Demoledor en un área; pusilánime en la otra. Así pasa la vida del Celta. Da igual que sea bajo el rigor del verano o con el chubasquero calado hasta las orejas. El equipo vigués despidió su gira de pretemporada con un empate en el estadio del Bayer Leverkusen en un partido abierto, lleno de alternativas y en el que los de Unzué ofrecieron detalles ilusionantes y más de una señal inquietante como esa desconexión que les llevó en apenas diez minutos a recibir tres goles y tirar por la borda el 0-2 con el que se habían puesto gracias a la efectividad de John Guidetti. Maxi Gómez, en su estreno goleador con la camiseta del Celta, impidió la derrota en el último suspiro al culminar una escandalosa acción individual de Pione Sisto.

Convertir al Celta en un equipo sólido es como tratar de borrarle las rayas a una cebra. Una misión que parece condenada al fracaso. Muchos lo han intentado en los tiempos modernos y nadie lo ha conseguido. El equipo ha sido muchas cosas en este tiempo, pero nunca una roca. Unzué trata de hacerlo desde la presión, el orden con la pelota y una salida desde atrás que provocará más de un infarto. Ayer quedó en evidencia que al técnico le queda mucho trabajo por delante. Es cierto que es imposible obviar del análisis la pesadez de piernas, la falta de frescura en muchas acciones y la evidencia de que el "equipo de la aspirina", que comienza su campeonato dentro de una semana, tenía un punto físico superior al de los vigueses. Pero el Celta anduvo perdido casi todo el primer tiempo. Desajustado en la presión, cansado, lento en el repliegue, despistado, lo que permitió al Bayer Leverkusen acumular ocasiones. Para su desgracia se encontraron la mejor versión de Sergio Alvarez, que pareció estar en la continuación de la Europa League de la pasada temporada. Cuatro veces evitó el gol para salvar la papeleta de una defensa (Roncaglia, Cabral, Fontás y Pampín) que fue presa fácil para el Leverkusen, como transaparente fue el medio del campo que formaban Wass, Radoja y Brais. A los vigueses les salvó la codicia de Guidetti y una acción maravillosa en el minuto seis. Una salida de la pelota desde el costado izquierdo de la defensa al primer tiempo que permitió sacudirse la presión del equipo alemán y abrir un pasillo en el sector derecho que permitió enviar un balón al delantero sueco que, tras errar en el control, sacó un latigazo con la pierna izquierda que supuso el 0-1 a favor de los vigueses. Unzué trabaja imaginando jugadas como ésa. Ayer se demostró que no solo existen en la imaginación de los entrenadores.

Con el paso por los vestuarios el Celta sufrió un extraño proceso. Mejoró por momentos, tuvo incluso más control de la situación, pero todo lo estropeó tras aumentar la ventaja en una jugada en la que Guidetti demostró buenas piernas y tener el colmillo afilado. Recibió un balón de Beauvue y ante Leno -uno de los grandes porteros del continente- soltó un remate con el exterior de la pierna derecha que hizo imposible la estirada del meta. Se produjo una nueva batería de cambios. A Aspas, Mallo, Villar y Costas, que habían entrado tras el descanso, se unieron otros como Sisto o Lobotka. Y de repente el Celta se desconectó. Perdió la pelota, falló de forma recurrente en la circulación y todo lo que había comenzado a mejorar en el segundo tiempo lo estropeó por completo. La cuestión es que el Bayer Leverkusen se asomó tres veces al área de Villar en nueve minutos y marcó tres goles. En tres remates. No le hizo falta más. Una sensación de desvalidez recorrió al equipo de Unzué que no se había merecido semejante azote. Tampoco el Leverkusen un premio como ese. Pero este negocio es así.

Tras la última batería de cambios (Sergi Gómez, Maxi y Jozabed entraron en juego) el Celta volvió a recuperar las constantes vitales. Como si volvieran de la cuenta de protección que acababan de recibir aparecieron futbolistas como Lobotka (que no para de ofrecer detalles de futbolista importante) y Sisto. El danés, que ha pasado de puntillas en lo que va de pretemporada, descosió a su lateral de forma insistente en el último tramo del partido. Un martirio absoluto. En una de esas acciones el extremo desbordó y puso un centro al segundo palo donde Maxi Gómez -en el que posiblemente sea su primer remate a puerta con la camiseta del Celta- empalmó a la red. Un remate que no pedía grandes prodigios técnicos, sino seguridad de encontrar portería. Leno, vendido, voló en busca de un milagro. El empate hacía justicia de alguna manera a un Celta que aún dispuso de un par de llegadas peligrosas para ganar el partido. Tal vez hubiese sido algo exagerado para los méritos que hizo el equipo de Unzué que compensó con su pegada la fragilidad con la que se desempñó en su propia área. Ahora llegan los partidos de Vigo, el momento para comprobar exactamente el punto de cocción en el que se encuentra el equipo.