Luchadores de leyenda y briosos garañones dispuestos a defender hasta la extenuación su libertad y sus melenas escribieron al mediodía de ayer un nuevo capítulo de la emblemática Rapa das Bestas de Sabucedo, demostrando una vez más que la Unesco estuvo acertada al brindarle la declaración de Fiesta de Interés Turístico Internacional.

La bravura del combate –ante más de 2.000 espectadores– dejó 10 aloitadores heridos por contusiones. Ayer, además, se confirmaba que uno de los heridos en el curro del sábado del que se creyó inicialmente que sufría un esguince en una muñeca, finalmente tenía un hueso roto. Son gajes de un oficio que se aprende desde niño, como demostró ayer una vez más la asociación Rapa das Bestas, curtiendo a su cantera y puliendo su técnica en una auténtica marejada de reses.

Tantas había que, apenas diez minutos después de iniciado el curro, las puertas del foso se abrieron para dejar salir a una quincena en dirección al cierre próximo al pueblo donde permanecen concentradas estos días. Allí se encuentra también el mítico garañón Makelele, un caballo especialmente salvaje que, precisamente por esta circunstancia, en los 3 últimos años había logrado rehuir la visita al curro. La parroquia lo ha reservado para hoy, para hacer más atractivo aun si cabe el curro benéfico con el que pretenden recaudar fondos –cobrando una entrada a modo de donativo de 2 euros por adulto y de 1 por niño– para ayudar a una niña de Boiro, Paula, que padece una enfermedad llamada agenesia sacra. Nació sin sacro y ello afecta a sus extremidades inferiores. Para que pueda curarse, andar y valerse por sí misma necesita una compleja operación y un tratamiento en un hospital alemán, cifrados en más de 250.000 euros. Sabucedo quiere aportar su granito de arena y hoy se lo entregará a la familia de la niña.

También ellos podrán disfrutar del saber hacer de los gladiadores de Sabucedo. Su poderoso abrazo a dúo a la cabeza de los caballos mientras que un tercer luchador le tira del rabo al animal son las únicas armas que esgrimen para doblegar las ansias de libertad del equino y, ya inmovilizado, proceder a rapar sus crines y su cola así como a desparasitarlo. El agreste espíritu de las reses halla en los aloitadores la horma de su zapato. Los revolcones por la arena que unos y otros se propinan –al medir sus respectivas fuerzas– no hacen más que picar el orgullo herido, aumentar la adrenalina, sacar músculos y emocionar a un público que se rinde a la belleza de un espectáculo único. De él quiso disfrutar ayer también el delegado territorial de la Xunta en Pontevedra, José Manuel Cores Tourís, fiel a su costumbre "de todos los años". Como cada edición de la Rapa, Sabucedo liberará hoy, lunes, a la yeguada de O Santo, ya rapada y desparasitada, para que regrese a los montes. Sobre la arena del curro han dejado sus crines y un recuerdo indeleble.