No era un reto fácil, pero el Pontevedra sacó adelante su primer examen de pretemporada con una nota más que aceptable. El equipo lerezano volvió a los terrenos después de tres largos meses dispuesto a olvidar la pesadilla del último curso. Y en su estreno no oficial, compitió a un Real Sporting de Gijón que, si bien está en formación, presenta las credenciales de encontrarse una categoría por encima y de disponer de un filial que, al menos la pasada campaña, firmó un puesto de play off de ascenso a Segunda.

No se puede decir, ni mucho menos, que el Pontevedra fuese superior al equipo de Rubén Baraja. El Sporting, que afrontaba su segundo choque amistoso después de su estreno hace unos días en Villaviciosa, quiso llevar el peso del partido. Pero el equipo de Luismi supo controlarlo bien y minimizar sus oportunidades. En un choque que sirvió como encuentro de las peñas sportinguistas y como homenaje a los hermanos Castro, la escuadra rojiblanca echó de menos a su "Quini" particular.

Bien es cierto que ayudó mucho la buena predisposición defensiva de los de Luismi, que puso en liza 20 jugadores repartidos entre los dos tiempos. Solo Álex Fernández y Jesús Barbeito, ante las ausencias por molestias de Romay, Pedro Vázquez y el canterano Antón, repitieron en ambos períodos.

El técnico apostó por un once con Nacho Lorenzo y Javi Pazos como únicos futbolistas recién llegados al vestuario granate. El 4-3-3 era el dibujo sobre el que se sustentaban las líneas del equipo que ayer vistió de azul y blanco, con una equipación todavía interina que recordó al segundo uniforme del ascenso, todavía en uso la campaña pasada.

Mientras, el Sporting volvió a repetir el dibujo visto en Villaviciosa (4-1-4-1) en una primera parte de más control de los gijoneses que de ocasiones. Carmona y André Sousa acabaron convirtiéndose en los únicos que animaron una periodo sin apenas disparos a puerta. El portugués fue el autor del más destacado, con un lanzamiento seco desde la frontal al que respondió con una gran mano Edu, meta visitante.

La afición local pidió un claro penalti a Carmona que se quedó sin pitar, al igual que otro pudo ser señalado en el área rojiblanca, en una pugna de Geraldes con Álex González.

El paso por vestuarios cambió muchos nombres pero en muy poco el escenario. El Sporting continuó llevando el peso del juego en busca de un gol que se resistía. La aparición de los dos Pablos, Fernández y Pérez, aportó algo más de movilidad y juntos, apoyados en Espeso, estuvieron a punto de estrenar el marcador. El último ganó la espalda a los centrales visitantes y centró atrás para la llegada de Pablo Pérez, cuyo remate lo sacó en la raya de gol Churre. El Pontevedra se animaba cada vez menos en ataque, pero seguía sólido atrás. Y aprovechó el balón parado. En un córner botado por Mouriño, Campillo armó una media volea ante la que poco pudo hacer Mariño.

El tanto visitante picó en el orgullo y los rojiblancos empataron a los ocho minutos. Nacho Méndez aprovechó un fallo defensivo para poner en la cabeza de Pablo Pérez el tanto de la igualada, que aún así dejó un buen sabor de boca a un Pontevedra que demostró que, de momento, a falta de rodaje, sabe arañar.