El Pío Latrocinio

El arzobispo Gelmírez perpetró en Braga el mayor robo de reliquias y restos de santos llevado a cabo en la Edad Media

El arzobispo compostelano Diego Gelmírez.

El arzobispo compostelano Diego Gelmírez.

Perfecto pereiro lázara (*)

La posesión de reliquias en la Edad Media era considerada una bendición, un atractivo religioso y una fuente de ingresos para las iglesias que las poseían. Las reliquias son partes del cuerpo de santo (huesos) y también objetos que estuvieron en contacto o pertenecieron a dicho santo (ropa, utensilios personales, etc.).

La importancia de los restos sagrados era mayor cuanto más importante fuese la persona a la que pertenecían. Así, las reliquias de un apóstol de Jesús, caso de Santiago, eran más importantes que las de cualquier otro santo. Por otro lado, era importante el tamaño de las reliquias. Poseer un cuerpo entero de un santo, era más importante que poseer solamente una parte del cuerpo.

La iglesia a lo largo de su historia, fomentó y permitió el culto a las reliquias, favoreciendo incluso con privilegios a aquellas iglesias locales que las custodiaban. La iglesia catedral de Santiago, centro religioso por excelencia, debe su importancia mundial al hecho de tener la custodia del cuerpo del Apóstol Santiago El Mayor. Fieles de todo el mundo llegaban y llegan a Santiago atraídos por el fervor de venerar las reliquias de Santiago Apóstol y obtener por su intercesión favores espirituales.

Pues bien, en el año 1100, después de unos años de sede vacante por los problemas surgidos entre el Rey Alfonso VI y el Obispo D. Diego Pelaz, depuesto y separado de la Sede Compostelana, fue elegido Obispo de Santiago Diego Gelmírez. Este joven prelado, antiguo canciller del Conde D. Raymundo, pretendió a lo largo de su pontificado, elevar a lo más alto la diócesis de Santiago, guardiana del cuerpo del Apóstol Santiago Mayor y, a fe, que lo consiguió. La convirtió en la sede más importante de la España medieval, al ser declarada por el Papa Iglesia Metropolitana, Primada de España y distinguida con el título de Iglesia Apostólica. Dada la importancia que alcanzó, fue denominada la Segunda Roma y despertó la envidia y la indignación de las sedes de Mérida y Toledo, a las que arrebató esos títulos.

En el año 1102 decidió girar una visita apostólica a esas iglesias y compartir de paso unos días con su amigo Giraldo, recién nombrado Arzobispo de Braga. El Señorío de la Iglesia de Santiago, ahora bajo el mando de Gelmírez, tenía posesiones e iglesias en todo Galicia y en la zona de Braga, entonces perteneciente al condado de Portugal. Una serie de iglesias y conventos de la diócesis bracarense, por haber estado muchos años bajo dominio musulmán, presentaban una situación de abandono grande. Y lo más penoso era que algunas iglesias, como era el caso del Monasterio de S. Salvador de Montelius, donde se guardaban los huesos de San Fructuoso, antiguo obispo de Braga que había alcanzado la santidad y gozaba de una gran veneración, estaban en ruinas.

Otra gran iglesia de Braga, la de San Vitorio, que guardaba las reliquias de San Cucufate, San Silvestre y Santa Susana, presentaba un lamentable estado de conservación. Tal era el abandono que en ella no se celebraba culto alguno.

Gelmírez observa el abandono de estas iglesias a la vez que piensa en el "rescate" de esas magníficas reliquias, con las que enriquecería aún más su iglesia compostelana. Amparado en la idea de que esas iglesias pertenecen también a Santiago, que no reciben ni el culto, ni la atención que merecen y que bien pudieran perderse tan santas reliquias, decide en secreto apropiarse de ellas, trasladarlas a Santiago y darles allí el culto que merecen. No comunica nada a su amigo el Obispo Giraldo, quien le obsequia día tras día con su amistad y una gran acogida.

Tal como cuenta la Historia Compostelana, así razonaba el Obispo compostelano: "Cuando contemplaba los cuerpos de muchos santos que, semienterrados en ellas, carecían del honor debido, lloraba con piadoso sentimiento (...) y pensaba con ansia de qué manera podía sacar aquellas preciosas perlas de lugares tan inconvenientes y llevarlas a la ciudad de Compostela".

Gelmírez y su comitiva, entre los que se encuentran nobles, clérigos y expertos artesanos, deciden vaciar las tumbas de las iglesias en las que se atesoran las sagradas reliquias. Lo hacen de noche, con el menor ruido posible para no ser delatados y sin dañar los sepulcros. Se trazó un plan detallado y se llevó a cabo el "piadoso" robo, no de unas pequeñas reliquias, sino de restos de varios santos, de objetos diversos, incluidos algunos del mismo Jesucristo y de los cuerpos completos de San Cucufate, Santa Susana, San Silvestre y el de San Fructuoso.

Tras varias noches de oculta labor, las reliquias y "tesoros" piadosos fueron cargadas a lomos de mulos, camino de Tui donde cruzaron el río Miño, cuyas aguas -según la Hª Compostelana- bajaban enfurecidas y, ante el temor de la comitiva, de repente se calmaron y permitieron cruzarlo con toda seguridad.

El Obispo y la comitiva, una vez abandonada la ciudad de Braga y ya en camino, tuvieron noticias de que había sido descubierto el latrocinio. Con el temor de ser alcanzados apuraron el paso, cruzaron el río y llegaron a Santiago, donde ya se conocía la noticia. Era el 16 diciembre 1202. En el Milladoiro, donde le esperaba una gran multitud, se organizó una procesión. Gelmírez se descalzó como un peregrino y acompañado del Cabildo, entró en Santiago entre el repique de las campanas de la ciudad, llevando para su iglesia un tesoro sagrado sin precedentes.

A las quejas del Obispo de Braga ante el Papa y a la petición de la devolución de las mismas, Gelmírez respondió con el silencio. Las reliquias fueron tratadas con una gran dignidad. A San Fructuoso le dedicó un templo junto a la plaza del Obradoiro. A Santa Susana le elevó una iglesia en el corazón de una robleda de la ciudad. Otras fueron guardadas en la catedral o repartidas por las iglesias.

Devolución en 1966

El canónigo arcediano Hugo fue el encargado de narrar este episodio, justificando la actuación del obispo y dándole el título de Pío Latrocinio, con el que llegó hasta nosotros. Muchos años después, en el año 1966, fueron devueltos a Braga algunos restos sagrados entre los que se encontraba el más importante, el cuerpo de San Fructuoso, que fue recibido en Portugal con honores de Estado. Otros fueron repartidos entre ambas sedes y en un clima de entendimiento mutuo, así permanecen.

Antes de finalizar, habría que decir, en honor a la verdad y a la "buena fe", que el Arzobispo Gelmírez tuvo a bien reparar de alguna manera los daños ocasionados, con la devolución de la jurisdicción de algunas posesiones del Señorío de Santiago en tierras de Braga, eso si a cambio de quedarse con las sagradas reliquias.

*Historiador y catedrático de instituto natural de Silleda y afincado en Santander

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