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Elia Valladares Vaquero: "Fue Laxeiro quien me desveló, en una tertulia, que tenía un tío que era un héroe de la libertad"

"El miedo de quienes sufrieron el hambre y la represión enmudecía a mi padre y nos prohibía hablar de política"

Antonio Valladares González. // Archivo de Elia Valladares

La mentalidad abierta de los viajeros incasables se percibe en Elia Valladares. Viguesa de raíces silledenses, dice sentirse "ciudadana del mundo". Barcelona, Berlín, Copenhague, Poona (India), Santiago de Compostela y Sevilla, en donde se asentó hace 26 años, son algunas de las ciudades en las que ha vivido. "Tolerancia, respeto, justicia e igualdad" son los valores que le inculcaron sus padres y los profesores del colegio Rosalía de Castro, de Vigo, "pionero en aquella época por su pedagogía progresista y empeño en el trilingüismo gallego-español-inglés, que me abrió las puertas en el extranjero y el trabajo". Entre los docentes que la marcaron cita a Antía Cal y Xosé Luis Méndez Ferrín.

Dio sus primeros pasos como becaria en Radio Noroeste de A Estrada y en la Radio Galega, pero su trayectoria profesional está vinculada a la televisión autonómica andaluza desde su creación, en 1989. Entonces trabajaba en la Televisión de Galicia y recibió una oferta laboral para participar en la puesta en marcha de Canal Sur, en donde ha producido todo tipo de informativos -desde las primeras elecciones democráticas en todos los países del Este de Europa hasta la Guerra de Kosovo o partidos de fútbol o baloncesto- y de programas especiales o de fiestas como la Semana Santa o El Rocío. En 2001 se incorporó como redactora al equipo encargado de activar la página web de informativos canalsur.es, que recibió el Premio Andalucía de Periodismo. El aterrizaje en internet fue todo un descubrimiento que le permitiría encontrar la historia del hermano de su padre, Antonio Valladares, Antucho, como es conocido en su familia.

Es la figura de su tío Antonio la que traerá a Elia a Silleda el próximo miércoles, día 11, para participar en una charla sobre la Fuga de San Cristóbal. Será en la Casa da Cultura a partir de las 20.30 horas. Junto a ella intervendrá Fermín Ezkieta, autor de un libro sobre la histórica evasión carcelaria de 1938 en el fuerte navarro situado en la cima del monte Ezkaba. El presentador será Alejandro Breijo Costoyas, sobrino nieto de Antonio Costoyas Ares, edil de Silleda en 1936, igual que Valladares, y, como él, también asesinado en la persecución que siguió a la masiva fuga de la prisión navarra en 1938. Según los certificados oficiales de defunción, Costoyas fue abatido el 22 de mayo a los 31 años de edad, mientras que Valladares caería dos jorandas después, con tan solo 19 años.

-¿Quién era Antonio Valladares, qué ha podido averiguar sobre él?

-[Nacido el 26 de julio de 1918], Antonio era el tercero de cuatro hijos que tuvo el matrimonio acomodado con varios negocios en A Bandeira formado por Manuel Valladares Casares e Higinia González, nacidos ambos en la parroquia de Manduas. Todos ellos tuvieron acceso a la educación, aunque la Guerra Civil truncó las aspiraciones universitarias que tenían. Antucho figura en la ficha de preso como "agente comercial", igual que lo fue mi padre. Era una persona muy decidida, comprometida y amante de la república. Debió de militar en el Partido Socialista de la zona, por referencia que aparecen en varios libros. De su actuación en los días posteriores al levantamiento militar del 18 de julio de 1936 habla Manuel Silva Ferreiro, canónigo de la catedral de Santiago, en su obra Galicia y el Movimiento Nacional: Páginas históricas, 1938: "El día 20 de julio, Antonio Valladares González, provisto de una pistola y capitaneando un grupo armado, se dedica en Silleda a la recluta y preparación de fuerzas marxistas, al tiempo que se incauta de armas, autos y aparatos de radio, empleando la violencia con las personas aquellas que trataban de oponerse a sus designios. En esta forma, se apoderó de una escopeta de D. Carlos Otero Salgueiro; una pistola de D. Nicolás Morandeira; dos coches de D. Manuel García Cerviño; gasolina de un depósito perteneciente a D. Amador Taboada Gutiérrez; radio y coche de D. Antonio Trabazo, y escopeta de D. M. Rey, habiendo además hecho tres disparos de pistola sobre Ramón Ares Cacheiro, y otros varios contra D. José Troitiño Gaiteiro. No satisfecho con esto, penetra con parte de su gente en la Iglesia de Mánduas primero, y más tarde en la de Merza, no ciertamente arrepentido y para pedir a Dios perdón, sino para encañonar con su pistola a los párrocos respectivos, amenazándoles de muerte si no entregaban las armas todas que tuviesen en su poder". El texto da alguna luz sobre el compromiso y militancia de mi tío, aunque hay que señalar que es un trozo de historia contado por el bando vencedor y, además, por un religioso, con las connotaciones de "bandolerismo" y "dramatismo" con las que se quería confundir toda resistencia al golpe de Estado del General Franco.

