"Es muy duro que una madre haga eso a una hija que tanto quiere. Parece imposible que yo lo hiciese". Con la voz entrecortada y entre lágrimas, así inicia Carmen Reboredo la entrevista que emitió ayer el programa Espejo Público, y en la que ofrece un testimonio igual al que realizó el mes pasado en los Juzgados y a su declaración ante la Guardia Civil, tras ser rescatada aquel 29 de octubre de 2010 de la fosa de purín en la que intentó suicidarse.

Reboredo describe minuciosamente qué ocurrió en la noche de autos: "Desperté por la noche y estaba totalmente fuera de mí. Recuerdo que fui por una maza y después a la habitación de mi hija, lo que yo más quería en esta vida. Le di un golpe, o dos, no lo sé", confiesa. Al salir de la habitación de la joven, Reboredo mete varias bombonas de butano en la casa de las que, por cierto, no se tomaron huellas en el Informe de la Policía Científica para determinar que había sido ella, y no su esposo, quien las había transportado. Reboredo continúa su relato diciendo que "eché carozos por toda la casa. Prendí fuego en el comedor, pero no encendía", así que bajó al sótano, donde estaba la caldera de gas y varios coches. Encendió fuego allí "y me fui a cama, tan tranquila".

Reboredo, según el informe de los psicólogos de prisión, tiene una personalidad sumisa y tiende al aislamiento, además de "una inteligencia poco desarrollada como para perpetrar un crimen". Con ello, queda en entredicho la imputación de la jueza, en la que acusa al matrimonio de ser co-autores de los hechos. Dicho informe también señala que la tendencia de Carmen a evitar conflictos pudo desembocar en "conductas agresivas". La mujer confesaba ayer que los tres dependientes que tenía a su cargo "estaban siempre discutiendo, y yo tenía que separarlos". A esta labor se añadía una granja con medio centenar de vacas.

Para el psiquiatra y colaborador de Espejo Público, Carlos Fuertes, resulta claro que Reboredo padece el síndrome del cuidador quemado. "Puede ocurrir que una persona normal, en un momento dado, no soporte tanta presión. Este síndrome se da en las personas que atienden a pacientes crónicos o incurables", como ocurrió en el crimen de Barcia. "Reboredo estaba en un momento depresivo y psicótico, y decidió eliminar a su hija para que no tuviese que pasar por lo que le estaba ocurriendo a ella".

El día a día de la mujer era tremendo si se compara con que "se sintió aliviada en la cárcel, al poder aprender actividades como ganchillo o costura, que nunca había podido hacer antes", relata la locutora de la entrevista. Su esposo, José Mouriño, no duda en calificarla como "oro de 24 quilates" y se culpa de no haberse percatado de la grave situación de estrés que pasaba su esposa. Se duele, además, de "todas las difamaciones y juicios paralelos" que sufre desde hace dos años y medio.