A las 8 de la mañana del día 11 de marzo llegaron al campo de Silleda “muy cerca de 40 y 400 hombres completamente armados y con su tambor batiente, todos al mando de Don Domingo Antonio Crespo y Ruibal”; también venían varios curas párrocos que les acompañaban “y todos demostraban un verdadero patriotismo y entusiasmo”. La Junta los acampó en la Feria de Silleda, proporcionándoles raciones de pan y vino, “según las pidieron por dicho comandante” y también varios paquetes de cartuchos para fusil y escopeta. Cuando la Junta esperaba que con este refuerzo podían contener y escarmentar al ejército francés si volvía a atacarles, como en efecto luego sucedió, vieron con dolor de su corazón, que los de Deza se fugaron en varias partidas, sin atender a las razones de su comandante y demás señores que le acompañaban, “cometiendo en su retirada los mayores excesos en perjuicio de esta jurisdicción”.

Desde aquella época ha quedado en la conciencia de los de Silleda, frente a los de Lalín, un cierto recelo, hasta el punto de que hace años, en una rotonda de la carretera nacional, a la salida de Silleda en dirección a Lalín, se colocó una estatua en bronce de una mujer labriega y que tiene una mano sobre la frente haciendo visera en dirección a Lalín, y los de Silleda, muy bromistas, dicen que la han puesto para que avise: “Aí veñen os de Lalín”. Claro que tal actitud también era comprensible en las difíciles circunstancias que se vivían.

La preocupación en la junta sillendense se incrementó al día siguiente, 12 de marzo, al ver que el ejército de Montes tampoco concurría con su gente, aunque, finalmente, se apostaría en Santa María de Xestoso “con los tiradores de siete parroquias”. También en esa jornada, la junta decide trasladar a Transfontao el cuartel general, que había estado hasta entonces en las Casas do Monte (hoy lugar de Silleda). Pero el descontento comenzó a cundir en algunos soldados por falta de calzado o comida, por lo que la junta decide equiparlos con lo necesario al día siguiente (14) en la feria de A Bandeira y, al no poder sostener a tanta gente, ordena la retirada de los paisanos a los comandantes de Ponte Ledesma y Montes. En los días siguientes mandaron llamar al capitán Bernardo González -Cachamuíña, héroe de la reconquista de Vigo-, que se encontraba en Soutelo de Montes con 600 hombres.

Asesinatos masivos

Las represalias se produjeron el día 19 de marzo de 1809. Los franceses invadieron la Jurisdicción de Trasdeza matando, talando, saqueando y llenando de terror, espanto, desolación y luto a los patriotas habitantes, los cuales se ocultan del furor enemigo entre riscos y tierras, huyendo de la muerte que de cerca les amenazaba. En la parroquia de San Tirso de Manduas asesinaron al sacerdote Juan de Abades y a numerosas personas; también murió el párroco de Graba, Alonso Valladares, y el de Cerbaña, Juan de Otero. Y en Escuadro descubrieron a Manuel Espinosa, dueño del pazo de Cascaxide, escondido en una mina de agua que estaba en su finca, y acto seguido lo fusilaron. La desgracia fue que los franceses fueron conducidos allí por el perrito de Don Manuel que iba moviendo el rabo. El párroco de Escuadro consiguió esconderse en el rodicio del molino y sostener la cabeza por encima del agua para no ahogarse, pero quemaron la parroquia con toda la documentación y archivo parroquial y lo mismo hicieron en Chapa. Murieron niños, ancianos y mujeres, la crueldad francesa fue terrible y vergonzosa.

Ni “el acreditado valor” ni las “buenas disposiciones” tomadas por Cachamuiña bastaron para contener el “torrente de enemigos” que aquella mañana acometieron el puente de Ledesma. Don Bernardo, al ver que el enemigo vadeaba el río con su numerosa caballería, de la que carecía, dio la orden de retirada hasta Aciveiro, “sin que el enemigo pudiese saciar su rabia y coraje más que solamente en los pobres viejos labradores, mujeres y niños inocentes”. Poco después, el 1 de mayo se produciría otra incursión desde Aciveiro y Montes, “que dejaban casi del todo incendiada”. Las tropas galas bajaron por Xestoso y Escuadro arrasando casas, haciendas e iglesias y matando cuantos “viejos, niños y enfermos no pudieron escapar a su fuerza”, así como los “ganados mayores que no podían reunir”. Pero las actas también reflejan las esperanzas por las “noticias positivas” de la proximidad del Marqués de la Romana y del ejército de Vigo.

Hace 200 años se desvanecieron los sueños imperiales de Napoleón Bonaparte sobre Galicia y Portugal y se descubrió que un pueblo en armas puede ser invencible frente a los mejores ejércitos organizados del mundo. De los 55.000 soldados franceses que entraron en Galicia regresaron a Castilla escasamente la mitad. Honor y gloria al pueblo gallego que con sus hechos heroicos es homenajeado en este modesto artículo de periódico, [cuya última entrega se publica hoy].