Hay muchas maneras de perder, y el Pontevedra "escogió" ayer una de las peores. El equipo de Luismi cayó de forma contundente contra un Atlético de Madrid B que dio una lección de intensidad, velocidad, talento, fortaleza defensiva, descaro, concentración, acierto anotador... en definitiva, de fútbol, al conjunto granate. Solo una semana después de haber ganado en Oviedo con dos jugadores menos, en un partido de casta y oficio, los futbolistas locales, totalmente desbordados, llegando tarde a la presión y a las coberturas, superados constantemente por sus rivales, no supieron reaccionar para cerrar la sangría y acabaron perdiendo por un bochornoso 1-5 en un Pasarón en el que se oyeron los primeros silbidos de la temporada hacia la plantilla, el cuerpo técnico e incluso el palco.

El Pontevedra no supo parar a un filial rojiblanco cuya media de edad no llega a los 20 años, pero sobre el césped los futbolistas de Nacho Fernández parecían todos hombres veteranos y curtidos en mil batallas. En lo único que no parecieron veteranos fue en su capacidad física, porque le imprimieron al juego una velocidad que desbordó por completo al cuadro granate. En cuanto llegaban a la zona de tres cuartos, el balón rodaba tan rápido que el centro del campo local desapareció y la defensa acusó excesivamente la falta de contención en la medular, cometiendo errores que costaron muy caro ya desde los primeros compases.

Si el año pasado en este partido de liga la bestia negra del Pontevedra fue Sergio Camello, esta vez fueron Óscar, con dos goles, y Darío Poveda, con un hat-trick. Fue este último el que hizo la herida en el minuto 12, aprovechando un desajuste defensivo del Pontevedra; llegó el Atleti por la izquierda sin apenas oposición, Pol falló en el despeje del centro, que cayó llovido, y el 9 rojiblanco remató libre de marca ante un Edu vendido.

Tuvo el empate Romay sólo un minuto después, en un rechace de Javi Pazos que lo dejó solo ante Diego, pero erró en el disparo.

La velocidad del Atlético B cuando superaba el círculo central era vertiginosa y los granates no eran capaces de frenar las embestidas del rival, que probaba suerte desde lejos y llegando por banda. Los de Luismi respondían tímidamente, como en un disparo lejano de Álex González que atajó el portero o una jugada por la izquierda que acabó con un centro de Pedro Vázquez y un remate de primeras de Bustos, también a las manos del guardameta.

Un remate cruzado de Germán que Edu mandó a córner con una buena estirada fue el preámbulo para el 0-2, que llegó en un centro desde la derecha que cabeceó Óscar llegando desde atrás y aprovechando un error de Edu en la salida. Solo cinco minutos después, cuando aún no se había cumplido la primera media hora de partido, Poveda abría aún más la herida haciendo el tercero, rematando a placer un pase de Manu, que se había ido de Pol.

Con los silbidos de Pasarón, Luismi sacrificó a un Sana que no estaba siendo el peor, para buscar más presencia en ataque con Adighibe. En la primera ocasión que tuvo el nigeriano, mandó la pelota a las nubes tras un centro de Pedro Vázquez. Al Pontevedra no le salía nada.

En la reanudación, los granates salieron con más intensidad y dieron muestras de una posible reacción. Primero lo intentó Mejía desde muy lejos y después, en un centro de Álex González desde la izquierda, Adighibe cabeceó a las manos del portero. Al menos se llegaba al área contraria.

Pero al Pontevedra le crecían los enanos y en el minuto 51 Edu tuvo que ser sustituido y Brian, todavía un poco frío, recibió el cuarto en el 53, obra de Óscar con un bonito remate de rosca tras jugada personal de Manu. Solo dos minutos después, Poveda conseguía su hat-trick presionando al portero catalán, rechazado su envío en largo, que se coló en la meta granate.

El Atlético de Madrid B bajó un poco el ritmo y el Pontevedra lo aprovechó para tener mayor presencia ofensiva, pero sin llegar a crear peligro real, pues los remates, casi siempre de Adighibe, o se iban fuera o acababan en las manos del portero.

En el minuto 82 Javi López hizo el gol del honor con un lanzamiento de falta directa que entró ajustado al palo. Fue lo único que se salvó de un Pontevedra irreconocible y que echó en falta, por encima de todo, un centrocampista que pusiera orden, concierto y fútbol desde la medular.