocar la gaita. Los primeros proyectos para dar clases aquí fueron con cursos de un año. Al final se les fue un poco de las manos y más de veinte años después todavía seguimos aquí. Creo que en aquellos primeros años no había tanto cuidado por la música tradicional como ahora pero sí que había muchos niños. La oferta de actividades extra escolares no era tan amplia como ahora y muchos de esos niños nos fuimos metiendo ahí. A los diez años de empezar con la escuela llegamos a ser más de 110 alumnos. Era una cantidad difícil de gestionar. Luego siempre nos movimos entre los 80 y 90, que es más fácil de organizar.

-¿Cuándo dio el salto al profesorado?

-Fue ese año en que hubo 110 alumnos. El director habló con algunos de los veteranos y nos pidió que echásemos una mano dando clases. Ahí comenzó mi ansia por la pedagogía. Terminé formándome más y estudiando magisterio. Tendría unos 14 o 15 años. Hubo un tiempo en que marché, dando clases en otras escuelas, hasta ahora que volví.