Roberto Souto lleva una pila de años en el Barra de Miño, del que se fue y volvió. Con 41 años recién cumplidos, ya adelanta que continuará dándole patadas a un balón "mientras el físico y la ilusión quieran".

"Sentí un orgullo muy grande por el hecho de enfrentarme a mi hijo, como le pasaría a cualquier otro. Lo ves ahí y te recuerda cuando tú eras más joven", subraya Roberto después de cumplir con sus tareas laborales, repartidor de pan.

6-1 perdieron, a Roberto en ningún momento se le pasó por la cabeza hacer valer los galones que dan muchas temporadas en los terrenos de juego porque "estas generaciones vienen muy fuerte, no se dejan intimidar".

"A mi mujer la miraban porque animaba a los dos equipos", recuerda Roberto, que en estos tiempos de confinamiento no tiene problema alguno en salir día tras día a trabajar. "Soy un hombre de rutinas, la familia sí se preocupa, pero yo no", concluye.