En una especie de península que forma el río Deza se yergue el que fue insigne monasterio de Carboeiro, en un lugar agreste y bello; uno de las más escondidos, pero también de los más hermosos monumentos religiosos de Galicia y uno de los hitos del arte románico ojival gallego. Fue fundado en el siglo X por los condes de Deza, don Gonzalo Betótez y doña Teresa Ériz, y consagrado en el año 942 por don Ero obispo de Lugo. Destruido por Almanzor en 997, dos años después fue restaurado por Bermudo II. Monasterio benedictino, con una iglesia románica, su época de mayor esplendor fue en el siglo XII y se agregó a San Martín Pinario en 1500, transformándose en Priorato.

Tras la Desamortización de Mendizábal, a partir del año 1836, los monjes se ven obligados a abandonar el lugar, la casa prioral y sus tierras se veden y la iglesia pasa a manos del obispado de Lugo; es cuando comienza el abandono y expolio del antiguo cenobio. Convirtiéndose primero en refugio de las partidas que luchaban contra los franceses y después de bandidos y forajidos. Los buscadores de tesoros y de wólfram escavan la cripta y los enterramientos, otros llevan las piedras, rosetones y capiteles. El monasterio pasó a manos de varios propietarios particulares, que no mostraron ningún interés por su conservación, tiempo en que empieza a ser una ruina, pierde la techumbre y sufre diversos expolios, que provocaron su estado ruinoso.

Varios personajes de la cultura gallega se preocuparon por su recuperación. En 1879, José Salgado Rodríguez recuerda en un artículo "que de la notable abadía de Carboeiro ya solo quedan ruinas". López Ferreiro escribe O niño de pombas, novela histórica que tiene como escenario Carboeiro. Álvaro Cunqueiro reitera en numerosas ocasiones la importancia y la necesidad de frenar su deterioro.

En 1931, fue declarado Monumento Histórico-Artístico, pero no es hasta 1933, cuando Alejandro Ferrant, arquitecto conservador de Monumentos, lo visita acompañado del historiador Carro García, levanta planos de la iglesia y de la cripta, que se conservan en la Biblioteca de la Universidad valenciana Nicolau Primitiu y pone en marcha un plan de actuaciones periódicas para la consolidación de la iglesia. Pero los buenos propósitos de limpieza y consolidación quedaron, sin embargo, truncados por la Guerra Civil. Los saqueos se fueron sucediendo hasta los años 70 del siglo XX, cuando comienzan las primeras actuaciones con la finalidad de limpiar y consolidar la iglesia. En 1989 el Concello de Silleda compra la casa monacal y los terrenos que la rodean y entre 1990 y 2009, con la Xunta de Galicia, comienzan la restauración y rehabilitación integral del conjunto monacal, que han permitido que sea visitable.

La expoliación de Carboeiro comienza a principios del siglo XIX cuando las tropas francesas llegaron a la zona y, tras eliminar la protección del puente medieval sobre el río Deza, alcanzaron el monasterio, del que saquearon la residencia, la sacristía e incluso puede ser que llegasen a incendiar la casa prioral.

A partir de la Ley de Desamortización de Mendizábal, en 1836, salieron a subasta los llamados Diestros de Carboeiro, entre los cuales no aparece mencionada la iglesia. Las tierras situadas en los alrededores del templo, incluidas las dependencias priorales, fueron adquiridas por Juan José Arana, vecino de Madrid, mientras que el templo pasó a depender del Obispado de Lugo.

De los Somoza a O Fares

La familia Arana se despreocupó por completo de su patrimonio, igual que hicieron los siguientes propietarios de las dependencias monacales, los Somoza, una rica familia de Merza que adquirió dichas tierras en 1901. Lo compró José Somoza Armesto, abogado y notario público, primo de Emilia Pardo Bazán, que visitó más de una vez a sus parientes y al menos en una ocasión estuvo en Carboeiro. La escritura de compra fue inscrita en Lalín por el registrador Ramiro Coyanes, tal como recoge Armando Vázquez en su libro Carboeiro. El arte que renace de sus cenizas.

La familia Somoza no se deshizo del monasterio hasta 1931, cuando lo vendió a José Fares Fidalgo, un indiano retornado oriundo de la zona que pasaría a ocupar las dependencias monacales. Será en este momento cuando el edificio alcance su mayor estado de deterioro. En 1936, el indiano, conocido como O Fares, desaparece, con lo que el edificio quedó una vez más totalmente abandonado durante años, pues en la posguerra el cuidado y la rehabilitación de los monumentos no se tenía como tema prioritario.

Las ruinas del monasterio quedaron a merced de cualquiera que las necesitase y de los expoliadores más experimentados y conocedores de las piezas que tenían o no tenían valor. Se llevaron dos rosetones, el dintel en ángulo del abad Froila, los relieves centrales del tímpano de la puerta meridional, varias lápidas sepulcrales, canecillos, columnas, capiteles? Una mesa de la casa prioral está en una casa de Rellas, la mitad de una columna de la iglesia sostiene una mesa de piedra en la rectoral de Merza, la cruz central de un rosetón está en un hórreo de Cira.

Entre las imágenes, alhajas y reliquias había una cruz prelacial, de chapa de oro finísimo, con decoración románico-bizantina del siglo XII, que es una de las mejores de la época y que se encuentra guardada en la capilla de reliquias de la ciudad de Santiago de Compostela. Una imagen mariana de piedra policromada, del siglo XIII, Nosa Señora de Belén, está expuesta en el Museo Diocesano Catedralicio de Lugo; en la iglesia parroquial de Saídres están las imágenes talladas en madera de San Benito, San Bernardo, San Lorenzo y San Juan Evangelista; y un pequeño retablo barroco se conserva en la iglesia de Manduas. En el templo se veneraba una espina del Señor, reliquia que ya había sido hurtada en tiempos del padre Yepes.

