La falta de cuidado defensivo pasó ayer una descomunal factura al Celta en el estadio de La Cerámica y llevó al conjunto de Unzué a una derrota inevitable que convierte la lucha por la séptima plaza en una misión casi imposible. Por más que algunas decisiones arbitrales le penalizasen -el segundo gol local llegó en fuera de juego-, el cuadro celeste fue de nuevo víctima frente a un rival directo de la desesperante falta de aplomo que le ha acompañado lejos de Balaídos durante toda esta segunda vuelta.

La derrota del Sevilla en el Ciutat de Valencia y el enfrentamiento directo que este mediodía servían en bandeja al Celta otra oportunidad para reengancharse a la pelea, pero como el propio Unzué proclamó cuando perdonó a Emre Mor, las oportunidades de redención no abundan en esta vida y el Celta se está cansando de dilapidarlas. Anoche se fue una más por el desagüe.

Era momento de dar la talla y una vez más el equipo vigués no estuvo a la altura del desafío. Faltó intensidad, se reincidió en el descuido y la aparente fuerza con que el equipo entró en el choque acabó derivando en un baldío ejercicio de posesión, un yermo dominio de la pelota en zonas intrascendentes del campo que el rival neutralizó sin grandes atrancos para robarle la pelota y lanzar el contragolpe a las espaldas de la defensa y hacer estragos contra el portal de Sergio.

Le sobró al Celta complacencia a la hora de defender pero también malicia para generar verdadero peligro contra Asenjo más allá del arreón inicial que el rival cortó de raíz a los 12 minutos de juego con el primero de los tres goles del colombiano Carlos Bacca, que cercenó cualquier atisbo de esperanza celeste con un triplete en poco más de media hora de juego.

Antes del descanso, el partido era ya historia para el conjunto de Unzué, que no logró sobrevivir a la ausencia de Iago Aspas. La influencia del moañés en el juego ofensivo del equipo es inmensa y cuando falta su talento su sombra se alarga sobre todo el campo. Ni un solo partido ha ganado esta temporada el Celta sin él. Apenas Pione Sisto, en un solitario alarde de coraje, rescató anoche al equipo de la pura mediocridad.

Las cosas se le dieron mal al Celta prácticamente desde el inicio con un penalti de Asenjo a Wass ignorado por el árbitro (lo pitó fuera), aunque en la acción previa el danés había recibido el balón en fuera de juego. Era la primera jugada de un partido en el que el equipo vigués entró con fuerza en una declaración de intenciones que se diluyó en cuanto el Villarreal le puso el primer balón a la espalda. A los dos minutos, Brais Méndez vertió un gran centro al segundo palo que Maxi alcanzó a duras penas a rematar a las manos del guardameta amarillo. Replicó Álvaro González con un remate en el punto de penalti tras pase de Bacca en acción de estrategia que Sergi despejó con el tacón. Y Bacca, solo cuatro minutos después, estrelló contra el palo un remate picado de cabeza que iba a preludiar el desastre en que no tardaría en convertirse el partido.

El primer error de bulto llegó en el minuto 12 y acabó con Sergio recogiendo el balón de la portería. Raba sirvió en largo y Bacca, el más listo de la clase, se aprovechó de la falta de entendimiento entre Sergi Gómez y Hugo Mallo para birlarle en las narices la pelota al marinense, recortar al portero y empujar la pelota contra la mallas. La primera en la frente.

Este primer gol no descorazonó al menos al Celta, que lo siguió intentando y jugó sus mejores minutos en busca del empate. Maxi, muy desdibujado anoche, probó fortuna con un disparo raso que Asenjo atrapó mansamente. Con más mordiente lo intentó poco después Sisto, de largo el mejor de los célticos, con un poderoso disparo desde fuera del área que le salió demasiado centrado y rebotó contra el cuerpo del cancerbero amarillo.

Pero el Celta lo intentaba. Incluso encontró el empate en un golpe de fortuna gracias a la persistencia del atacante internacional danés, que ganó el área por el costado izquierdo, recortó en el área a su marcador y percutió con un remate que Asenjo se tragó de forma incomprensible. Un acto de fe recompensado con el error monumental del portero.

Pero lejos de allanarle al Celta el camino, el afortunado gol del empate espabiló definitivamente al rival y convirtió el partido en una tortura para los celestes. Nada más sacar de centro, sin que los de Unzué alcanzasen más que a seguir la pelota con la mirada, Bacca pilló en precario a la adelantada zaga céltica y se plantó ante Sergio para hace el segundo con un disparo inapelable. Un gol en fuera de juego (el colombiano arranca ligeramente adelantado a Sergi) que llegó un solo minuto después de haber anotado el empate y dejó a los celestes sin capacidad de reacción.

Sobre todo porque antes de darse cuenta, en el minuto 39, el Celta recibió el tercero (éste completamente legal) gracias a otra dádiva defensiva, esta vez de Sergi, que no controló un balón el largo de Cherychev. La pelota la recogió Raba, que sirvió el tercero de la noche a Bacca con un centro al segundo a palo que el colombiano solo tuvo que acompañar con el pie.

Antes del descanso, Wass pudo sin embargo recortar distancias pero no alcanzó a rematar (con posible penalti) un gran centro de Sisto al meollo del área.

Cualquier atisbo de esperanza se desvaneció tras el intervalo. Raba perdonó el cuarto a la contra antes de que Sisto diese la última señal de vida del Celta con un gran remate de rosca desde la corona del área que por primera vez obligó a lucirse a Asenjo.

El resto fue un ejercicio de impotencia frente a un rival perfectamente posicionado, que se limitó a contener daños y robar la pelota para salir disparado a la contra. Cherychev perdonó en dos ocasiones el cuarto, primero con un disparo sobre el portal céltico y luego estrellando en el poste un disparo rechazado por Sergio. No lo hizo Samu Castillejo, ya en el descuento, culminando otra contra infernal que dejó al descubierto las vergüenzas del Celta.