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La UD Ourense cae en los penaltis

El Pontevedra vence la eliminatoria en los once metros tras lograr el empate en el descuento | Los ourensanos mostraron carácter y garra durante las dos horas de duelo y rozaron la gloria con la yema de los dedos

Víctor Eimil y Migui  Fernández disputan un  balón en O Couto.

Víctor Eimil y Migui Fernández disputan un balón en O Couto. / Iñaki Osorio

Miguel Salgado Reboreda

Ourense

A todo estudiante en su niñez, su madre o su abuela le recriminaron dejar todas sus tareas para el último momento, alegando que para el próximo curso escolar le sería imposible mantener esa dinámica. El Pontevedra con un control global del balón, a excepción de los primeros veinticinco minutos, intentaban sin éxito el gol del empate ante una línea defensiva muy trabajada de la UD Ourense. En el único despiste de Manu Vizoso, imperial pese al resultado, los granates entraron en el partido y redondearon una noche de agonía y gozo para su hinchada.

El himno gallego, excelente forma de dejar atrás el deporte y honrar a la tierra y su gente. Los ourensanos, agradecidos con el apoyo social que les respalda desde la refundación del club, aplaudieron a las gradas antes del pitido inicial. Un gesto honorable hacia la memoria del CD Ourense y todos aquellos que han luchado porque su heredero debutase anoche en Copa del Rey.

Los locales, irreverentes y sin ningún miedo a perder, quisieron llevar las riendas del partido en el tramo inicial. Un fútbol vistoso, con salida de balón desde atrás y superando a un sorprendido Pontevedra. El zaguero vigués, Javi Labrada, en un remate aéreo anotó el gol ourensano que hizo saltar las alarmas en la ciudad del Lérez. No solo estaban siendo superados por un arranque soberbio, además iban por debajo en el marcador. Debían ajustarse los visitantes al planteamiento enemigo si querían hacer daño.

Veinticinco minutos de monólogo de Borja Fernández y los suyos, sin ocasiones, al intentar hacer daño desde el dominio del esférico, aunque dañinos al no permitir que el Pontevedra pudiese exhibirse en O Couto. Los riesgos para recuperar la bola surtieron su efecto y hasta el medio tiempo sí dispusieron de ocasiones estériles. Si se contabilizasen las veces que los extremos o laterales sirvieron raciones de goles a la línea de gol desde ese instante hasta concluidas las dos horas de contienda, seguramente los dedos de ambas manos se quedarían cortos. El poste de Joao Resende frustró la oportunidad más clara de ver puerta antes del descanso.

Quince minutos de charla y refresco sirvieron para ver a un Pontevedra que debía arriesgarse si quería volver a vivir la Copa del Rey en su estadio. La comodidad, arrastrada de los compases finlaes del primer tiempo, era cada vez más mayor, solamente faltaba la chispa. Rubén Domínguez, consciente de esa pólvora mojada, agotó los cinco cambios en dos ventanas. Yelko, Tiago, Abelenda, Vidorreta y Luisao cambiaron la cara ofensiva del equipo y se acercaron con temeridad al gol.

Manu Vizoso, el verdugo provisional antes del descuento, falló en la última jugada de ataque visitante antes del pitido final. Comparada, con un disparo de un ‘9’ insufló vida sus compañeros a costa de la mudez y desengaño que poseyó a todos los que portaban el escudo rojo, azul y blanco en O Couto. Jugadores y aficionados pasaron en cuestión de segundo de lamerse los labios a sentir un dolor punzante y seco con el empate.

Treinta minutos que dieron rienda suelta a un Pontevedra en la cresta de la ola y una UD Ourense que no iba a darse por vencida y que iba a morir, en su caso, de pie y con la misma rebeldía del inicio del partido. Tiago salvó el 2-1 en la línea de gol y Dani Selma, en dos ocasiones, estrelló sus disparos contra el cuerpo del arquero rival. Acciones de gol aisladas y una prórroga marcada por el desgaste físico y emocional más que por el desempeño deportivo.

Los once metros dictaron sentencia. Los tres penales de la UD Ourense fueron errados y las tres granas, goles. Sobre la campana y con suspense, Pasarón ya está a la espera de una nueva víctima en Copa del Rey.

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