Las últimas casas que se edificaron en Gurgueiro (Agolada) datan de los años 80 y pueden verse a la entrada del lugar. En este núcleo nueve viviendas continúan ocupadas, aunque sus residentes disminuyeron de forma muy ostensible. Uno de los vecinos, José Dacal, recuerda que en su juventud "en cada casa había, al menos, dos hijos En mi familia éramos cuatro hermanos y recuerdo que en mi juventud llegamos a sumar 50 vecinos. Pero ahora, a la gente no le interesa comprar aquí". José tiene 63 años y vive solo, a caballo entre sus dos viviendas: la que usa como hogar y la que, construida en 1778, funciona como almacén de los aperos de labranza y de algún que otro juguete infantil de sus sobrinos, como un camión o una bicicleta.

Estos juguetes son algunos de los rastros que quedan de la infancia que ya no existe en Gurgueiro. La habitante más joven superó los 18 y ahora estudia en Silleda. Su madre, María José Fernández, la acerca todos los días a su lugar de estudio y, pese al trajín que supone este desplazamiento y otros como el hacer la compra diaria, no piensa en mudarse. "Tengo otro hijo, que estudia en Vigo y viene todos los fines de semana", dice. María José nació en la parroquia vecina de Ventosa y lleva en Gurgueiro 23 años. "Por entonces había muchos más vecinos. Ahora somos tan pocos que algunos días ni nos vemos y echo en falta hablar con los demás", explica. Mientras José es capaz de contar hasta 10 fallecidos en la última década, María José apunta que en más de una ocasión hubo gente que se interesó por esas viviendas que quedaron vacías, pero que nunca llegaron a venderse.

No ocurre lo mismo con las fincas próximas. Mientras las casas cerradas acusan el paso del tiempo, la tierra sí se sigue trabajando. Todos los vecinos se dedican a cultivar el campo, ya sea sus propias parcelas o, por alquiler o cesión, las de los que ya no residen en el lugar. No obstante, el agro hace tiempo que dejó de tener atractivo para las nuevas generaciones. Ese fue el motivo del éxodo en Gurgueiro y en otras muchas aldeas. Elba Lorenzo, cuyo marido, Argimiro, es primo de José Dacal, tuvo que emigrar a Inglaterra a finales de los años 60, pero por la falta de terrenos para el exceso de población del lugar. De hecho, dos de los almacenes que tiene su propiedad fueron antaño dos viviendas para otras tantas familias, hace ya medio siglo. Ello motivó que muchos vecinos se fuesen temporalmente para Suiza o Argentina, "a donde emigró una familia de cinco personas".

Con el paso de los años, sus dos hijos se establecieron en Lalín y A Coruña. La ciudad herculina es el lugar de residencia de otros vecinos del lugar, "que vienen algunos fines de semana". En su hogar llegaron a ser seis personas, y ahora están solo dos. Tiene claro que, de momento, no quiere instalarse con sus hijos, "porque aquí tengo mi casa. Pero quién sabe, si llegase a quedarme sola no me importaría irme de alquiler, incluso al casco urbano de Agolada" dice. Entre Elba y María José apuntan que otros vecinos tuvieron que tomar decisiones similares y trasladarse con los familiares que le quedaban a Rodeiro o Ventosa. Pero Elba es optimista y confía en que, algún día, aumenten los vecinos. "Hubo incluso gente interesada en comprar la casa rectoral, en San Miguel, pero no llegó a venderse. Ahí solo vive un matrimonio, cuando llegó a haber hasta cuatro viviendas".

Preparación sin oferta

Para el alcalde, Ramiro Varela, el espectacular descenso de población de esta y otras muchas aldeas de Agolada se debe al óbito de sus vecinos, "que fuerza muchas veces que sus hijos cierren la casa y las explotaciones ganaderas y se vayan a otro lugar". Varela apunta que una familia de la parroquia decidió marcharse para Lugo tras la muerte de sus mayores. Por su parte, la gente más joven tiene que buscarse oportunidades en otro lugar. "Tenemos gente muy preparada pero que no puede trabajar aquí, porque no encuentra dónde", explica.

El alcalde ya tuvo que argumentar este descenso de población en el pleno de febrero. Entonces como ahora, los socialistas tienen clara la urgencia de poner en marcha políticas "de fomento de ayuda a la natalidad, de ayuda a la vivienda y para promover puestos de empleo", explica el concejal José Rivas. El asentamiento de vecinos foráneos también está complicado por la falta de un Plan de Urbanismo que aclare dónde se puede construir. Es más, "hubo muchos retornados de la emigración en Bilbao que terminaron instalándose en Melide porque allí los pisos eran más baratos y tenían más facilidades para edificar". Melide también es, junto a Lalín, uno de los concellos de referencia para los más jóvenes a la hora de estudiar o disfrutar del tiempo libre. A la espera de propuestas del gobierno local, un grupo de vecinas de Agolada no dudó en disfrazarse, en Carnaval, de embarazadas, llegando incluso a escenificar un parto ante el consistorio.