Basta un paseo por la comarca para descubrir un abanico de ejemplos de señalizaciones que reflejan la falta de un criterio firme, o al menos normalizado, a la hora de plasmar en los indicadores los topónimos. Así, es relativamente habitual encontrar, dependiendo de la señalización los nombre de lugares y parroquias escritos con variaciones. Deza, no es un caso aislado, el fenómeno se extiende por toda la geografía gallega.

La zona cuenta con casos concretos que evidencian esta disparidad de criterios. Así, por ejemplo, la parroquia lalinense de Moimenta, topónimo oficial según la Xunta, órgano responsable de la toponimia en el entorno rural, también registra la variante Muimenta. Común entre los vecinos y que incluso figura en el nombre de la agrupación bandística del lugar. Sin embargo, tal y como apunta el experto en toponimia Gonzalo Navaza, el término procede del latín Monumenta, (plural de monumentum) que identifica al lugar como punto de interés arqueológico. La adaptación morfológica al gallego hablado en la zona propició que se optase por esta variante. En este sentido el propio concello de Lalín recoge la variante normativizada en el claustro interior del Castro Tecnolóxico, en que lucen las parroquias que conforman el municipio.

Caso similar ocurre con Toiriz. La parroquia cruceña figuró en la época franquista como Tuiriz, y en la actualidad el topónimo oficial optó por la "o" debido a que la población habitualmente se refería al enclave como Toiris, con un seseo final propio de la zona, tal y como explica Navaza.

Las variedades en las grafías van más allá de los grupos de vocales y los topónimos que incluyen "b" o "v" suelen ser otro foco de variaciones. Cervaña o Graba, son algunos ejemplos que reflejan estas alteraciones a menudo. Pero tampoco se libran otras consonantes. Sisto figura en más de una señalización como Sixto. Más sencillo es que la letra muda del abecedario desaparezca o figure como parte del topónimo como en el caso de lugares como Ermida.

Mención aparte merecen casos más aberrantes que reflejan el "poco respecto por la toponimia como parte de nuestro patrimonio" como comenta Navaza. Se trata de traducciones directas al castellano como el caso de Villatuje o Jaján.