La gloria en el mundo del fútbol permite entrar en los libros de Historia. Ganar títulos o lograr un ascenso equivalen a escribir un nombre imborrable en la memoria colectiva de cualquier afición. Sin embargo, hay triunfos que por sus consecuencias, son todavía más importantes. Porque permiten evitar caer al abismo más oscuro.

Uno de esas victorias trascendentales en la historia de una institución es la que logró ayer el Pontevedra. No era un triunfo sinónimo de brillo, pero sí de alivio. Mucho alivio que se transformó en la alegría tras el pitido final de quienes se saben que han logrado sacar adelante una situación que, por momentos, pareció abocada al peor de los destinos.

Hubo que esperar a la jornada 38. Después de tenerlo muy difícil y de verlo incluso en la mano, el Pontevedra debió amarrar su permanencia en la categoría en el último partido. Pero lo consiguió.

Pese a los nervios, pese a la incertidumbre, pese a las dudas de los últimos encuentros, el equipo lerezano sabía que una victoria le salvaba. Y salió a por ella desde el principio ante un Atlético de Madrid B que, todo hay que decirlo, no opuso mucha resistencia.

Se notaba quién se jugaba la vida y quién estaba en el campo únicamente defendiendo su prestigio. El equipo granate, ayer de azul, pareció dejar atrás cualquier atisbo de ansiedad y salió dispuesto a solventar el choque por la vía rápida.

Con una presión elevada que trataba de asfixiar a un rival parsimonioso, que intentaba jugar la pelota con buen pie, el Pontevedra se hizo dueño del encuentro desde el primer minuto. En una jugada vertical, Mouriño avisó desde la frontal del área con un chut que se fue lamiendo el poste de Conde.

Fue la primera intentona de un Pontevedra que no se cansó de llamar a la puerta de Conde hasta que la derribó. Álex Fernández probó dos veces más al portero hasta que por fin, llegó la alegría. Tuvo que ser en una jugada embarullada, con el balón casi pidiendo permiso para entrar y conceder al Pontevedra una dosis extra de tranquilidad enmedio de la taquicárdica tarde. Conde no acertó a despejar contundentemente un centro desde la derecha, Añón chutó a puerta casi vacía y un zaguero rechazó bajo palos. Parecía que la ocasión se esfumaba. Pero en esas apareció Álex González, puntual a la cita tras sus dos partidos de sanción, para empujarla con suspense a la red.

Era el 0-1 y la locura se desataba entre los más de 200 aficionados que se congregaron en Majadahonda para apoyar a los suyos. También en las malas. La hinchada ha sabido sufrir y su equipo se lo premiaba con una alegría que había que confirmar en los 60 minutos restantes.

Tranquilidad

El Pontevedra había hecho lo más difícil. El Toledo era incapaz de imponerse al Fabril. Pero por si acaso, la escuadra lerezana cumplía su parte. Con el marcador a favor, el equipo de Luismi decidió correr menos riesgos. Los visitantes replegaron filas y apostaron por resguardarse y buscar más el contraataque.

A partir de entonces, el equipo foráneo, que ayer jugaba como en casa, impidió que apenas sucediesen cosas en su contra, más allá de un lanzamiento de córner envenenado que Edu rechazó fuera cuando opositaba a gol olímpico.

Tras el descanso, el Pontevedra redobló su plan. Emboscaba a un Atlético B blandito en la línea del centro del campo, donde esperaba para robar y salir como gacelas. Así pudo llegar el segundo, en un chut de Añón que se fue al larguero tras tocar en un rival. En el saque de esquina, León se encontró una camiseta rojiblanca bajo palos. Poco después, en una nueva transición fugaz, Berrocal no llegaba a rematar contundentemente el servicio de González.

El segundo parecía estar muy cerca. Y acabó llegando y suponiendo la sentencia antes de la hora de juego. En una buena jugada trenzada por la derecha ante un Atleti descompuesto, Añón recibió libre de marca en la frontal y ajustó al palo derecho de Conde, que puso la mano blanda y ayudó a respirar definitivamente al Pontevedra.

Con el 0-2 se acababa la historia. El triunfo era lerezano. Adiós al sufrimiento, hola al alivio. El choque se convirtió en una cuenta atrás hacia una salvación agónica que ni el Toledo hacía peligrar. El Pontevedra esquivó el infierno.