El Celta inicia la Liga dramática de diez jornadas en la que pone en juego su destino. Se respira en Vigo el ambiente de los días trascendentales, de los que marcan una temporada, quedan marcados para siempre y de los que se hablará cuando dentro de unos meses toque hacer balance de lo que ha sido esta errática temporada en la que el cuadro vigués ha ido hundiéndose en el pantano poco a poco sin encontrar una rama a la que agarrarse. Es evidente que esta tarde ante el Villarreal -rival directo por la supervivencia que llega con un margen de cuatro puntos sobre los vigueses- el Celta no ganará ni perderá la permanencia. Pero hay muchas cosas en juego, alguna de ellas determinantes. Porque al margen del resultado, el equipo de Fran Escribá necesita enviar un mensaje. A sus rivales, pero también a su parroquia, esa que se ha movilizado como en las grandes tardes con la idea de llevarles en volandas y que hoy acudirán a Balaídos con la esperanzas de encontrarse un equipo que les ofrezca una razón para creer, justo lo que ha faltado desde que el equipo entrase en barrena en enero. Porque en los últimos meses la imagen que el equipo ha transmitido al exterior es la de un conjunto triste, sin rumbo, incapaz de entender la enfermedad que sufría. La caída a puestos de descenso era la consecuencia lógica a la trayectoria que llevaban los vigueses. El de hoy está marcado como el día para la resurrección y muchos han arrimado el hombro para que eso sucediese. El club ha impulsado varias medidas acertadas, los aficionados han acudido en masa a la llamada y en el celtismo se ha generado el ambiente de las grandes finales.

Pero la jornada tiene otro protagonista esencial. Después de tres meses apartado de los terrenos de juego (salvo una breve aparición en Getafe) regresa Iago Aspas. Es imposible entender lo que le ha sucedido al equipo sin referirse al delantero moañés, su mayor talento, su patrimonio más preciado. Aquella lesión, en apariencia inocente ante el Barcelona, se transformó en una pesadilla. Retrasos y recaídas fueron aplazando su vuelta para desesperación de compañeros, técnicos y aficionados. El equipo entró entonces en un periodo tormentoso. Cardoso no encontró la forma de suplir la falta de Iago y lo que comenzaron siendo pequeñas dudas acabó en absoluto drama hasta el punto de que la vuelta del delantero moañés ha terminado por convertirse en un asunto del que parecía depender la vida del equipo. Hoy esa espera finaliza. Escribá le tiene a su disposición y, aunque el técnico no desveló sus planes de cara a la alineación, sería una sorpresa monumental que no saltase en el once inicial para formar pareja de ataque con Maxi Gómez.