Hacia 1950 la casa conventual perdió la original gran chimenea, un raro ejemplar de la arquitectura del fuego, que López Ferreiro definió como "un verdadero monumento de la arquitectura civil". Los depredadores se llevaron las columnas que franqueaban la puerta principal y arrancaron del tímpano dos de las tres esculturas centrales, que en la actualidad, se exponen en las vitrinas de la Sala XII del Museo de Arte Frederic Marés de Barcelona. Están datadas en el siglo XII y se atribuyen a seguidores del Maestro Mateo, el autor del pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. Esculturas que fueron cedidas, en 1991, para la exposición Galicia no tempo, celebrada en Santiago, y que nadie reclamó. En 2006 la Mancomunidade de Deza reclamó oficialmente la devolución de las figuras al Ayuntamiento de Barcelona para ser colocadas en su lugar original, el tímpano de la puerta principal de Carboeiro, pero su petición no fue atendida.

'Piedras' robadas

La existencia de estas dos esculturas expoliadas de Carboeiro está documentada a través de imágenes y trabajos de historiadores. Existen fotografías del monasterio de los años treinta y cuarenta donde aparecían formando parte del tríptico del tímpano de la puerta principal, del que solo se conserva la pieza que representa a los dos primeros evangelistas, San Juan y San Lucas. Las otras dos esculturas terminaron, como hemos señalado anteriormente, en el museo de arte medieval catalán tras su compra en 1980 por 4.507 euros a los propietarios de la colección Birk. En el periódico Vida gallega, de agosto de 1935, hay una foto donde aparecen las tres figuras y las columnillas con sus capitales y comenta: "Lo que mejor se conserva, fuera del ábside es la puerta principal, que se diría una reducción del pórtico de la Gloria; con los veinticuatro ancianos en la archivolta y en el tímpano, los cuatro evangelistas y el altorrelieve del Salvador. Así mismo son interesantes los rosetones y una puerta lateral". En una foto del periódico La Noche, de 1955, la portada conservaba aún el tímpano con las tres figuras. Se cree que desaparecieron a finales de esa década. Eran tiempos en que no se cuidaba el patrimonio, cuando la gente se llevaba las "piedras" para sus construcciones.

La última noticia de robo de piedras es de finales del año 1961. El guarda de las ruinas del monasterio, Benito Porral, comunica a sus superiores que, estando ausente por enfermedad, fueron retirados por personas desconocidas unos dieciocho sillares, cargados en tres o cuatro carros del país, de esquinales de la casa conventual, los cuales fueron empleados en reparaciones en la torre de la iglesia parroquial de Carboeiro, con autorización de los propietarios del monumento, habiéndoselo manifestado Balbina Losada, vecina de Carboeiro e hija de la señora que se decía ser su dueña.

En 1950 se informa al Comisario General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional que había un proyecto para construir un embalse cerca del citado monasterio, lo que afectaría a su valor artístico y arquitectónico. Para evitar su desaparición, en los años sesenta se empezó a barajar la posibilidad de trasladar las ruinas a un nuevo destino. Se pensó en trasladarlo "piedra a piedra" a Pontevedra.

Fallido traslado a Pontevedra

La Real Academia de Bellas Artes, en 1963, presidida por Francisco Javier Sánchez Cantón, aprobó un dictamen, en relación con la solicitud del Ayuntamiento de Pontevedra, permitiendo que fuesen desmontadas y trasladadas a dicha ciudad las ruinas de la iglesia de Carboeiro, con el fin de reconstruirla para que sirviese de parroquia al polígono pontevedrés de Campolong, en trámite de edificación. Con esta medida se evitaría que las aguas lo mutilasen más de lo que estaba y fuese expoliado por coleccionistas y aprovechados. Tanto su apeo como su traslado y reedificación para utilizarlo no parecía que pudiese plantear problemas técnicos difíciles y su coste no excedería de la cantidad de construir una nueva iglesia.

En agosto de 1963, la Dirección General de Bellas Artes autorizó el traslado a Pontevedra de las ruinas de la iglesia de San Lorenzo de Carboeiro, para emplazarlo en la zona del polígono de viviendas de Campolongo y destinarlas al culto de la parroquia de San José. En este sentido, se realizaron conversaciones y gestiones con el cardenal-arzobispo de Santiago y con el obispo de Lugo. El traslado de los materiales se haría por cuenta del Patrimonio Artístico Nacional y las obras de reconstrucción de la iglesia en Pontevedra, por el Ministerio de la Vivienda a fondo perdido.

Los vecinos de la parroquia Carboeiro protestaron y esta idea descabellada, por suerte, no llegó a llevarse a cabo. El vigilante, Sr. Porral, se lo comentó un día al Dr. Villar Somoza de Merza y este le contestó: " Pois dígalle ao Sr. Filgueira que se quere ver o convento en Pontevedra, que lle faga unha foto". Hoy podemos disfrutar en un lugar lleno de poesía y encanto del monasterio restaurado en su original emplazamiento, como la mejor joya románica de la tierra de Deza, punto de referencia cultural y turística.

Actualmente es BIC (Bien de Interés Cultural), máxima figura de protección del patrimonio histórico. Con el objeto de evitar un nuevo deterioro, el conselleiro de Cultura e Turismo, Román Rodríguez, el 20 de noviembre de 2018, firmó un convenio de colaboración con el Concello de Silleda y el Obispado de Lugo para disponer de los terrenos e inmuebles, con el objeto de comenzar nuevas obras de restauración y reparación y así favorecer la conservación de esta joya del románico.