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Cristóbal Fernández Vázquez: "Debería de haber menos teoría y más pedagogía a la hora de enseñar matemáticas"

"Nunca se volverá a hacer un colegio como el de Lalín por cinco o seis millones de euros. Hoy es impensable"

Cristóbal Fernández se quiere centrar ahora, tras la jubilación, en sus aficiones. // Bernabé/Luismy

Fue cerrando las listas del PSOE de Lalín durante las últimas elecciones municipales como reconocimiento a sus más de dos décadas como concejal en la corporación lalinense. Recientemente también recibió el homenaje de sus compañeros del IES Aller Ulloa con motivo de su jubilación como profesor de Matemáticas. Cristóbal Fernández Vázquez, conocido por todos como "Tobi", es un referente del socialismo dezano pero, sobre todo, una persona con fama de cabal incluso por sus rivales políticos.

-Una vez jubilado y echando la vista atrás, ¿mereció la pena haberse dedicado a la enseñanza?

-Lo cierto es que no puedo hablar exclusivamente de docencia porque yo tenía otra vida paralela, que era la política. Desde luego, sí que mereció la pena pero muchas veces se me hacía muy difícil atender a la docencia cuando estaba metido en política. Siempre intentas cumplir lo mejor posible en todo y, a veces, iba en detrimento a lo mejor de tiempo para la familia.

-De esas dos vertientes de su vida, ¿cuál de ellas tuvo más peso específico en todo momento?

-Quizás la política. Al final, la política, a pesar de lo mal que lo pasamos aquí durante los primeros años de Cuiña con quién terminé teniendo una buena relación con él, para mi fue muy gratificante. A mi siempre me gustó mucho la administración pública y tuve la gran suerte de conocer la administración local en los muchos años que estuve en Lalín de concejal. Después tuve la oportunidad de conocer la administración autonómica cuando estuve de delegado provincial de Educación y, por encima, pude estar dos años y medio como jefe de Costas conociendo por dentro la administración del Estado. Por todo ello, quizás pesara en mi lo mucho que me gustaba la administración pública más que la vocación docente, sobre todo en los últimos años de docencia.

-Vamos, que pudo comprobar en persona cómo funciona ese gran engranado administrativo.

-Sí, porque por mucho que teorices, al final cuando estás en la administración y puedes solucionar los problemas de los vecinos directamente es lo que a mi realmente más me llenaba en esa época.

-¿También pudo conocer de primera mano la mala fama que tienen las matemáticas dentro del alumnado o es algo ya superado entre los estudiantes?

-Es una asignatura que tiene un plus de complicación porque en otras asignaturas no necesitas ir tanto al día. Las matemáticas, como van muy encadenadas, no te permiten perder el hilo, como le pasa a muchos alumnos durante el primer trimestre, y después se les hace más complicado. De ahí pienso que viene parte de la mala fama de la asignatura. Además de que no todos los profesores sabemos, a lo mejor, llegar a los alumnos cuando nos toca enseñarlas en nuestras clases.

-¿No piensa que si los profesores las hicieran más atractiva sería una asignatura sin tantos problemas para los estudiantes?

-Yo recuerdo que cuando estaba estudiando por libre en el Sagrado Corazón teníamos horas de estudio innumerables donde hacías que estudiabas. Pero a mi se me daba por hacer problemas de matemáticas, a pesar de que la profesora que teníamos no nos hacía atractiva la asignatura. Yo utilizaba las matemáticas casi como un pasatiempo porque siempre tuve inclinación por ellas. El alumno quizá deba tener esa cierta inclinación para ello. Después hay otra cuestión importante porque nosotros estudiamos en una facultad durante cinco años matemáticas, pero en ningún momento nos dieron pedagogía de las matemáticas. Todo lo que estudiabas era unas matemáticas a un nivel muy alto, que no necesitabas para enseñarlas después. Debería de haber menos teoría y más pedagogía a la hora de enseñar matemáticas de forma correcta.

-¿Cree que sus alumnos piensan que usted fue un buen profesor?

-No lo sé. Quizás más en los primeros tiempos que en los últimos. Yo noté un cambio muy grande en ese paréntesis que estuve entre Educación y Costas porque cuando vas curso a curso te vas adaptando. Esos cinco o seis años en los que no ejercí la docencia me encontré con unos jóvenes muy distintos, más inmaduros, y no me refiero a los de segundo o tercero de la ESO. Incluso los alumnos de Bacharelato, que dominan las nuevas tecnologías. Muchas veces tenías que estar llamándoles la atención por esa inmadurez de la que hablo. Casi estando detrás de ellos como si fueran niños pequeños, y fue lo que más me sorprendió. A lo mejor es que cuando uno es más joven lo ve todo de otra manera.

-Volviendo a la administración, ¿cuál de las tres fue la que más le gustó vistas desde dentro?

-A mi me gustarían todas por igual, pero en la local no tuve opción porque estuve en la oposición y lo fundamental de porqué te gusta la administración es poder resolver los problemas de la gente, que lo puedas escuchar allí, algo que desgraciadamente no abunda demasiado. Hay muchos funcionarios ejemplares, pero también hay algunos que pasan. A veces, se quedaban sorprendidos de que la gente pasara al despacho directamente. Eso a mi era lo que más me ilusionaba y era muy gratificante. Creo que resolví bastantes problemas. En Educación tuve suerte porque tenía unos buenos técnicos. Pienso que nunca se volverá a hacer un colegio como el que se hizo en Lalín por cinco o seis millones de euros. Hoy es impensable.

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