El feliz Día de Todos los Tantos
El Pontevedra golea al Zamora, que disputó la segunda mitad con un jugador menos, y da un paso más para sellar la permanencia de forma anticipada | Colofón final a una semana de tres partidos y mucho desgaste físico

Resende, ayer en Pasarón, en una de las ocasiones de gol. | Gustavo Santos
La liturgia celta habla de la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre como un momento en que entre las almas de los caídos y el mundo de los vivos hay una delgada línea que los separa, pudiendo ser traspasada por los entes. Como se pudo ver ayer, el Municipal de Pasarón fue impregnado de esa actividad sobrenatural antes del alba. El espíritu de los goles tomó el alma de los jugadores granates y los pontevedreses dieron celtíbera sepultura a los viriatos. Cuatro goles, tantos como losas de un dolmen.
Rubén Domínguez, pese a la sobrecarga de partidos, el tercero en seis días, solo cambió a un futbolista con respecto a la visita a O Espiñedo. Selma partió de inicio sobre Alain, lo que llevó al ariete valenciano a la punta de ataque y atrasó a Brais Abelenda a la posición de enganche. Juan Sabas, después de la excelsa jornada pasada, mantuvo el mismo once.
Cuatro minutos pasaban de las 14 horas cuando el colegiado vasco, Velasco Arbaiza, inició el encuentro. Como si de un rito funerario se tratase, Pontevedra y Zamora fueron parsimoniosos y cautos en los compases iniciales de partido. Sin especiales intervenciones en ataque para ninguno y un sinfín de lecturas y análisis sin intención de ser contrarrestados.
Pasados los veinte minutos, los poseídos de esta historia, los granates, dejaron a un lado sus ajuares y tomaron sus guadañas con los ojos inyectados en sangre. Sin especial efectividad, y emulando un partido de balonmano, la jugada se gestaba en el pasillo interior, con Yelko como cabeza pensante, y caía a las bandas la bola para generar peligro real. Luisao, sin vergüenza ninguna, ponía en constantes problemas a su marca con sus cambios de ritmo y desparpajo con el esférico.
Como acostumbran los lerezanos desde inicio de año, innumerables ocasiones se generaban, sin éxito ninguna de ellas. Tuvo que ser Yelko Pino, en una jugada coral maravillosa, quien abriera la veda. Luisao, en uno de esos ataques de fuera a dentro, llegó a la frontal del área para descargar hacia Tiago, quien con un toque sutil dejó el esférico muerto ante un Pino que desde segunda línea hundió la redonda sobre la escuadra izquierda de Fermín Sobrón.
El tedio y la rabia por el desacierto llegaban a su fin y el descuento iba a ser testigo de ello. Un desajuste defensivo del Zamora hizo que Selma se plantase solo ante el portero rojiblanco, lo que obligó a Luismi Luengo a dejar con diez a los suyos. Lejos de amedrentarse, y en una jugada a balón parado, complicadas de atinar en inferioridad numérica, Josh Farrell cabeceó el centro de Carlos Ramos para reiniciar el resetear el resultado.
La vuelta del descanso trajo consigo un cambio de estrategia de Domínguez. Los volantes iban a jugar por dentro y los laterales iban a estar mucho más altos en ataque. Garay, en ese rol de carrilero, sirvió un centro al área pequeña para que Dani Selma, por primera vez este año, marcase.
Las campanas de Fondo Norte repicaban a toque de difuntos ante los yacentes rojiblancos. Alain, al instante de entrar al terreno de juego, puso la tercera losa del dolmen, y Brais Abelenda, después de una contra comandada por Álex González entre los estertores finales del Zamora en busca de la resurrección, culminó la construcción megalítica funeraria construida en el césped de Pasarón. El Día de Todos los Santos dejaba de tener su importancia. El sudor y esfuerzo granate acababa de reeditar el nombre del festivo. «¡Feliz Día de Todos los Tantos!», se deseaban los presentes tras el velatorio futbolístico.
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