Lleva más de 30 años ligado al coleccionismo de acordeones. Pero, mientras que antes era comprador, ahora ha emprendido el camino inverso. El coleccionista de acordeones de Chamosa, el músico forcaricense Jesús Campos, sigue mirando con amor a la niña de sus ojos, su colección de acordeones, pero admite que ya "no le ve futuro". De ahí que quien llegó a ser un referente por atesorar más de 200 instrumentos diferentes, haya empezado a vender sus "joyas" a coleccionistas.

A sus 77 años y con más de 70 ligado a la música, ha llegado a la conclusión de que no puede dedicar parte de su pequeña pensión a mantener en óptimas condiciones las numerosísimas piezas de su colección. Hasta el momento se ha desprendido ya de 50. Así, recupera parte de su coste "incalculable". Le hubiera gustado que el conjunto le hubiese servido de base a una institución para formar un museo para el disfrute público de sus piezas. Pero, frustrada esta expectativa, Jesús ha encontrado en sus acordeones –de marcas tan prestigiosas como Scandalli, Organola o Soprani– una herramienta para vivir "más holgado".

Solo se quedará con una decena, que seguirá usando como músico y como coleccionista de un instrumento al que ha dedicado toda su vida. De hecho, en Avilés –además de dos relojerías– llegó a tener una tienda de instrumentos musicales en la que consiguió buena parte de sus acordeones. A clientes que adquirían uno nuevo, les compraba el antiguo.

Hace 10 años, tras su jubilación, regresó a vivir a Chamosa para cuidar de su anciana madre y con él se trajo su espectacular colección. Siguió enriqueciéndola, llenando de notas musicales la aldea en la que, durante su niñez, había aprendido a tocar la gaita llevando las vacas a pastar. Aunque asegura que ni el Gaiteiro de Soutelo ni el de Sorribas le quisieron enseñar a tocar, "rompiendo la cabeza", se fue curtiendo como músico. El mítico Poceiro de Pontevedra le enseñó a afinar y a preparar la palleta. En las fiestas, se arrimaba a los "gaiteiros" y, aunque estos le daban la espalda, se fijaba en cómo preparaban sus instrumentos. Así aprendió. Con apenas 11 años, empezó a actuar en "ruadas". Quería ser músico y aprendió a tocar el acordeón, con Arturo Bastos en Vigo y con Agustín Estévez en Pontevedra. También estudió solfeo con Tritón. Luego, emigró a Cataluña y al País Vasco. Siempre se las ingeniaba para seguir estudiando, como todavía hace hoy. Luego, tocó un año en el salón Paraíso de Forcarei y 5 en el Changüí de Soutelo. Ya casado, emigró a Asturias. Allí, además de regentar dos relojerías y la tienda de instrumentos musicales, también siguió muy ligado a la música, formando una banda de música y la orquesta Maravillas. Al regresar a Forcarei, tocó hasta hace apenas dos meses en Los Diplomáticos del Acordeón. Ahora, con otros músicos, prepara nuevo grupo: Los Nuevos Diplomáticos.