La vida ha cambiado mucho para la triatleta Saleta Castro en el último año. Después de tres años obteniendo buenos resultados y acariciando podios, Maastricht (Holanda) se cruzó en su camino para darle un segundo puesto y una de las mayores alegrías de su carrera deportiva con la clasificación para el Mundial de Ironman de Kona, en Hawaii.

Ese fue el inicio de un viaje deportivo en el que Saleta no ha hecho más que crecer. El círculo se ha cerrado ahora volviendo al lugar en el que la ilusión había alcanzado su punto álgido. Maastricht ha vuelto a ser una ciudad mágica para Saleta al cumplirle a la deportista su segundo y más ambicioso sueño; su primer título de vencedora de una pueba de las Iron Man Series.

"Todavía lo estoy empezando a asimilar ahora. Hoy (por ayer) llegué del viaje y apenas tuve tiempo para descansar, 48 horas después de la carrera todavía duelen más las piernas. Lo único que puedo decir es de que soy más consciente de que gané un Iron Man porque el domingo con todo el dolor y con todo lo que sufrí durante la carrera no era realmente consciente de lo que acababa de hacer" apuntó la pontevedresa.

Las prioridades eran otras y todo el trabajo de la lerezana se estaba haciendo para conseguir subirse a lo más alto del cajón de premiación en algún momento de la temporada. En ese sentido Saleta lo tenía claro y dijo que "desde el primer momento de pretemporada decidimos que no íbamos a ir a Hawaii porque no era algo que me motivase especialmente y que la prioridad era hacer buenas carreras porque era lo importante para el equipo. Se intentó en Lanzarote, pero tuve la mala suerte de que pinché y me faltó quizás un puntito más y la siguiente carrera que había en el calendario era el Iron Man de Maastricht. Ya me había salido una buena carrera antes y el equipo y nuestros sponsors son de allí, así que era una prueba que me hacía ilusión".

El salto de categoría que ha dado en este año es palpable y la triatleta opina que es debido a que "me he vuelto más constante y más disciplinada para enfocarme en hacer buenos entrenamientos y elegir mejor las competiciones. Además el estar en un equipo profesional también me ha dado una estabilidad económica y personal muy grande que antes no tenía. El estar 100% centrada en los entrenamientos ha hecho que pueda obtener estos resultados".

La soledad de la cabeza

La carrera de este año fue muy diferente a la que le tocó vivir hace una temporada cuando consiguió los últimos puntos necesarios para obtener el billete para Hawaii.

La compañía de esa "liebre" en forma de compañero español de fatigas que le aconsejó y acompañó durante casi toda la maratón del pasado año no estuvo esta vez y Saleta Castro estuvo buena parte del recorrido en la más absoluta de las soledades.

"La verdad es que lo eché bastante de menos porque el domingo me tocó hacer casi todo el Iron Man sola. Me hice los 150 kilómetros de bici sola y sin ninguna referencia de ningún tipo porque los grupos de edad salieron casi 15 minutos detrás nuestra y solamente me adelantaron seis hombres. Fue realmente duro hacer la bici toda sola y luego llegar a la maratón y ser yo la que pasaba a la gente sin ningún tipo de referencia. Solo contaba con el apoyo del público y de mi equipo, que estaba fuera. En carrera sí que eran muchos los triatletas que me animaban pero la que estaba sola marcando el ritmo era yo", recordaba la pontevedresa de una carrera en la que la cabeza pudo al corazón para controlar las emociones y no cometer ningún error que tirase abajo lo que estaba acariciando casi desde el principio.

Con un estado de forma óptimo y a falta de la recuperación necesaria por el esfuerzo del fin de semana, al futuro de Saleta solo le auguran cosas buenas. Entre sus próximos objetivos están los de cosechar el mayor número de puntos posible a partir del mes de septiembre para estar en Hawaii en 2018 . Para eso espera estar en el 70.3 de Cascais (Portugal) el 3 de septiembre y a partir de ahí seguir trabajando igual de duro que hasta ahora sin descartar la posibilidad de hacer otro Iron Man.