Parecía difícil, se tenían que dar condicionantes que entrañaban su complejidad, pero la afición teucristas estaba ya contagiada de la "ilusionina" que el club pontevedrés llevaba vendiendo desde hace semanas y no estaba dispuesta a vivir otro ascenso "en diferido" como el de hace dos años, en el que el Teucro perdió en casa ante el FC Barcelona B y tuvo que esperar a que tropezase el Sinfin para salir a la calle a festejar. El Municipal vistió sus mejores galas para soñar y creer con que no por difícil iba a dejar de ser posible, como así fue.

A las gradas les costó arrancar y fueron de menos a más, igual que el equipo pero su aportación fue fundamental para amilanar a los jóvenes jugadores culés, meter presión a los árbitros y empujar con todas sus fuerzas a los azules.

La ovación a la plantilla teucrista tras salir de los vestuarios fue solo el preludio de todo lo que vendría detrás, grito tras grito de ánimo y empuje que llevaron al Teucro en volandas hacia el ansiado ascenso.

El "¡Sí se puede!" rugió más fuerte que nunca tras los primeros goles de los de Quique Domínguez en la segunda parte, aún sabedores de que las cosas en Bordils no estaban todavía resultando muy favorecedoras (el Palma del Río llegó a ir ganando por tres mediada la segunda parte).

Con la llegada de las buenas noticias procedentes de Cataluña la hinchada todavía se encendió más y los jugadores lo notaron y supieron captar el mensaje. El momento del ascenso era ese, y muchos miembros de la plantilla que ya estuvieron en el de la 2014-2015 consiguieron así poder festejar con su gente y vivir una fiesta en el Pabellón y las calles que a buen seguro se extendió hasta altas horas de la noche.