"Nos dijeron que se moría en dos meses. Que tenía metástasis en los huesos. Me hundí y empecé a mirar al cielo y pedí a Dios que si se cambiaba la realidad que en ese momento estaba viviendo me iba a Santiago descalzo". Eso ocurrió en 2009. Tres años después, Antonio Asensio ha cumplido su promesa y afronta las cuatro últimas etapas del Camino, pese a que el cáncer que le diagnosticaron en un principio a su madre resultó ser, finalmente, una descalcificación severa de huesos, que no le ha impedido a este almeriense seguir disfrutando de su compañía.

El peregrino, de 39 años, completó ayer el tramo hasta el albergue de A Laxe de Lalín y pasó la noche en la Casa Cacheiro de Lamela, en Silleda, cuyos propietarios se prestaron a colaborar con la causa, ofreciéndole una cama y unas instalaciones más confortables para el descanso. Hoy a primera hora emprenderá una nueva etapa del recorrido hacia Santiago que inició el pasado 5 de marzo desde la puerta de su casa de Aguadulce, dejando a su hermano temporalmente al mando del asador que regentan ambos en tierras andaluzas. Camina descalzo, con la única protección de un calcetín, y los tobillos vendados. "Es lo más duro que he hecho en mi vida, con muchísima diferencia. Psicológicamente está siendo devastador", reconoce Asensio, que ha hecho varios tramos del Camino, desde 2004, aunque nunca de este modo. "He llegado a tener tics nerviosos en los ojos cada vez que veía que iba a tener que pasar por encima de las piedras. Creía que venía preparado, pero esto me ha provocado un estrés tremendo", relata.

Se alimenta muchos días de "bocadillos de mortadela". Ha tenido que mudar su forma de andar, sin zapatos, y bebe más de tres litros diarios antes de irse a dormir. Pero no se arrepiente, y, pese a que admite que "no sé si hubiera podido aguantar mucho más", completará las cuatro etapas que le faltan para llegar este viernes a la catedral, a ser posible antes de las nueve y media para acudir a la misa del peregrino y completar su promesa. Y eso que, no es "especialmente religioso. Me considero más espiritual que religioso. Si tengo que hablar con Dios hablo como si hablara con mi madre", explica.

Homenaje a su amigo futbolista Roberto Álvarez

El gesto del caminante almeriense es un acto de amor, por encima de la fe. Amor de madre, el que dicen más verdadero que ninguno. "Ella lo primero que me dijo cuando le conté mi promesa era que estaba tonto perdido –se ríe–, pero en el fondo supongo que será un orgullo", reconoce Antonio Asensio. Pese a que, al final, la enfermedad de su progenitora no fue mortal, no quiso incumplir su promesa y se echó a andar hace ya dos meses y cuatro días en procura del Apóstol Santiago.

Ahora, a esa petición de cura se le suma otra en favor de un viejo amigo, el ex futbolista del Celta de Vigo Roberto Álvarez, que padece un cáncer. "En parte quiero dedicárselo también a él. Que esto sirva como un pequeño homenaje a su persona". Para Asensio, el deportista, de la era de Michel Salgado en el equipo celeste, "es un guerrero" que lucha para que la enfermedad no lo separe de sus tres hijos, con los que vive en Roquetas de Mar.

Protagoniza un documental que también promociona el Camino

El periplo de Antonio Asensio está siendo filmado por las cámaras de la productora andaluza Digital Master, que rueda el documental 2.000.000 millones de pasos. Historia de una promesa. Un equipo de cuatro miembros acompaña al peregrino en varias etapas para relatar su historia y, a la vez, captar las potencialidades del Camino de cara a que sirva de promoción.

Ayer rodaron en Casa Cacheiro, en Lamela, y a cambio el establecimiento le ofrece posada. "Nos interesa contar su historia de esfuerzo y superación y al mismo tiempo realizar una promoción cultural de los sitios por donde va pasando", comenta Nicolás Fernández, director de la productora. Fue Asensio, aficionado al cine, quien se lo propuso: "Quería dejar constancia de esto para que el día de mañana mi hijo, si algún día lo tengo sepa lo que hice". Los promotores están en contacto con canales nacionales, pero ven más oportunidad en el mercado alemán y francés, donde la tradición peregrina tiene más pegada.