Un derechazo implacable de Brais Abelenda al filo del descanso, minuto 43, y un pelotazo más suave muy a última hora derrumbaron a la UD Ourense en el partido entre púgiles del peso pesado contra la SD Compostela, un combate que durante la primera parte pareció derivar hacia un nulo y con una segunda, con los santiagueses defendiendo la victoria a los puntos y los ourensanos buscando golpes ganadores, que se fue consumiendo entre la impotencia que provoca el no haber manera.

Fue un partido bravo, jugado a un ritmo alto. Escasearon las ocasiones de gol, no las disputas ni los encontronazos. El Compostela buscó el control desde el arranque, la UD perseguía el robo que le lanzase hacia la puerta de Anxo Pérez. Fueron muchos minutos de puñetazos al aire, los rostros seguían relucientes.

Hasta que Naveira encontró un pasillo, ganó la línea de fondo y el centro no encontró rematador. Se acercaba la media hora de juego. Fuegos de artificio. Manejaban los visitantes, controlaban los locales, que conseguían que los de Yago Iglesias no se sintiesen cómodos.

Sólo que el Compostela tiene más creatividad en el medio y más pólvora arriba. Josiño tuvo el gol, solísimo desde la frontal, pero la pegó un par de palmos por encima del larguero. Enfrente, los de Currás agobiaban y se agobiaban, merodeaban el área compostelana, pero ahí morían, sin llegar a rematar siquiera. En el minuto 43, un centro desde la derecha acabó con un control defectuoso de Josiño, una pelota que quedó suelta y un inapelable remate de Abelenda. El 0-1 con el descanso apremiando.

La UD Ourense afrontó el segundo tiempo dispuesta a todo. Había que buscar el marco visitante, aunque fuese a costa de desnudarse atrás. Atacó y atacó, con poca claridad pero con insistencia. Otra cosa fueron los remates de verdad, inexistentes. Un tirito inofensivo de Alfredo, al que siguió un control y un disparo cruzado ni inmutaron al arquero visitante, que ni se manchó la vestimenta.

Currás movió ficha. Lo dijo después, podía esperar a ver qué pasa o provocar él que pasasen cosas. Optó por lo segundo, sacando del campo a Codeso y metiendo a David.

Se acercaba la hora de juego cuando Marquitos intentó un no se sabe qué en la que fue la mejor aproximación. El partido, durante muchos minutos, se jugaba en una sola dirección. Era un no parar, robo y otra vez a engarzar jugadas de ataque. Solo que ninguna acababa ni en un pobre remate.

Currás metió más madera, Fondevila por Germán. Atrás, Vieytes y Corzo sudaban la gota gorda para detener a Aythami, que tan pronto protegía una pelota con los centrales colgados de la chepa como se sacaba un remate que Pato vio pasar junto al travesaño.

El campo se hacía cada vez más grande para los ourensanos, que perdían la zona de rechace, esos balones sueltos en los tres cuartos del campo rival que bien podrían haber hecho un apaño. A falta de un cuarto de hora, el entrenador rojillo agotaba los cambios, Adrián por Marquitos.

Los minutos pesaban en las piernas, en la cabeza. Era como darse contra una pared. El Compostela estaba enjaulado, apenas engarzaba una contra. Su entrenador lo vio y en el último cuarto de hora fue relevando sucesivamente a sus tres futbolistas de arriba. Era el momento de dar el golpe de gracia.

La sentencia

Un centro desde la derecha al que no llegó Hugo García fue el último zarpazo de la UD Ourense, que se fue desangrando poco a poco. Y en el tiempo añadido, Remeseiro perdonó ante Pato, la acción previa al gol de Rubén que cerraba el partido.