-¿Cómo empezó a interesarse por la historia de Antonio Valladares?

-Todo empezó a mitad de la década de los 80 en una tertulia de amigos en la Cafetería Goya, de Vigo, en donde nos reuníamos un grupo con inquietudes culturales. Una tarde se incorporó el pintor Laxeiro, que frecuentaba la cafetería y reconoció a alguno de los contertulios. En la presentación me preguntó si era hija de Ramón Valladares, lo que confirmé. "Tu padre es una gran persona -me dijo-, un gallego de ley y un luchador. Tienes que estar orgullosa de él y, sobre todo, de tu tío, el que murió por la libertad que ahora disfrutas, porque él era un héroe". No sabía de quién me hablaba. "Mi padre tiene dos hermanos, Pepe, que vive en Buenos Aires, y Manolo, que vive en Bilbao y del que si sé que fue un gran luchador antifranquista y republicano". "No -me espetó-, hablo de tu tío Antonio, que asesinaron los franquistas en la Batalla del Ebro". Se me cortó el café. Me disculpé y corrí a mi casa indignada. ¿Cómo podía enterarme por un tercero, por muy insigne que fuera, de que había tenido un tío que había muerto luchando por la libertad, cuando esto me llenaba de orgullo?

-Entonces, ¿no se hablaba de Antonio en la familia?

-Mi padre vivía aterrado por el miedo, que le enmudecía aún muchos años después de la muerte de Franco, como a muchos que vivieron la Guerra Civil, el hambre, la represión y la persecución. El miedo le llevaba a prohibirnos hablar de política, nos repetía una y otra vez la cantidad de "mondas de patata y naranjas" que había tenido que comer para saciar el hambre. Parco en palabras, esa fue su manera de trasladarnos el horror de lo que no debería volver a pasar. Era mi madre la que me contaba lo que sabía. Según ella, un cura de A Bandeira había sido el que había denunciado a Antucho. Ahora sé que se refería a Manuel Silva Ferreiro. No fue hasta unos años antes de su muerte que mi padre empezó a hablarme de mi tío con cierta tranquilidad, de su querido hermano Antonio, al que adoraba y del que solo decía que había que encontrarlo. Le prometí que lo haría. No me enteré hasta mucho después de su muerte, y gracias a la búsqueda que emprendí y a Manuel Igrexas [profesor, escritor e investigador de Lalín], que mi padre había sido el primer secretario de las Mocedades Galegas en Deza y que también estuvo perseguido.

-¿Cuándo y cómo empezó su investigación?

-Emprendí la búsqueda en 2003-04 a través de San Google, cuando ya muchas asociaciones para la recuperación de la memoria histórica empezaron a subir a la red nombres de desaparecidos y represaliados. A través de las asociaciones de Familiares de Presos de San Cristóbal, de Ciencias Aranzadi y Txinparta y el Autobús de la Memoria conocí el libro La Fuga de San Cristóbal 1938. La gran fuga de las cárceles franquistas, de Félix Sierra Hoyos e Iñaki Alforja Sagone (Editorial Pamiela,1990 y 2005), donde encontré la primera mención a mi tío como preso y organizador de la fuga. Había ingresado allí como preso en el 36 y, tras consejo militar, pesaba sobre él pena de muerte por rebelión militar. Este libro es la base que me permitió abordar la investigación.

