La maldición de Vallecas ha vuelto a golpear con fuerza al Celta, que fracasó del plano en su afán de redemirse del tropiezo con una reincidente derrota en el campo del Rayo. Se complica y mucho la vida del grupo de Miguel Cardoso con un naufragio sin paliativos en otro encuentro decepcionante, mal planteado y peor gestionado por el técnico portugués, incapaz de descubrir la fórmula para sobreponerse a la orfandad que ha dejado la ausencia de Iago Aspas.

Pero más que al mal fario esta tercera derrota consecutiva de los celeste hay que atribuirla a la fragilidad y pobreza de ideas que se llevó por delante a Antonio Mohamed y está dejando también en evidencia a su sucesor. Reincidió el equipo vigués en todos los males cometidos hace unos días ante el Athletic. El Rayo no necesitó más que correr y buscar con balones largos la espaldas de los defensas para desnudar las descomunales carencias de este Celta precario e irrelevante con la pelota. Casi nada funcionó en Vallecas. Apenas se salvó Rubén, que tuvo una de las noches más ajetreadas que se le recuerdan en mucho tiempo y salvó al equipo de una goleada vergonzante sacando a Trejo dos disparos de gol. No pudo sin embargo el portero mosense detener a Raúl de Tomás, que enchufó prácticamente cada disparo que pasó por sus botas y se convirtió en una pesadilla para los célticos.

La apuesta de Jozabed para reemplazar a Aspas, primero con Beltrán adelantado y luego con el sevillano como enganche, resultó también un fiasco. Se echó de menos el criterio de Lobotka en la elaboración y la reticencia del técnico a mover el banco cuando el partido aún estaba empatado hurtó al equipo toda posiblidad de reacción. Las buena sensaciones de los primeros partidos del portugués ha tenido la esperanza de vida de una bola de nive en el desierto.

Pero más que la pobreza de ideas que ha convertido al Celta en un equipo tan predecible, es la extema su extrema fragilidad. Cada diagonal a la espalda de las defensa (sobre todo de Juncà, pero anoche también de Mallo y Cabral) es una amenaza de ruina.

Anoche las cosas se torcieron para los celestes prácticamente desde que el balón echó a rodar. Una indiscreción de Beltrán, que regaló sin necesidad una falta en la media luna, allanó el camino del primer gol al Rayo. Lo rubricó, como no, Raúl de Tomás con tiro perfecto, golpeando el balon con el interior de la bota a la cara interna del palo ante el pasmo de Rubén, que apenas alcanzó a seguir la pelota con la mirada. La primera, en la frente. Y hubo suerte porque antes de que el Celta pudiese si quiera pensar en meterse en el partido Juncà evitó que el delantero del Rayo hiciese el segundo desviando la pelota justo antes que De Tomás pudiese embocar la pelota con el mosense vencido.

Con más fe que sentido respondió el Celta,que se topó con el empate casi sin quererlo, por pura inercia, en una afortunada acción de estrategia. Araújo cazó un rechace en un saque de esquina y colocó con mucha intención la pelota lejos del alcance de Dimitrievski. El Rayo acusó el gol y durante algunos minutos mostró signos de debilidad que el Celta aprovechó para ponerse por delante en otra acción aislada. Brais remató a puerta y en el camino se encontró el brazo de Adboumaye. El árbitro señaló el punto fatídico y Maxi adelantó a los de Cardoso con un misil que el cancerbero franjirrojo alcanzó a tocar en vano.

Pero el Celta, que con viento en contra se había mostrado diligente, se disipó cuando el aire sopló a favor. El Rayo le apretó arriba, desarticuló cada intento de avanzar y salió disparado contra el portal de Rubén cada vez que robó la pelota. No le resultó difícil comprender al equipo madrileño cómo hacer daño. Como el Athletic le buscó las cosquillas por las bandas y encontró un filón en los balones largos al espacio que dejaban atrás los laterales en la transición de pelota. Así llegó el segundo gol franjirrojo. Imbula recogió un balón a la espalda de Juncá y se lo sirvió en boca de gol Raúl Tomás, que lo cazó al vuelo con Rubén en precario. Nada pudo hacer el portero mosense, que evitó al menos el tercero justo antes del descanso despejando con una intervención portentosa y tiro a bocajarro de Trejo después de un error castrófico de Mallo.

Tras el decanso, con el marcador todavía igualado, el Celta se apoderó con insignificancia de la pelota. Ofreció en esta fase del choque un tedioso magreo del balón en zonas inocuas del campo, sin profundidad ni malicia algunas. Cualquier atisbo de peligro en jugada fue pura casualidad. Solo a balón parado, en acciones aisladas, llegó algo el Celta. Maxi estrelló contra la parte alta del travesaño un disparo muy lejano de falta y Cabral buscó en un remate de córner que no encontró puerta por centímetros tras pegar primero en un adversario. Boufal lo intentó en jugada, con un remate manso desde la frontal que Dimitrievski atrapó sin inmutarse.

Míchel movió el banco con tres cambios en un par de minutos para buscar el triunfo. La ambición del preparador contrastó con el resignación de Cardoso,. Entraron Álvaro y Bebé y casi a continuación Medrán y el Rayo dio un paso al frente frente a un Celta cada vez más plano y previsible. Acaso satisfecho con el yermo dominio de su equipo el preparador luso renunció a buscar soluciones en el banquillo hasta que fue demasiado tarde.

No contaba con la ambición de Raúl de Tomás, el hombre del partido, ni que éste convertiría en gol otro mal despeje en la frontal con un tiro imposible para Rubén. El tercer tanto fue el fin del Celta. Cardoso decidió entonces mover ficha sacando atribuladamente a Lobotka y un poco más tarde a Sisto y a Eckert. En vano, porque en cuando el equipo trató de estirarse un poco el Rayo encontró un boquete entre los centrales para servir en bandeja a Bebé el cuarto.