"Es un mercado complicado", anticipaba Felipe Miñambres antes de sumergirse en el zoco invernal. Vendedores inflexibles y gangas sospechosas componen ese escenario, que solo apetece como salida a los jugadores con poco protagonismo en sus equipos. El Celta ha encontrado todo tipo de productos en tiempos modernos, desde Mido, esencial para meterse en Champions en 2003, a Welliton, que en 2014 visitó más los juzgados vigueses por sus tropelías al volante que el campo. Entre ambos extremos, un elenco de fichajes tendente a lo negativo. Pareció que sería así también con los de este año. Las últimas jornadas han comenzado a matizar ese análisis. A día de hoy puede concluirse que los fichajes de invierno han tenido su cuota en la reacción de la escuadra, por más que palidezca en la comparación con Iago Aspas o Rubén Blanco.

La situación del Celta no invitaba al optimismo: un equipo en caída libre conforme avanzaba enero, poco atractivo para los jugadores con ganas de hacerse notar de cara al verano. En el eje de la zaga se buscó un cambio de piezas: Hoedt por Roncaglia. El holandés ha tenido una participación activa desde el inicio. Llegaba con ritmo desde el Southhampton -había jugado con continuidad hasta noviembre- y no se le penalizó la expulsión de su debut en Valladolid. Suma ocho partidos. Solo se cayó de la alineación ante Betis y Real Sociedad. Participa del baile dispuesto por Escribá, que ya ha utilizado a todos sus centrales en cuatro de las seis parejas posibles. De Hoedt se aprecia su limpieza en la salida del balón, sus precisos cambios de juego y un tono decente en las funciones propias; pero con desconexiones peligrosas, que pudieron costar caro ante Villarreal y Huesca.

Ryad Boudebouz no despertaba recelo por su calidad, tan indudable como la irregularidad, sino por su perfil. Felipe había acudido al Betis en busca de ese delantero de ruptura al espacio que no había en la plantilla, especialmente con Iago de baja (y a Eckert se le abrió la puerta), y regresó con otro trescuartista, de los que ya abundaban, cuando se le escapó Sergio León. Tanto Cardoso como Escribá lo han manejado de forma volátil, titular en un partido e inédito al siguiente. También fue expulsado ante el Levante. Ha participado en cuatro partidos, dos de ellos como titular, de diez posibles. En Huesca anotó el 3-3 a pase de Aspas y ante la Real Sociedad asistió a Maxi Gómez en el 3-1. Sea cual sea el dibujo que Fran Escribá escoja en el Wanda Metropolitano, el francoargelino se perfila como favorito para ocupar el lugar que deja Aspas, sancionado por acumulación de tarjetas.

El tercer fichaje tiene su propia historia: ni aceptable desde el inicio ni intermitente, sino inesperada. El flanco izquierdo de la defensa, con Juncá permanentemente cuestionado por el entorno, era una demarcación a reforzar. Lucas Olaza ya había jugado en el Celta B. El club vigués lo intercambió con Boca, con el que había jugado la final de la Intercontinental, por Júnior Alonso. Mazan se marchó a préstamo. Sin embargo, Cardoso excluyó a Olaza de manera sistemática de las cinco convocatorias que le quedaban como entrenador del Celta; Escribá, de sus dos primeras. Su fichaje parecía destinado al grupo de los que se recuerdan vagamente con el paso del tiempo, de esos jugadores que cuesta ubicar o cuyo nombre queda temblando en la punta de la lengua.

La lesión de Juncá ante el Madrid ha cambiado su destino, al menos a corto plazo. Olaza ha sido titular en la semana mágica. Se ha revelado como un lateral intenso y cumplidor en defensa, y dotado de un extraordinario golpeo en ataque, que Maxi Gómez aprovechó para anotar el 2-2 ante el Villarreal. La clave de su orillamiento anterior está en su sustitución por calambres en el minuto 88 de ese partido. "Había llegado tieso físicamente. No aguantaba el ritmo en los entrenamientos", han explicado en el equipo. En el aspecto físico solo cabe esperar mejoría.

El destino de estos tres jugadores está por escribir, como el de los demás inquilinos del vestuario y el del propio equipo. Aunque sin cifras oficiales, la opción de compra de Boudebouz rondaría los 8 millones y la de Hoedt, incluso más. En el mejor de los casos el Celta solo negociaría a la baja. La continuidad de Olaza resultaría más sencilla. Ese análisis seguirá pendiente hasta junio. De entrada el club agradece que estén cumpliendo su cometido.