Puede que muchos conozcan a Chete Lera pero seguramente pocos sabrán que este reconocido actor nació hace 63 años en A Estrada, de donde era originaria su madre. En la villa pasó sus primeros años antes de marcharse a Corcubión. Lera recuerda con cariño aquellos años de su infancia en Galicia, antes de tener que marcharse a Madrid. Allí inició una larga y exitosa carrera como actor.

-Todas sus biografías dicen que nació usted en A Estrada en el año 1949. Debió ser algo muy pasajero porque no me doy cuenta de verlo pasear por la Farola.

-No se trata de un error. Mi madre vivía y estaba allí cuando nací. En A Estrada tengo familia. Hermanos de mi madre. Sin embargo, mi padre era de Corcubión. Para mí siempre fue ese mi pueblo natural porque es donde viví. A Estrada sin embargo siempre estuvo ahí, sobretodo en mi infancia y en la adolescencia fui bastante. Tanto mi hermano como yo nacimos en A Estrada. Después, años después, ya nos tuvimos que ir para Madrid pero somos gallegos, a mucha honra. Para mí además, Corcubión siempre es el sitio al que volver. A Estrada es cierto que está ahí y muchas veces cuando mi madre quiere ver a su hermana la llevo y estoy allí un par de días con ella pero no es lo mismo. No puedo engañar a nadie. A Estrada figura en mi carnet pero me siento corcubionés.

-¿Cómo arrancó su carrera como actor?

-Ten en cuenta que yo tengo ya 63 años pero en aquella época no sabía muy bien lo que quería hacer. En esas me encontré con una compañía de teatro en Madrid. De aquella estaba estudiando psicología y acababa de tener una experiencia personal bastante fastidiada. En realidad estudiaba psicología para entender lo que me estaba pasando, lo cual era realmente complicado. Y dije, ¿por qué no? Encontré un grupo de gente con la que me enrollé para meterme en esto. Ahí nació toda mi afición, que se ha convertido no solamente en una vocación, sino también en una profesión que me da de comer.

-Mirar su currículum mete miedo. Innumerables obras de teatro y cine, grandes directores, éxitos de taquilla... ¿Cómo convive con todo eso?

-Se lleva bien. A mí el teatro me salvo la vida de alguna manera. El mundo de la interpretación es muy importante para mí. Sin darme cuenta me encontré con que era un oficio que me llenaba y que, además, coincidía que tenía cualidades. También quería ser delantero del Deportivo de la Coruña pero a la primera patada que me dieron me di cuenta de que eso no era para mí.

-¿Se sigue sorprendiendo o uno se acaba acostumbrando a todo?

-Sí, me sorprendo continuamente. Desgraciadamente, ahora me sorprendo más para mal que para bien, tal y como están las cosas. Creo que uno de los méritos de un actor debe ser la capacidad de sorpresa y las ganas de aprender, de volver a empezar. Los políticos de ahora por ejemplo parece que están intentando mandarnos a todos para casa, porque no les interesa la cultura. Pero conmigo lo llevan claro. A mí no me van a retirar. Haya o no haya dinero voy a a estar ahí trabajando porque es lo que sé hacer.

-Manifestó siempre su querencia por el teatro, es algo muy recurrente en los actores...

-Sí, en mi caso sí pero también tengo compañeros que opinan de otra manera. Si no encontrase el teatro, a saber dónde estaría. El teatro me centró en la vida. Encontré con algo que me llenaba espiritualmente y que me daba de comer. Cuando a mi padre, que en paz descanse, le conté que me iba a dedicar a esto le pedí que me llevase las cuentas. A cambio le pagaba lo que me consiguiese de IVA. Además de hacerlo con mucho cariño y de cobrar lo suyo, se dio cuenta de que su hijo estaba trabajando como un cabrón. Lo que hay que trabajar para no trabajar, me dijo. Consideraba que no me gustaba trabajar pero luego vio que me dedicaba doce o trece horas diarias para sacar adelante la compañía.

-¿Tiene también ese punto de droga del que hablan tantos actores?

-Sí, sin duda. Hay un punto, cuando subes al escenario y se abre el telón, es un momento mágico. Aunque lleves echa la misma función cien veces siempre hay un punto en que los nervios afloran. También la responsabilidad porque quieres quedar bien delante del público. Muchas veces lo asocio al fútbol. Un gran futbolista siempre puede tener un mal día, hacer un penalti tonto o fallar un penalti. Eso le puede pasar hasta al más grande. En el teatro ocurre algo parecido. Estás ahí y sabes que lo que hiciste ayer ya no cuenta. Es otro público y otro día. A lo mejor te han dado una noticia feliz o al contrario y sin embargo tienes que estar ahí como si no pasase nada. Al margen de que tienes que tener técnica para afrontar esos momentos, el público está ahí. No es como en cine, en el que haces tu parte y luego está hecho. Para bien o para mal ya no tiene remedio. En el teatro siempre hay que estar a punto. Hay amigos a los que no les gusta el teatro porque consideran que implica hacer siempre lo mismo, pero no lo es. La magia del teatro es que cada día cambia todo.