El cuento de hadas se acabó en Bilbao. De forma abrupta. En el cuarto aniversario del ascenso fallido, de aquella noche de locura contra el Breogán, el Río Ourense Termal sufrió mal de altura en Miribilla, donde un colapso ofensivo difícilmente entendible enterró cualquier opción de seguir en la pelea por la ACB. Una cesta de Ott puso la máxima ventaja para los ourensanos, 10-19. Ahí se caló el motor. Y no hubo forma de arrancarlo. Cuando García paró el partido porque la cosa se había torcido el marcador ya era de 29-24, un parcial de 19-5. Cuando volvió a detenerlo, ya en la segunda parte, el COB perdía 38-26 después de un 28-7. Ni siquiera apelar al factor emocional ("¿No queréis jugar, nos vamos?") le resultó al entrenador vizcaíno. Desde ese momento, las ventajas insulares se estabilizaron por encima de la decena, llegaron a acercarse a la veintena, 66-49,y el Ourense fue poco a poco apagándose, entre preguntas de qué he hecho mal para merecer esto.

A todo triple salieron baleares y gallegos, tanto que parecía un concurso de esos entre cuarto y cuarto con una pizza como premio. El primero que atinó fue Van Wijk, que poco después aprovechaba una asistencia por detrás de Sergio Rodríguez para colocar un 0-5. Félix Alonso tiró de banquillo ya a los cinco minutos y le dio la vuelta al equipo como a un calcetín. Entró la segunda unidad, los Joan Tomás, los Ucles, los Quintela, y el azul cielo se convirtió en rojo infierno. Por el camino, esos detalles que desequilibran un partido. Un triple de Sergio había colocado un 16-22 ya en el último minuto, y sobre la bocina la entrada de Ucles acababa en canasta, 18-22. Zamora, en su intento de sacar rápido, pisaba la línea y los árbitros le concedían la bola a Palma, con segundo y poco por jugar. Suficiente para que Ucles anotase y forzase falta, 21-22, el +5 se quedaba en +1.

Ucles, otra vez Ucles, ponía por delante a los palmesanos, 23-22 nada más arrancar el segundo cuarto, el COB respondía con un 2+1 de Watson que se quedaba en canasta a secas, 23-24. Fue la última ventaja del Ourense, que a partir de ahí sólo se llevó bofetones. Un robo de Alex Hernández encendía las primeras alarmas, 29-24, después de un parcial de 19-5. Tiempo muertoque nada arregló, 38-26 tras un mate de Guerra, 28-7 desde la máxima ventaja ourensana. Palma veía el aro rival grande como un estadio y un rebote en ataque convertido por Barac puso el partido imposible, 43-28, 43-30 en el descanso, un 33-11 desde ese añorado 10-19.

El partido murió ahí, aunque se siguiese jugando. Porque el Ourense nunca se acercó, necesitó casi el cuarto entero para colocarse diez abajo. A ese ritmo de anotación no era posible.

Hasta 56 veces tiraron desde más allá de la línea unos y otros, con porcentajes del 31 para el Palma y 27 para el COB. Pero no siempre la línea recta es el camino más rápido, eran lanzamientos sin sentido, sólo con la idea de recortar la ventaja cuanto antes. Ese 55-45 fue el último atisbo de esperanza, máxime cuando Quintela, gallego él, colaboró para la causa con cuatro pérdidas de balón consecutivas.

La moneda estaba por caer mal y el cuarto se cerró con una castaña de Ucles que no se sabe como pero entró, 58-45 y los últimos diez minutos por delante.

No hubo opción, pronto se acercaron más las diferencias a los veinte puntos que a los diez. Zamora, el que liquidó al Oviedo en el tercer partido con unos cinco últimos minutos de yo contra todos, vivió un calvario en Miribilla, dos de siete en tiros de dos, uno de seis en triples. Los rebotes también caían para el lado balear, 32-21 a falta de cinco minutos. Ott, Sergio y Van Wijk, que anotaban fácil en los primeros minutos, se encontraban con el aro pero nunca con la cesta.

Minutos para todos

Una canasta de Barber llevó el partido hasta un 69-50. García, con buen criterio, sacó a los secundarios, a los Sow y Stefanuto (Muratovic jugó ocho minutos y Pluta uno) para que saboreasen la experiencia. El 'Ourensanazo' que planeaba Bilbao tendrá que esperar.