-Es un episodio que apenas se conoce hoy en día...

-La fuga del Fuerte Ezkaba, el 22 de mayo de 1938, ocupó en su momento las portadas de la prensa internacional y republicana, antes de caer en el olvido y el ocultamiento de los vencedores. Se denominó "la gran evasión" por la magnitud de la crueldad de sus perseguidores , número de fugados y muertes. Las cifras son contundentes: 795 fugados, 586 capturados, de los que 14 fueron fusilados como promotores, de los 17 que eran, y 206 abatidos en los montes, entre ellos, mi tío Antucho. En total, fueron 220 muertos y sólo tres, aunque se investiga que pudiera haber un cuarto, consiguieron escaparse a Francia. El motivo de la fuga vino dado por el hambre, la enfermedad, el hacinamiento y las condiciones inhumanas a las que el director, Alfonso Rojas Rueda -hermano del teniente que cometió la ferocidad en Casas Viejas (Cádiz) durante la insurrección de 1933-, junto al administrador, tenía sometidos a los presos por enriquecimiento personal. De cada 4.000 pesetas se quedaba 3.000, con lo que era totalmente insuficiente mantener en unas condiciones de mínimas de alimentación y salubridad, por lo que fue juzgado, probándose sus atrocidades. También pesó la consigna de los presos más concienciados y políticos de ir a apoyar al Frente Popular. En diciembre del año pasado tuve noticia de que mi tío volvía a ser citado, de manera más extensa, en un nuevo trabajo de investigación, llevado a cabo por Fermín Ezkieta Yabén (Los fugados del Fuerte Ezkaba, 1938), que traza un mapa sobre las posibles vías de escape de los fugados, basándose en las declaraciones de vecinos de las zonas por donde intentaron huir hacia Francia. Testimonios orales de incalculable valor que Fermín Ezkieta va hilando en un mapa de esperanza para los muchos familiares de desaparecidos que yacen anónimos, todavía, por los valles. Me encontré en su web este texto que hace referencia a parte de uno de los sumarios que comprenden la causa de la fuga: "[...] A. Valladares, 'muerto en la tarde del 24 armado con un fusil', [fue] denunciado como dirigente por el fugado A. Oblanca y el guardia Del Cid. El preso R. Urteaga inculpará como dirigentes a Picó, Garrofé y un gallego, siendo Valladares el único entre los cabecillas. Los tres figuran juntos en el oficio 17.389 del Gobierno Militar, el 20 de junio, entre 'los dirigentes de la sublevación que han sido muertos al ofrecer resistencia'".

-Entonces se puso en contacto con Fermín Ezkieta, quien le aportó nuevos datos. ¿No es así?

-Me respondió que en el sumario oficial 246/1946 dice que todos murieron en el valle de Esteríbar, pero lo cierto es que fueron ejecutados a lo largo de todos los valles del norte de Navarra. "En el caso de los organizadores, entre los que se encontraba tu tío Antonio, en el valle de Juslapeña", me indicó Fermín, con la advertencia de que "ni es fácil ni rápido ni, sobre todo, factible localizar a todos". Me estremecí, pero me sentí aliviada. Ya estaba cerca, muy cerca de encontrarlo, de sacarlo del anonimato, de ponerlo en las páginas de la historia de la resistencia antifascista, de recuperar su nombre del olvido, y de dejar de estar desaparecido. Pero, sobre todo, cerca de cumplir la promesa que le hice a mi padre. [Los fondos del libro de Ezkieta van dedicados a la exhumación de algunos de los que ha ido localizando en su investigación. A principios de enero se llevó a cabo la primera de ellas, en Elia, valle de Egués, y se encontraron los restos de los tres fugados citados por el autor].

-Con tanta información como ha recopilado, tiene para escribir su propio libro...

-Y probablemente lo haga.

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