La aritmética de Emre Mor resulta desoladora a día de hoy para el Celta: 12,5 millones de euros, casi dos temporadas, tres castigos, media docena de comentarios polémicos en Instagram, más grada que banquillo, más banquillo que césped y apenas un puñado de acciones efervescentes entre contrariedad y contrariedad. La peripecia celeste del joven se retrata en la acción que mejor lo define, esa arrancada que promete tanto en su inicio como decepciona en su final. El fútbol, sin embargo, ama las historias de redención y en la cúpula de Príncipe destacan que Mor "lleva tres semanas espectaculares" de entrenamiento y actitud. Su venta -o la operación de salida más viable y conveniente- parecía la resolución inevitable este verano, independientemente de la categoría en la que militase el equipo. A día de hoy, sin embargo, la directiva se mantiene expectante. La colaboración activa de Emre en la permanencia podría voltear su destino. Fran Escribá está dispuesto a concederle esa última oportunidad.

Escribá es el cuarto entrenador que Mor conoce en el Celta. Todos han intentando sacarle jugo al danés de origen turco, cada uno a su manera, y todos han fracasado en el empeño. Mor apuntaba a titular con Unzué tan pronto se aclimatase. Su fichaje se produjo al final del verano, con la pretemporada ya realizada. En aquellos tiempos, en el vestuario se creía que era Maxi Gómez el que sobraba en la delantera. Mor, Aspas y Pione debían componer una delantera dinámica y talentosa. Lo insinuaron así en el 2-5 de Las Palmas.

Un esguince de tobillo frenó aquel primer asalto de Mor a la titularidad. Una lesión recurrente, junto a otras pequeñas molestias y afecciones, como gripes. A Mor le ha costado tener continuidad en el trabajo más allá de sus indisciplinas. Es el peaje que paga por su peso y por su estilo. Avanza coleccionando golpes del rival.

Con Unzúe, mal que bien, fue acumulando minutos, como titular o revulsivo, hasta marzo. El metódico preparador navarro no fue capaz de inculcarle un mejor conocimiento del juego. A Mor le falta dinamismo sin balón en una plantilla en la que demasiados jugadores la piden al pie. Le cuesta jugar al primer toque, involucrando a los demás. Y falla, sobre todo, en la culminacion -pase o remate- de sus impresionantes conducciones.

Mor, en resume, aún no entiende bien el juego, lo que por otra parte es lógico en alguien fichado con 20 años y una sola temporada como profesional en una competición de élite -con el Borussia, en la Bundesliga-. Pero el pecado de la adolescencia le ha pesado más en las cuestiones reglamentarias. Unzué acabó apartándolo en dos ocasiones del equipo. "El fútbol profesional no concede dos oportunidades", le advertía el técnico, firme pese a la suavidad de su voz. Quizás limitó demasiado la cuota. Pero era una advertencia clara, una lección de oficio que al zurdo le está costando asimilar.

Comentan en la periferia del vestuario que Mor no es un impertinente que contamine el ambiente. Al contrario, se muestra como un chiquillo tímido y sonriente. Su pecado es la inconstancia o la incapacidad de entender las obligaciones del fútbol profesional. Con Dembélé comparte pasado en el Borussia, amistad, lesiones, vicio por el Fortnite y tendencia a quedarse dormido. Pero a la postre en el Barcelona han sabido rentabilizar al francés y es lo que siguen aguardando en Vigo.

Unzué no fue capaz de encauzarlo. El saldo de la campaña de Mor fue de un gol y tres asistencias en 23 apariciones ligueras. Una de las razones secundarias de la rescisión del contrato del entrenador. Antonio Mohamed, de carácter opuesto a su antecesor, expansivo, carismático y contagioso, captó el mensaje. Durante el verano abundó en la necesidad de tutelar a Mor, que por su parte se mudó a la urbanización de Aspas en una suerte de psicomagia fallida. Mohamed tardó cinco jornadas en excluirlo de la convocatoria. Y si bien el fútbol promovido por Mohamed no le cuadraba bien al danés, con Cardoso vivió un romance todavía más breve. Titular en Anoeta, sólo jugaría 2 minutos contra el Huesca y 19 contra el Valencia en el mandato restante del luso. A esas alturas obviamente la única prioridad que el consejo le marcaba al técnico era la salvación, sin ningún otro tipo de tarea individual. Cardoso, admirador de Mourinho en su gestión de los temperamentos, no logró enrolar a Mor entre sus soldados.

Así que durante el mercado de invierno surgió algún comentario sobre la posible marcha del turco, nuevamente apartado desde la última semana de enero. Nadie del entorno contaba ya con reintegrar de manera activa a Mor, que en sus redes sociales había ido pasando de los mensajes humildes (pidió perdón en el primer castigo) a los controvertidos (sentado en una especie de trono) o directamente provocativos.

Pero Escribá ha rechazado considerar a Mor como un caso perdido que ha heredado. Quiere protagonizar su propia terapia. "Mor tiene un pequeño problema de comunicación, pero estoy convencido de que va a jugar bastante", comentaba a su llegada. Después revelería haberle comentado en una reunión personal: "No puedes estar siempre culpando a los demás de lo que te pasa". Comprensión y exigencia componen su receta. No lo convocó ante Betis y Real Madrid. Ante el Villarreal lo confinó al banquillo. En El Alcoraz lo empleó en los últimos veinte minutos y se le vio intenso. Aparte de tan escasa casuística, al club le han llegado excelentes informes sobre la actitud con la que ha afrontado los entrenamientos durante las tres últimas semanas.

Sus antecedentes, claro, invitan a la cautela. Mor tiene muchos exámenes que aprobar; uno de los principales, el de Balaídos, que ha pasado de reclamarlo a irritarse con sus malas elecciones y sus gestos de fastidio. Lo cierto es que la baja de Brais abre un hueco en el puesto que más natural le resulta al danés. Imaginárselo siendo importante en la permanencia es hoy una fantasía de algunos aficionados en las redes sociales. Mañana será una broma cruel o la floración más anhelada.